10 de Mayo de 2024

A 60 años del juego perfecto en Williamsport

-Se cumple el sexagésimo aniversario del único juego perfecto en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas

AGENCIA

Ángel Macías se paraba en la lomita rodeado de 10 mil espectadores en un juego que nunca imaginó lanzar.

Un mes antes, junto a sus compañeros de equipo, los Industriales, dejaba Monterrey para jugar un torneo de Ligas Pequeñas en McAllen, Texas, pensando que sería un viaje de ida y vuelta.

Sin embargo, ahora lideran el juego 4-0 en la alta de la sexta y última entrada de la final de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas en Williamsport, Pennsylvania, en contra de La Mesa, California. Los Industriales estaban a un sólo out de ser el primer equipo extranjero en la historia del torneo en ganar la Serie Mundial.

Byron Haggard de La Mesa se para en el plato con una cuenta de tres bolas y cero strikes. Macías, de 12 años de edad y 1.52 metros de estatura, dejaba ir su siguiente lanzamiento. ¡Strike uno!

Macías había retirado a los 17 bateadores de manera consecutiva. Diez por la vía del ponche, sin dejar que ninguna bola saliera del cuadro.

Monterrey declaró la tarde del 23 de Agosto de 1957 como asueto, para que su gente pudiese escuchar el juego que era transmitido vía telefónica a larga distancia por los altavoces colocados en la ciudad. ¡Strike dos!

Los Industriales eran 12 kilos más ligeros y 30 centímetros más pequeños que el resto de sus rivales. Aun así continuaron ganando y con cada victoria se quedaban más tiempo caminando por el sur estadounidense que predicaba racismo, viviendo de la caridad de extraños.

No tenían dinero para comer, muchos de los integrantes del equipo vivían en situación vulnerable en casa y trabajaban por 50 centavos de dólar al día. El cátcher, Norberto Villarreal jamás había dormido en una cama antes de cruzar la frontera. ¡Strike Tres!

Sesenta años han pasado, justo ayer miércoles, y no ha habido otro equipo que haya ejecutado un juego perfecto en la final de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas.

DONDE TODO COMENZÓ

La historia de los Industriales inició en 1956 con la fundación de La Pequeña Liga Industrial en Monterrey.

Cuatro equipos que representaban cuatro empresas distintas eran parte de la liga: Botelleros, Mineros, Tubitos e Incas. La liga fue creada para los empleados de dichas compañías con la excepción de Incas, una fábrica de algodón que no empleaba niños.

En 1956, Monterrey comenzó las pruebas para un equipo juvenil que representaría a la ciudad en un torneo de Ligas Pequeñas. César Faz, un coach meticuloso y extraordinario motivador sería el encargado de reclutar a los niños.

“Describiría a César Faz como un súper instructor, el mejor instructor que he visto y tenido en mi vida”, mencionaba el jardinero y pitcher, Pepe Maiz, campeón de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas en 1957.

Al año siguiente, después de dos victorias en dos juegos de exhibición en Salinas Hidalgo, San Luís Potosí, el equipo regiomontano comenzaba su travesía en Ligas Pequeñas dentro de EE.UU.

LA TRAVESÍA

La mayoría de los integrantes del equipo pertenecían a familias de bajos recursos y algunos muchachos tuvieron que trabajar con la meta de reunir fondos para su viaje. Cruzando la frontera a pie desde Reynosa, Tamaulipas hasta McAllen, Texas, los Industriales caminaron kilómetros tratando de llegar a su destino.

“McAllen era un pueblo agrícola con muchas camionetas pick-up, empezamos a pedir “ride” y nos llevaron al Motel Rio Grande Courts”.

En la primera fase del torneo, los Industriales derrotaron a la Ciudad de México, McAllen, Mission, Weslaco y Western Brownsville avanzando a la siguiente ronda que se jugaría en Corpus Christi, donde ganaron sus dos juegos para representar al Sur de Texas en el Campeonato Estatal en Forth Worth. Pero las victorias no eran suficientes para alimentar al equipo.

“Durante los juegos pasábamos la gorra por el público para ver si nos daban una pesetita, una monedita para juntar dinero para comer”, comentaba Maiz.

Los Industriales triunfaron en la semifinal del Campeonato Estatal de Texas contra Houston, siendo éste el único juego de entradas extras del equipo de Monterrey. Con el pase a la final, derrotaron a Waco 11-2 para consolidarse campeones de Texas.

La siguiente parada era Louisville, Kentucky por el título de la Región del Sur, pero esta vez no caminarían.

“Nos enviaron por primera vez en avión. Jamás habíamos viajado antes en avión”, describía José Maiz.

Tras ganar sus dos juegos en Louisville, ambos sin ninguna carrera otorgada, los Industriales conseguían su pase a Williamsport, Pensilvania para disputar la Serie Mundial de Ligas Pequeñas.

“Cada nuevo equipo que llega a la Serie Mundial es considerado una víctima”, comentaba el Vicepresidente de Comunicaciones Internacionales y Director Ejecutivo del Museo de Ligas Pequeñas, Lance Van Aunken.

Anotando más de 80 carreras y recibiendo 12 en contra, los Industriales se habían ganado a toda costa el derecho a participar en Williamsport.

“Los equipos que llegan aquí no es por accidente. Deben de ganarse el derecho a la Serie Mundial”, describía Van Auken.

Monterrey derrotó a Bridgeport, Connecticut en semifinales para después jugar contra La Mesa, California por el título de Ligas Pequeñas.

La tarde del 23 de agosto de 1957, Ángel Macías retiró a 18 bateadores, 11 por la vía del ponche. Sin dejar que ninguna pelota saliera del cuadro. Creando el juego más perfecto de los juegos perfectos.

Sin embargo, nadie sabía de la hazaña realizada por Macías. Los jugadores jamás habían tocado el tema de lo que significaba un juego perfecto. “Nosotros no sabíamos qué era un juego perfecto”, decía Maiz.

A la mañana siguiente, la portada del periódico de Williamsport Sun-Gazette mencionaba la hazaña de los Industriales con el encabezado: Juego Perfecto da título a Monterrey, mientras la prensa regiomontana despertaba con una página entera en honor a los campeones con la descripción jugada tras jugada del encuentro.

LOS HÉROES DE MONTERREY

Como parte del bando ganador, los Industriales viajaron a Nueva York. Les otorgaron un cupón de 40 dólares para explorar la tienda departamental de Macy’s y visitaron a los Brooklyn Dodgers.

Antes de volver a la Ciudad de México para verse con el presidente Adolfo Ruíz, los Industriales viajaron a Washington, D.C. para encontrarse con el actual presidente Dwight D. Eisenhower y los futuros presidentes Lyndon B. Johnson y Richard Nixon en la Casa Blanca y en el Capitolio.

Previo al aterrizaje en casa, durante el vuelo de la Ciudad de México a Monterrey sucedió algo sorprendió a todo el equipo, especialmente a Maiz.

“Cuando veíamos en el avión ya por arriba de Monterrey nos dice el piloto, ‘asómense por las ventanillas’. Nos asomamos y vimos que habían unas vallas tremendas de gente del Aeropuerto del Norte hasta el Palacio de Gobierno”. Ninguno de los niños tenía idea del logro realizado.

Tras aterrizar, se organizó un desfile en honor a los Industriales desde el aeropuerto hasta el Palacio de Gobierno. Miles de personas ocupaban las calles esperando a sus campeones mundiales.

Durante el desfile, la gente trataba de quitarle a los jugadores parte de sus prendas para guardarlas como suvenir. “Nos empezaron a quitar las gorras, los cintos para llevárselo como recuerdito”.

Catorce becas, una para cada integrante de los Industriales, fueron entregadas por el gobierno de Nuevo León para que los campeones terminaran el resto de sus estudios, desde educación secundaria hasta educación superior.

Los ojos del rey de los deportes apuntaban a un puñado de niños de situación vulnerable que venían de un lugar desconocido, que ante las adversidades ganaron el torneo juvenil más importante de beisbol en su categoría.

Al año siguiente, con un equipo distinto a excepción de Ricardo Treviño, los Industriales se coronaron de manera consecutiva, siendo el primer equipo en lograr dos campeonatos seguidos, en 1957 y 1958.

Un libro y dos películas se hicieron en honor a lo que Lance Van Auken llama “la historia más significativa en Ligas Pequeñas”. Maiz lo recuerda como el día “culmen” de su vida y el momento de mayor fortuna en la existencia de Ángel Macías.

A 60 años del juego perfecto en Williamsport

-Se cumple el sexagésimo aniversario del único juego perfecto en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas

AGENCIA

Ángel Macías se paraba en la lomita rodeado de 10 mil espectadores en un juego que nunca imaginó lanzar.

Un mes antes, junto a sus compañeros de equipo, los Industriales, dejaba Monterrey para jugar un torneo de Ligas Pequeñas en McAllen, Texas, pensando que sería un viaje de ida y vuelta.

Sin embargo, ahora lideran el juego 4-0 en la alta de la sexta y última entrada de la final de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas en Williamsport, Pennsylvania, en contra de La Mesa, California. Los Industriales estaban a un sólo out de ser el primer equipo extranjero en la historia del torneo en ganar la Serie Mundial.

Byron Haggard de La Mesa se para en el plato con una cuenta de tres bolas y cero strikes. Macías, de 12 años de edad y 1.52 metros de estatura, dejaba ir su siguiente lanzamiento. ¡Strike uno!

Macías había retirado a los 17 bateadores de manera consecutiva. Diez por la vía del ponche, sin dejar que ninguna bola saliera del cuadro.

Monterrey declaró la tarde del 23 de Agosto de 1957 como asueto, para que su gente pudiese escuchar el juego que era transmitido vía telefónica a larga distancia por los altavoces colocados en la ciudad. ¡Strike dos!

Los Industriales eran 12 kilos más ligeros y 30 centímetros más pequeños que el resto de sus rivales. Aun así continuaron ganando y con cada victoria se quedaban más tiempo caminando por el sur estadounidense que predicaba racismo, viviendo de la caridad de extraños.

No tenían dinero para comer, muchos de los integrantes del equipo vivían en situación vulnerable en casa y trabajaban por 50 centavos de dólar al día. El cátcher, Norberto Villarreal jamás había dormido en una cama antes de cruzar la frontera. ¡Strike Tres!

Sesenta años han pasado, justo ayer miércoles, y no ha habido otro equipo que haya ejecutado un juego perfecto en la final de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas.

DONDE TODO COMENZÓ

La historia de los Industriales inició en 1956 con la fundación de La Pequeña Liga Industrial en Monterrey.

Cuatro equipos que representaban cuatro empresas distintas eran parte de la liga: Botelleros, Mineros, Tubitos e Incas. La liga fue creada para los empleados de dichas compañías con la excepción de Incas, una fábrica de algodón que no empleaba niños.

En 1956, Monterrey comenzó las pruebas para un equipo juvenil que representaría a la ciudad en un torneo de Ligas Pequeñas. César Faz, un coach meticuloso y extraordinario motivador sería el encargado de reclutar a los niños.

“Describiría a César Faz como un súper instructor, el mejor instructor que he visto y tenido en mi vida”, mencionaba el jardinero y pitcher, Pepe Maiz, campeón de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas en 1957.

Al año siguiente, después de dos victorias en dos juegos de exhibición en Salinas Hidalgo, San Luís Potosí, el equipo regiomontano comenzaba su travesía en Ligas Pequeñas dentro de EE.UU.

LA TRAVESÍA

La mayoría de los integrantes del equipo pertenecían a familias de bajos recursos y algunos muchachos tuvieron que trabajar con la meta de reunir fondos para su viaje. Cruzando la frontera a pie desde Reynosa, Tamaulipas hasta McAllen, Texas, los Industriales caminaron kilómetros tratando de llegar a su destino.

“McAllen era un pueblo agrícola con muchas camionetas pick-up, empezamos a pedir “ride” y nos llevaron al Motel Rio Grande Courts”.

En la primera fase del torneo, los Industriales derrotaron a la Ciudad de México, McAllen, Mission, Weslaco y Western Brownsville avanzando a la siguiente ronda que se jugaría en Corpus Christi, donde ganaron sus dos juegos para representar al Sur de Texas en el Campeonato Estatal en Forth Worth. Pero las victorias no eran suficientes para alimentar al equipo.

“Durante los juegos pasábamos la gorra por el público para ver si nos daban una pesetita, una monedita para juntar dinero para comer”, comentaba Maiz.

Los Industriales triunfaron en la semifinal del Campeonato Estatal de Texas contra Houston, siendo éste el único juego de entradas extras del equipo de Monterrey. Con el pase a la final, derrotaron a Waco 11-2 para consolidarse campeones de Texas.

La siguiente parada era Louisville, Kentucky por el título de la Región del Sur, pero esta vez no caminarían.

“Nos enviaron por primera vez en avión. Jamás habíamos viajado antes en avión”, describía José Maiz.

Tras ganar sus dos juegos en Louisville, ambos sin ninguna carrera otorgada, los Industriales conseguían su pase a Williamsport, Pensilvania para disputar la Serie Mundial de Ligas Pequeñas.

“Cada nuevo equipo que llega a la Serie Mundial es considerado una víctima”, comentaba el Vicepresidente de Comunicaciones Internacionales y Director Ejecutivo del Museo de Ligas Pequeñas, Lance Van Aunken.

Anotando más de 80 carreras y recibiendo 12 en contra, los Industriales se habían ganado a toda costa el derecho a participar en Williamsport.

“Los equipos que llegan aquí no es por accidente. Deben de ganarse el derecho a la Serie Mundial”, describía Van Auken.

Monterrey derrotó a Bridgeport, Connecticut en semifinales para después jugar contra La Mesa, California por el título de Ligas Pequeñas.

La tarde del 23 de agosto de 1957, Ángel Macías retiró a 18 bateadores, 11 por la vía del ponche. Sin dejar que ninguna pelota saliera del cuadro. Creando el juego más perfecto de los juegos perfectos.

Sin embargo, nadie sabía de la hazaña realizada por Macías. Los jugadores jamás habían tocado el tema de lo que significaba un juego perfecto. “Nosotros no sabíamos qué era un juego perfecto”, decía Maiz.

A la mañana siguiente, la portada del periódico de Williamsport Sun-Gazette mencionaba la hazaña de los Industriales con el encabezado: Juego Perfecto da título a Monterrey, mientras la prensa regiomontana despertaba con una página entera en honor a los campeones con la descripción jugada tras jugada del encuentro.

LOS HÉROES DE MONTERREY

Como parte del bando ganador, los Industriales viajaron a Nueva York. Les otorgaron un cupón de 40 dólares para explorar la tienda departamental de Macy’s y visitaron a los Brooklyn Dodgers.

Antes de volver a la Ciudad de México para verse con el presidente Adolfo Ruíz, los Industriales viajaron a Washington, D.C. para encontrarse con el actual presidente Dwight D. Eisenhower y los futuros presidentes Lyndon B. Johnson y Richard Nixon en la Casa Blanca y en el Capitolio.

Previo al aterrizaje en casa, durante el vuelo de la Ciudad de México a Monterrey sucedió algo sorprendió a todo el equipo, especialmente a Maiz.

“Cuando veíamos en el avión ya por arriba de Monterrey nos dice el piloto, ‘asómense por las ventanillas’. Nos asomamos y vimos que habían unas vallas tremendas de gente del Aeropuerto del Norte hasta el Palacio de Gobierno”. Ninguno de los niños tenía idea del logro realizado.

Tras aterrizar, se organizó un desfile en honor a los Industriales desde el aeropuerto hasta el Palacio de Gobierno. Miles de personas ocupaban las calles esperando a sus campeones mundiales.

Durante el desfile, la gente trataba de quitarle a los jugadores parte de sus prendas para guardarlas como suvenir. “Nos empezaron a quitar las gorras, los cintos para llevárselo como recuerdito”.

Catorce becas, una para cada integrante de los Industriales, fueron entregadas por el gobierno de Nuevo León para que los campeones terminaran el resto de sus estudios, desde educación secundaria hasta educación superior.

Los ojos del rey de los deportes apuntaban a un puñado de niños de situación vulnerable que venían de un lugar desconocido, que ante las adversidades ganaron el torneo juvenil más importante de beisbol en su categoría.

Al año siguiente, con un equipo distinto a excepción de Ricardo Treviño, los Industriales se coronaron de manera consecutiva, siendo el primer equipo en lograr dos campeonatos seguidos, en 1957 y 1958.

Un libro y dos películas se hicieron en honor a lo que Lance Van Auken llama “la historia más significativa en Ligas Pequeñas”. Maiz lo recuerda como el día “culmen” de su vida y el momento de mayor fortuna en la existencia de Ángel Macías.