29 de Marzo de 2024

Y ¿Los veracruzanos?

Por Agustín Contreras Stein

Los tiempos de la política en Veracruz están profundamente enredados.

Los veracruzanos no le encuentran el hilo a la madeja y esto genera incertidumbre en todos los sectores de la población.

Hay quienes comienzan por creer que todo lo que está sucediendo en Veracruz tiene mucho que ver con la próxima sucesión gubernamental, pues aun cuando apenas comienza la presente, de dos años, el tiempo es bastante corto para entregarse, así parece ser, a las verdaderas funciones de una administración pública estatal.

Todo gira, por lo pronto, en torno a la política y al dinero. 

Unos no quieren soltar lo que se llevaron y otros no quieren decir qué es lo que está pasando con los supuestos acuerdos bajo el agua, pues esta versión corre insistentemente en todos los pasillos de la política estatal, ya que de esa manera es cómo se compraría, en todo caso, la impunidad de la cual gozan muchos actores políticos que fueron señalados, en tiempo y forma, como saqueadores del patrimonio estatal.

Si no fuera así, se asegura entre la opinión pública, muchos de estos políticos de la camada anterior ya estarían tras las rejas.

Esto se presta a diversas conjeturas, unas por el hecho de establecer que hubo quien se puso a mano y otros que de plano dijeron que no. Y ahí están las consecuencias.

Por eso, Veracruz se encuentra sumido en una catástrofe política, y desde luego en una desesperada situación económica que ahoga a miles de familias que ahora, a cien días del nuevo gobierno, no tienen prácticamente para comer.

Es cierto, ya pasaron los tiempos de dejar hacer, dejar pasar, pero llegaron los tiempos de enfrentar, complicar y asustar. Esto es tan grave como lo primero, porque los veracruzanos no están acostumbrados a que se les mantenga en un estado de terror, de persecución política, de venganzas y de confrontaciones estériles que no aportan nada bueno a un gobierno que a estas alturas debiera tener los primeros resultados.

Pero todo tiene, desde luego, una explicación. La oficial es que no hay dinero para trabajar, que el pasado gobierno no dejó nada, que todo se llevaron y que las arcas del Estado se encuentran vacías. Esto, en cierta forma, es cierto, pocos se atreverían a negarlo, pero las acciones de ahora distan mucho de ser las adecuadas, más cuando no se utiliza el derecho como instrumento de aplicación de la justicia, es decir, de procurar que los delincuentes de la pasada administración respondan por sus actos, bajo el esquema jurídico que corresponda y no por meras suposiciones.

Es por eso que los veracruzanos han pasado a segundo término. Nadie se acuerda de ellos, porque la prioridad esta en otra parte, en cobrar las ofensas del pasado y aplicarlas en un tiempo que no es propicio para ello, porque los veracruzanos, en lo general, no tienen la culpa de lo que pasa, pues si acaso, tendrían que sufrir las consecuencias de haber otorgado un voto a favor de quien, en determinado momento, no se sabía de la enorme ambición por el dinero.

Y esto no sólo se aplica al caso Duarte y toda su gente, sino también en todos los tiempos, porque el voto decide y esta vez ha decidido, desde el cinco de junio pasado, que sería otro protagonista de la historia política el que tendría que hacer lo suyo, lo justo, lo concerniente, lo conveniente, lo más viable para poder rescatar, verdaderamente, a un Veracruz, vapuleado.

La pregunta que ya se hace en estos momentos ¿Y los veracruzanos?, como quien dice, cuándo se ocuparán de ellos, porque hay de por medio un compromiso que cumplir, sobre todo en aquellas promesas que se hicieron en campaña y que al parecer surtieron sus efectos, ya que finalmente por estas esperanzas del pueblo vapuleado, saqueado y maltratado votaron por una nueva opción que les sirviera para salir adelante.

Nada de eso hay, pero sí encontramos un desprecio por quienes son, supuestamente, la autoridad, dentro de un marco democrático, como el que se quiere y se ha querido vivir siempre.

El congreso, lamentablemente, es un cochinero.

No hay orden, principalmente por el enorme desconocimiento que se tiene de las funciones legislativas por parte de quien está al frente de la Junta de Coordinación Política.

Es mentira que se trate de un buen negociador, es más bien un burócrata que atiende las instrucciones que le dictan, pero nada más.

Mientras tanto, la mayoría de legisladores se aprovechan de la situación, sobre todo aquellos que tienen mayor experiencia, que saben su quehacer, pero que no lo comparten.

Esa es la representación popular que tienen los veracruzanos, desde luego, con honrosas excepciones, ya que hay quienes saben el papel que desempeñan y el enorme compromiso que tienen con sus electores, con los ciudadanos que un día les otorgaron la confianza para llegar al Congreso, a legislar, a buscar beneficios a través de mejores leyes que se vayan adecuando a los nuevos tiempos. La mayoría de legisladores, requieren, más que de buenos asesores, de una voluntad para servir a los demás, aunque lo hagan con esfuerzos.

Así es como vive la entidad veracruzana, alejada de sus buenos propósitos, porque las buenas voluntades no existen entre quienes tienen una representación que debiera cumplir con sus propósitos, con sus propios objetivos, pensando siempre en que hay detrás de ellos un pueblo que confía, que espera, que aspira a que de una buena vez haya alguien en la historia legislativa de Veracruz que los respete, que los atienda y, sobre todo, que los defienda.

Se contempla que el Partido Revolucionario Institucional esté ganando la mayoría de las alcaldías veracruzanas, en razón, desde luego, del enorme compromiso que tiene en las próximas elecciones presidenciales, sin olvidar la propia sucesión gubernamental, que conforme pasa el tiempo, se caliente demasiado al grado de que amenaza explotar.

En ese sentido, los resultados tienen que ser positivos para presentarlos ante un Comité Ejecutivo Nacional, que espera buen trabajo político de quien encabeza las acciones del tricolor en Veracruz.

No se tratará, en tiempos de grandes problemas políticos, que se pierdan más de ciento siete alcaldías, sino de que se ganen la mayoría de las doscientas doce que existen en el Estado, para poder garantizar un buen escenario político para el próximo candidato a la Presidencia de la República.

Y es que estas acciones tendrán mucho que ver con el futuro aspirante presidencial, el cual se busca afanosamente para poder enfrentar con fuerza política y prestigio personal a quienes serán lanzados desde los demás partidos políticos.

Quiérase o no, el PRI tiene que admitir que le han hecho cosquillas, que le han llegado cerca y que esto puede generar más tarde una nueva derrota electoral, como la sufrida en sexenios anteriores, los del cambio, sí los que cambiaron a un país tranquilo por una inseguridad permanente.

Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.