28 de Marzo de 2024

Crimen e Impunidad

Por Felipe de Jesús Fernández Basilio

En días pasados vimos lo grave que ha llegado a ser el robo de combustible en México, principalmente en los estados del centro del país, mismos que son en los que pasan en su gran gran mayoría los ductos de Pemex, los que transportan la mayoría tanto de la producción petrolera como de los combustibles derivados del petróleo, los cuales en su mayoría son importados, pero que a través de esos ductos son distribuidos a sus consumidores finales, es decir los expendios o mejor dicho, gasolineras.

Pues bien, esos ductos que no son más que una red de tubos subterráneos que distribuyen el combustible, tal cual lo hacen los de agua o los de drenaje en su caso; sin embargo y a diferencia de los anteriores, éstos por el valor de lo que contienen son atacados generalmente en lugares despoblados o de difícil acceso y con o sin el contubernio de la población local, por verdaderos delincuentes que roban los combustibles para venderlos en el mercado negro; ventas que hacen al igual que con todo lo robado, es decir sin pagar impuestos ni tampoco garantizar al consumidor el producto, tal y como lo hacen con los celulares robados, por poner un ejemplo que pudiera ser más cercano a la mayoría de nosotros.

Y lo más curioso de todo es el cinismo con el cual quienes perpetran estos robos de combustible se conducen, ya que se comportan tal y como si fuese un derecho original de ellos y con esa mística desafían a cualquier autoridad que se les oponga, desde la policía local hasta el ejército.

Para analizar el fenómeno podemos tomar muchos caminos, sin embargo al final veremos que todos desembocan en el mismo punto.

Veamos algunos ejemplos: Psicológicamente podemos pensar que en mi terreno o cerca de mi población pasa un ducto y que en ese ducto se encuentra un bien que por su valor y más con el alza reciente en su valor, me puede sacar de pobre, ¿por qué no lo extraigo y lo vendo, hasta si es necesario en el tianguis?; total, pasa cerca y nadie me va a decir nada y si lo hacen, defenderé mi derecho a extraerlo y sacarlo a toda cueste lo que cueste.

Sociológicamente, también podemos interpretarlo diciendo que si por la comunidad pasa un ducto de Pémex, pues su producto nos va a beneficiar tanto a la comunidad como a cada individuo que la conforma y quien se oponga a ello se topará con todos nosotros.

Si seguimos el sendero de la filosofía de la historia, tenemos que si siempre nos han machacado que el petróleo es de todos, por qué no tomamos nuestra parte y la vendemos, total si es de todos, algo nos debe de tocar y nadie puede oponerse a ello, ya que nos han dicho desde párvulos que ese es nuestro derecho.

Y si lo vemos desde el punto de vista de la política, la cosa se pone peor, ya que nos daremos cuenta que el propio gobierno, como vulgarmente se dice: “se hizo la cama solito”, ya que durante muchos años, no solo permitió que esto sucediera sino que en el sistema corporativo que creó, permitió que el sindicato petrolero fomentara estas prácticas para el beneficio de sus líderes y de sus compinches, ya que el producto sustraído de los ductos lo venden más barato a las gasolineras.

Y esto nos lleva al siguiente camino que vamos a tratar en este espacio, el cual es el de la economía y éste consiste en que en el mercado negro se pueden vender las cosas más baratas al expendedor; sin embargo al consumidor final se le venden igual que en la economía formal y por lo mismo el margen de ganancia será aún mayor para el primero.

Y ¿por qué no hablaremos de otra vía, que si bien es mucho menos científica que las anteriores, sin embargo es igual o más aceptada socialmente que las demás?, sí, me refiero a la moral y ese crimen es moralmente aceptable por quienes lo cometen, ya que finalmente se trata de un derecho adquirido y quienes se oponen a ello, principalmente “son unos zarrapastrosos a quienes les pagan para matarnos pero que si nos defendemos siempre les vamos a ganar, porque abusan de su fuerza bruta”.

Y así es, porque cualquier actuación llevada a cabo por las fuerzas armadas o mejor dicho, por cualquier fuerza del Estado, es mal vista hasta por las propias autoridades estatales ya que incluso a la luz de los supuestos derechos humanos, éstas se vuelcan en favor de los delincuentes.

Lo que nos lleva a la conclusión de que, como como decían los antiguos latinos: “Todos los caminos llevan a Roma” y en el caso que nos ocupa, todos y cada uno de los caminos que vimos, y muchos que se nos escaparon también lo hacen, nos llevan a un mismo destino y ese destino es el de la impunidad.

Sí, la impunidad es el destino al que llevan todos los caminos y ese es el mal que sempiternamente nos aqueja, ya que en nuestro país casi ningún crimen se persigue, ni se ha perseguido; ya que como podemos ver a casi ninguno de los que cometen estos delitos se les lleva a proceso.

Y en cambio los miembros de la fuerza pública pueden quedar sujetos a proceso por “violar los derechos humanos” de los que delinquen; es decir seguimos viviendo el trauma del 68, y por lo mismo cualquier represión por parte el Estado es inocua, situación que nos lleva en muchos casos a la impunidad.

Recientemente estaba escuchando que el principal problema era el que llaman el nuevo sistema penal, que la verdad no es tan “nuevo”, ya que ya lleva algunos años operando, pero en verdad les puedo decir que ahí no radica el problema; sino que éste radica en la falta de educación y mientras no haya una educación de calidad, no podremos avanzar en muchos temas y entre ellos el del crimen organizado, y créanme, queridos lectores, que si no hay una buena educación, jamás ningún sistema penal funcionará, por muy bueno que éste sea.

Ya que hay que educar a la población y explicarle que aunque en apariencia el petróleo es de todos, en verdad pertenece a una empresa paraestatal que se llama Pémex y que aunque es pública; ella nos ha ahorrado el pagar muchos impuestos, los cuales en cualquier otro país pagaríamos y es en esos subsidios en donde se ve nuestra hasta ahora propiedad de los recursos del subsuelo (ya que con las privatizaciones por venir, veremos lo que sucede y eso, aquí en su momento lo comentaremos), y no robando el combustible, ya que en ningún momento nos haremos alguna justicia social.

Pero repito, el problema no está en el sistema penal vigente, sino que éste está en los fiscales, ya que las campañas gubernamentales nos dicen que denunciemos, sin embargo cuando las denuncias se presentan, nos vemos sometidos a unos tiempos de espera demasiado largos ante la fiscalía y además a unas extorciones llevadas a cabo por los policías investigadores, que si es que denunciamos, nos arrepentimos de haber hecho el trámite.

Y todo ese tiempo y esfuerzo gastado, ¿para qué sirve? La verdad, casi siempre para nada y reitero sirve para nada; ya que al hacerse las reformas, se nos vedó el poder hacer acusaciones particulares por delitos graves y de acuerdo a la inercia del sistema antiguo, éstos se sometieron a la fiscalía; pero ¿con qué nos encontramos en esa fiscalía?; ahí nos encontramos al típico mexicano “Godínez”, como hoy incluso se autonombran, quienes ven a los denunciantes como una estadística más y por lo mismo les ponen cuanta traba burocrática sea posible, para que esperen el nuevo milenio, sin que su caso sea atendido; aunque haya razones más que suficientes para atenderlo.

Y ahí está el verdadero problema de la impunidad, ya que aunque se denuncie un hecho probablemente delictivo con la intención de buscar justicia, nos encontraremos con un Estado incapaz de proporcionárnosla, ya que está conformado en su mayoría por burócratas, quienes piensan vivir de la que ellos le llaman “su goterita”, o sea su sueldo burocrático, sin realmente preocuparse por los asuntos que llevan.

Y si eso pasa en los delitos comunes, ¿qué no va a pasar con los robos de combustible?

Mejor no denuncio, ya que si lo hago, seguro que con tanta traba burocrática, estoy más que perdido, ya que es más fácil que los delincuentes me ataquen a que el Estado me proteja.

Ahí está la explicación de la verdadera impunidad que en nuestro país.