25 de Abril de 2024

Por Yuriria Sierra 

“Estos astutos, pero irresponsables gobernantes neofascistas quieren construir muros para hacer de EE.UU. un enorme gueto y equiparar a los mexicanos en general, y a nuestros paisanos migrantes en particular, con los judíos estigmatizados e injustamente perseguidos de la época de Hitler. Por eso, ante semejante barbaridad, no debemos limitar nuestras acciones a la protesta y a la denuncia sólo en el ámbito internacional, sino considerar como esencial la labor de información al interior de EE.UU.”, éstas son palabras que AMLO dirigió a cerca de tres mil inmigrantes en la Placita Olvera, en Los Ángeles, California, el pasado domingo. Ya lo había dicho el presidente de Morena: haría una cruzada por EE.UU. para dar un mensaje y brindar protección, a su manera, a los millones de migrantes que hoy viven en la incertidumbre por las políticas de Donald Trump. Los migrantes agradecen todas las muestras de apoyo y solidaridad que salgan de esta tierra que, aunque ya no es su país de residencia siempre llevarán en su corazón y siempre será su patria natal. En estos aterradores momentos que atraviesan en el país en el que han decidido llevar sus vidas actualmente y que parecieran poner en jaque no sólo su presente, sino su futuro y el de sus familias. Y eso me quedó claro desde el pasado sábado, en otro foro y en otro estado de EE.UU. “Llevo 20 años acá. Me casé aquí. Aquí están mis hijos. Necesitamos un plan si quieren separarnos...”, decía una mujer migrante. “Soy un ser humano. No me vine por gusto. Estoy en EE.UU. por la aspiración de una vida mejor. Hoy tengo mucho miedo...”, nos contaba otra. “Mi madre murió y no pude ir a despedirla...”, relataba entre lágrimas una tercera. “La última vez que regresé a México me asaltaron tres veces en el transporte público en la Ciudad de México...”, se quejaba otra con amargura. “Uno no nomás se siente con la amenaza de aquí, sino con la amenaza de allá. Venimos a otro país porque en México no hay ley...”, añadía uno de los migrantes. Éstos son algunos de los testimonios que escuché en el encuentro de #AgendaMigrante, organizado por Jorge G. Castañeda, Eunice Rendón y Héctor Aguilar Camín con la revista Nexos en Phoenix, Arizona. Acudimos algunos periodistas, varios legisladores, un subsecretario de la SRE y el presidente de la CONAGO. Escuchamos uno tras otro los desgarradores testimonios de los mexicanos que tienen el comprensible miedo a ser deportados, pero también de regresar a México y encontrarse con las mismas razones que los hicieron partir. Ellos no quieren regresar, como bien lo señaló León Krauze. Imposible imaginar peor pesadilla que arrancar a una madre de sus hijos, decía Paola Rojas. El gobierno mexicano y todos los partidos tienen una deuda histórica con los migrantes, resumía Joaquín López-Dóriga. Ante esta amenaza no debe haber espacio para la lentitud o la burocracia consular, alertaba Genaro Lozano. Y sí, en un estado tan curtido en estos temas como lo es Arizona, la comunidad migrante lo tiene claro: “Fuimos víctimas de Joe Arpaio y ahora somos víctimas de Trump: sólo somos una familia trabajadora (...) Vamos a ver si el gobierno federal sigue ayudando a mi esposa en cuanto su caso deje de estar en primeras planas (...) Nuestro único delito ha sido trabajar. Y proveer a nuestra familia no debería ser delito...”, éstas, palabras de Aaron, esposo de Guadalupe García, cuyo caso, hoy, es símbolo de la lucha que los migrantes enfrentan.

Los migrantes enfrentan una realidad horrorizante por el discurso y las acciones de Donald Trump. El sueño americano que empieza a convertirse en pesadilla. Todos, no sólo el gobierno federal y los partidos, sino las empresas y la sociedad civil estamos obligados a asegurarles a los que vienen de regreso que México volverá a ser su casa; y a quienes se quedan, que no están solos, no importan los discursos y los decretos contra ellos. Lo otro es abrir la puerta al holocausto. Sin cámaras de gas, sin muertos, pero con la misma y total degradación de la dignidad de las personas que implica una crisis humanitaria por estas inadmisibles e irracionales condiciones. Es momento de que todo México entienda que no es tiempo para la mezquindad, las estúpidas luchas de poder y mucho menos la miopía de creer que México “no debe meterse” porque EE.UU. “está en su derecho”. Por esas apatías es que han podido ocurrir las peores tragedias en la historia de la especie humana.