25 de Abril de 2024

José Valencia Sánchez

Me preguntan amigos lectores, ¿por qué en tiempos de campaña los políticos prometen hasta milagros y los ciudadanos fingimos creerles, votamos por ellos y luego nos quejamos porque no cumplen?

Trasladé la interrogante a servidores públicos en funciones y a algunos que lo fueron. Las respuestas, sinceras o cínicas,  más o menos coincidieron entre sí.

Un candidato, con las consabidas excepciones, llega imbuido de sanas  intenciones y supone que, actuando con honradez y eficiencia, será capaz de corregir errores y erigirse en el mejor gobernante de cuantos ha habido.

Sin embargo, al asumir el cargo de Alcalde, Gobernador o Presidente, encuentra presupuesto  insuficiente para resolver el cúmulo de problemas existentes o siquiera la mitad de éstos y los que van surgiendo.

 

Entonces recurre a créditos, ejecuta acciones y obras prioritarias y posterga las no urgentes aunque se haya comprometido a llevarlas a cabo.

De lo que considera conveniente, hace lo posible, que siempre  es menos de las expectativas y ofrecimientos de campaña.

Ciertos candidatos carismáticos terminan como repudiados gobernantes. Y de vez en cuando, un impopular candidato se convierte en extraordinario estadista.

Obvio, muchos políticos ansían el poder para enriquecerse a ultranza. Otros realmente desean servir, pero son incompetentes. Son escasos los que ingresan a la historia por la puerta grande.

Creo que Enrique Peña Nieto, Javier Duarte de Ochoa y Américo Zúñiga Martínez, por ejemplo, conquistaron el poder para servir y no para servirse. El tiempo, las circunstancias y, sobre todo,  el pueblo ubicarán a cada uno en su exacta dimensión histórica.

Hoy no podemos aún calificar su gestión, ni siquiera decir que pudieron pero no quisieron, gobernar bien a sus paisanos.

La percepción ciudadana va en el sentido de que los políticos son mentirosos, incompetentes… y corruptos. Acaso se salvan unos cuantos.

Dentro de unos años, cuando ya no estén en los puestos hoy desempeñados, sabremos si Peña, Duarte y Zúñiga cumplieron o decepcionaron a sus electores.

 

En fin, la felicidad del noviazgo no siempre se parece a la realidad del matrimonio.