24 de Abril de 2024

Entregan restos de 23 desaparecidos en Perú

AGENCIA

Papi, papi", dice llorando la campesina Asunta Ñaupari ante el ataúd con los restos de su marido, quien estaba desaparecido desde 1984 después de ser capturado por militares peruanos que pensaban que era un guerrillero de Sendero Luminoso.

"Después de tanto tiempo que he estado buscando con mucho sufrimiento, ahora al ver los restos de mi esposo quedaré más tranquila", explica Ñaupari, de 75 años, hablando en quechua y con la ayuda de un intérprete.

"Durante todo el tiempo de búsqueda, siempre soñé a mi esposo que me decía: 'Te voy a mandar platita para que tú te compres ropita'", relata con lágrimas esta mujer que quedó viuda con seis hijos pequeños hace 34 años.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y la Fiscalía peruana entregaron a familiares este miércoles, en la región andina de Ayacucho, los restos de 23 desaparecidos que fueron encontrados en fosas comunes e identificados con análisis forenses.

Ayacucho, palabra quechua que en español significa "el rincón de los muertos", fue el epicentro del conflicto armado interno peruano (1980-2000). Aquí nació el grupo maoísta Sendero Luminoso, que cobró notoriedad por su crueldad.

Las fuerzas armadas también actuaron sin contemplación en su cruzada antisubversiva, lo que dejó a los campesinos a merced de ambos bandos.

"PODRÁ DESCANSAR EN PAZ"

Los 23 féretros con los restos de las víctimas fueron velados en el auditorio de la municipalidad de Huanta, una ciudad ayacuchana de 40 mil habitantes donde comienza la selva, situada unos 400 kilómetros al sureste de Lima. Otros 27 restos encontrados serán entregados próximamente a familiares, después de que sean identificados.

Hace unas semanas, Asunta Ñaupari acompañó a su hija Lucinda Farfán, de 40 años, a entregar una muestra de ADN que permitió la identificación de los restos.

Su marido, Alejandro Farfán, estaba pastando al ganado cuando fue capturado por una patrulla de infantes de marina que llegó al poblado de Yanasraqay, en agosto de 1984. Los militares pensaban que Farfán, que tenía entonces 25 años, era senderista. Lo asesinaron a golpes y puñaladas. Luego lo enterraron en una fosa común, con otras víctimas.

"Ahora mi padre podrá descansar en paz, vamos a enterrarlo en (la comunidad de) Culluchaca", dice Lucinda abrazando a su madre.

Al auditorio municipal llegaron decenas de familiares para velar los restos, en su mayoría mujeres vestidas con trajes típicos andinos y masticando hojas de coca.

Son "23 cuerpos de personas desaparecidas que ya fueron identificadas, estamos entregándolas a sus familiares para que luego sean enterrados en su comunidad", dice a la AFP Susana Cori, responsable del programa de personas desaparecidas del CICR.

Explica que esto permitirá que sus familiares cierren décadas de sufrimiento. "La problemática de un desaparecido afecta a toda una familia, que están capturados hasta no darle sepultura digna", comenta Cori.