28 de Marzo de 2024

Tina Modotti en México, marcada por la muerte

AGENCIA

Fue un viaje trágico. De principio a fin. Y siempre en el ámbito mexicano. Tina Modotti vino al país por primera vez para dar sepultura a su esposo, el poeta y pintor franco canadiense Roubaix  L’Abrie  Richey, “Robó”. Se conocieron en San Francisco, ciudad a donde la familia Modotti migró desde Udine, Italia, tras vivir las penas de la pobreza y la marginación.

Tina y “Robó” se mudaron a Los Ángeles en 1918, cuando ella tenía 22 años. Ahí Conocieron al fotógrafo americano Edward Weston, que ya por entonces era altamente reconocido. Weston los fotografió en la intimidad de su taller: diseñaban exóticas telas con la técnica del batik, originaria del sudeste asiático, que consistía en aplicar diferentes con la técnica del batik, originaria del sudeste asiático, que consistía en aplicar diferentes pigmentos mediante reservas de cera, con las que se creaban atractivas figuras y combinaciones de colores.

“Robó” viajó a México a finales de 1921 para exponer sus telas junto con fotografías de Weston y otros californianos por invitación de Ricardo Gómez Robelo. Al mismo tiempo, un romance comenzó a darse entre Tina y Weston, quienes permanecieron en California. La tragedia llegó pronto: “Robó” enfermó de viruela y murió siendo atendido en el Hospital Americano en febrero de 1922. Tina viajó a la Ciudad de México, pero se enteró de la muerte a bordo de un tren durante el camino.

Organizó las ceremonias fúnebres, y concluyó el proyecto de la exposición que “Robó” había dejado pendiente. Sin embargo, tuvo que partir de nuevo y con urgencia a California al recibir la noticia de que su padre había enfermado también. Regresó a Estados Unidos y en pocas semanas perdió a su padre. La muerte y la pena se imponían ante Tina. No sería la única vez.

LA VIDA EN MÉXICO

Al paso del tiempo su relación con Weston se fortaleció. Fue su modelo, y después, su alumna y compañera. Ella lo auxiliaba en las tareas del laboratorio y de su estudio fotográfico, Margaret Hooks nos cuenta que fue entonces cuando decidió convertirse en fotógrafa. Weston, estaba casado y tenía cuatro hijos pequeños, estaba cansado de la vida familiar que llevaba en California.

Juntos resolvieron viajar a México llevando consigo a uno de los hijos de él. Ella hablaba el español, pero Weston no, por lo que establecieron un acuerdo: Tina le ayudaría a comunicarse y a realizar trabajos del estudio, a cambio de que él le enseñara fotografía. La vida bohemia de la Ciudad de México los acogió, despertaron la simpatía de los más relevantes intelectuales y artistas de la época. La política cultural de Vasconcelos cultivaba en México el discurso acerca de un arte accesible para todos que sería sumamente atractivo para Tina. Las ideas revolucionarias se discutían en los círculos artísticos, y Tina participó activamente en ellos.

La influencia que la obra de Weston ejerció sobre Tina se percibió en la atención que ella prestó a las formas puras, a los volúmenes de los objetos y de las personas que retrató, sin adornos ni efectos plásticos. Sin embargo, Tina desarrolló un lenguaje propio desde un primer momento. El Universal Ilustrado desplegó la página “Las pequeñas grandes obras de Tina Modotti” en noviembre de 1926. La fotografía de un pescado de guaje, colocado sobre un aro de carrizo y una tela rayada, ha sido atribuida con anterioridad a Edward Weston; no obstante que aparece en la plana como propiedad de la fotógrafa. El retrato de un personaje no identificado (probablemente el titiritero Louis Bunin), aparece de perfil y con los ojos cerrados. Los marcados volúmenes de la mandíbula y el cuello dan absoluto vigor a este “retrato psicológico”. El diseño de la página es limpio y sobrio, sin las ornamentaciones curvilíneas que en cambio acompañaban la obra que se publicaba de fotógrafos pictorialistas.

Una tercera imagen en esa plana muestra un tendedero. El poste del que penden los lazos para colgar la ropa es el punto más alto de una forma triangular. Ante este objeto cotidiano, el redactor se pregunta “¿Hay una honda poesía en un simple tendedero de vecindad? Hasta ahora, y gracias a Tina Modotti, hemos optado por convenir en ello”. Es posible que el impulso de Tina de realizar esta fotografía no sólo respondiera a un asunto poético, que sin duda, tanto Weston como ella encontraban en estampas cotidianas de la Ciudad de México. Por el contrario, cabría que ésta fuera una de las pocas fotografías de tema social que se vieron.

Tina Modotti fotografió la labor y los símbolos de hombres y mujeres trabajadores, sobre todo después de que Weston abandonó México, en 1926; entre ellos; figuran las manos de una lavandera fregando ropa, y las de unas agrícolas posadas sobre una herramienta de trabajo.

Tina fue expulsada de México en febrero de 1930. Estados Unidos, Cuba y Holanda, le negaron la entrada a sus territorios. Se estableció en Berlín, luego en Moscú. Abandonó la fotografía y se dedicó por completo a realizar misiones de ayuda a prisioneros políticos y a sus familias. Participó también en la Guerra Civil española, y trabajó para el Socorro Rojo Internacional. 

Un poco más de diez años después, tras la victoria de Franco en España, regresó a México con el nombre de María. El 7 de enero de 1942, la segunda sección de EL UNIVERSAL anunció en portada: “Tina Modotti falleció en forma extraña y repentina en un automóvil”: “Comenzó a sentirse indispuesta con agudos dolores de vientre, tomó un auto de alquiler para dirigirse al Hospital General (…) en solicitud de auxilios médicos, pero en el camino falleció”. Se comentó el carácter sospechoso de la muerte, se dijo que la autopsia definiría la causa del deceso ante la posibilidad de un envenenamiento o un mero accidente. La averiguación quedaría a cargo de la Procuraduría del Distrito Federal. Días después, sus amigos realizaron una exposición de sus fotografías a manera de homenaje. La verdad y la leyenda de la que hablara otra de sus biógrafas, Christiane Barckhausen-Canale, ya había comenzado. Modotti llegó a México por la muerte de su primer y único esposo, se fue de aquí con la suya propia. El principio y el fin, una vez más.