24 de Abril de 2024

Abren puerta a difuntos

-En localidades de la Huasteca elaboran un platillo especial para recibirlos

Por Mario Herrera Rocha

La brecha que separa a los huastecos de la fiesta a sus fieles difuntos se estrecha conforme pasan las celebraciones de acuerdo a la tradición y se vive con intensidad la víspera del retorno de las almas a través del arte popular.

Si bien el primer festejo se vivió el 29 de septiembre, Día de San Miguel Arcángel, el 18 de octubre no es menos relevante, pues su arraigo en las comunidades de la región de la Sierra de Otontepec es considerable.

En las poblaciones de la Huasteca, honrar a San Lucas representa abrir la puerta para la llegada de los finados, lo que en Tancoco y localidades aledañas merece la elaboración de un platillo que generalmente no se elabora en el resto del año: el “picón”.

El “picón” es un caldo que se prepara a base de carne y pipián con chayote, yerbabuena y chile verde, para lo cual se matan gallinas y guajolotes, lo que a su vez presenta una connotación de sacrificio, con animales que son criados especialmente para la ocasión.

Otra actividad que se realiza el 18 de octubre es el corte de los racimos de plátanos sazones en los huertos familiares para que estén “en su punto” el 31, cuando da comienzo la fiesta grande de los muertos, y puedan ser disfrutados.

La comida se ofrenda en pequeños altares que se confeccionan dentro de los domicilios, para lo cual se reza el rosario con la intención de llamar y dar la bienvenida a los difuntos de cada familia, como parte de una costumbre que -desafortunadamente- poco a poco se va perdiendo.