19 de Abril de 2024

Por Vianey Esquinca 

Esta semana quien estuvo en boca de todos fue Luis Miranda. El Secretario de Desarrollo Social que no conoce de filtros y a quien no le enseñaron que calladito se ve más bonito, la volvió a hacer. El pasado miércoles 23 del presente mes, durante su comparecencia ante las Comisiones Unidas de Desarrollo Social y Fomento Cooperativo de la Cámara de Diputados, el exsubsecretario de Gobernación mostró “facilidad” para el debate.

La Diputada de Morena Araceli Damián, criticó al funcionario, no sólo por su falta de conocimiento en las cifras relacionadas a la pobreza, sino por sus viajes proselitistas y por utilizar la SEDESOL como agencia de viajes gratuita. Como respuesta, Miranda le expresó: “Sí, me falta estudiar. Desgraciadamente no estudié psiquiatría para entenderla a usted, pero eso es otra cosa”. En pocas palabras, le dijo loca, lo cual provocó que varios diputados pidieran su inmediata renuncia.

Esa no fue la única forma en que el funcionario mostró su elocuencia, en redes sociales circuló un video en el que se le escucha hablar de la expectativa de vida, explicando claramente y sin lugar a dudas que: “En la Ciudad de México en el año, hace 26 años vivían aproximadamente 7.3 era la expectativa de vida, en Chiapas era 66… seis menos, o sea, seis años menos de los 73, vivían 66 por ciento”, es decir, que conforme dice una cosa dice otra. El secretario está viendo y no ve. Al gobierno federal se le ha criticado de todo, incluyendo la insensibilidad y arrogancia y él no está ayudando en nada.

Sin embargo, Miranda podría haber dado en la clave para lograr entender lo que pasa con algunos políticos. Lo que necesitan los mexicanos es ¡estudiar diversas especialidades médicas! Por ejemplo, pueden estudiar otorrinolaringología para entender cómo es posible que el exgobernador con licencia, Javier Duarte, se le haya ido en las narices al Gobierno Federal. Con esto se podría descubrir porqué huele mal todo este caso, y porqué las autoridades se hicieron de oídos sordos con las denuncias previas.

Se podrían hacer cursos de contabilidad para poder cuantificar los muertos que todos los días aparecen en el Estado de Guerrero o Veracruz. También entender cómo es que 1 + 1 es igual a un millón de pesos, según las cuentas de varios exgobernadores y finalmente habría posibilidad de dilucidar las cuentas alegres que los diputados hacen todos los años con el presupuesto.

También ortopedia para entender al gobierno de Enrique Peña Nieto, al que no se le ven ni pies ni cabeza. La neurología sería útil para identificar qué tenía en la cabeza la Diputada local Iris Aguirre Borrego, del Partido Encuentro Social (PES), cuando informó que por ladrones, vergonzosos y pasados de listos, los mexicanos se ganaron la posible deportación masiva de la Unión Americana: “Son los mexicanos los que se quieren pasar de listos en los supermercados, son los mexicanos los que tienen mala fama. (…) Los problemas que han causado los latinos en Estados Unidos han sido muy vergonzosos”, afirmó.

Hablando de Estados Unidos y su presidente electo, Donald Trump, habrá que ser expertos en gastroenterología para tener un estómago apto para aguantar lo que depara su gobierno en aquel país. O se puede estudiar para anestesiólogo para soportar las consecuencias del triunfo y sus primeras acciones antiinmigrantes.

Si los ciudadanos estudian oftalmología podrán alcanzar a ver cosas como la voluntad política, el salario mínimo o la honestidad de la que ahora hablan todos los líderes de los partidos políticos.

Es tanto lo que se necesita entender de los políticos mexicanos que ni la Organización Mundial de la Salud (OMS) podría ayudar

al país.