28 de Marzo de 2024

Impunidad mata instituciones

Por Ángel Álvaro Peña

Si bien se dice que en política no hay amigos sino cómplices, la certeza de que personajes como Javier Duarte de Ochoa y Gerardo Ruiz Esparza, no pisarán la cárcel por mucho tiempo, se debe a una complicidad muy importante en los más altos niveles de la política de nuestro país. La voracidad sin límite de las autoridades crea complicidades muy sólidas que repercuten en un sistema de justicia en el que ningún mexicano cree.

Este desgaste de la justicia contagia de desprestigio al resto de las instituciones, de tal suerte que la gobernabilidad se hace cada día más frágil, pareciera que cada minuto que Gerardo Ruiz Esparza sigue despachando en su oficina y en cada prueba desvanecida en el caso de Javier Duarte, las instituciones reciben un grave descrédito.

Nunca antes las instituciones han estado tan desgastadas. Pero nunca como ahora los políticos han sido tan corruptos. La actual administración tuvo en las personas de Ruiz Esparza y Duarte de Ochoa la posibilidad de reivindicarse ante la historia, recuperar la credibilidad en la clase política y de limpiar de impurezas, en la medida de lo posible, el prestigio de su partido. Al mismo tiempo daría a conocer al mundo que es un país con la calidad moral suficiente para poder meter las narices en otros que, sin más razón que una orden externa, desacredita sistemas políticos latinoamericanos con una facilidad tan asombrosa como irresponsable.

Se cuestiona a gobiernos, como el de Venezuela, donde hay menos errores administrativos que en el propio. Justifica críticas a problemas que en México son más comunes. Denuncia represión que comparada con la de México, representan un simple día de campo. Descalifica como democracia un sistema político menos corrupto que el de México.

La actual administración pública echó por la borda el futuro de las instituciones y su prestigio, pero también, las posibilidades de triunfo en las siguientes elecciones, incluso hasta la extinción paulatina, pero constante, de su registro.

Ese desgaste lo extienden a la clase política, la falta de credibilidad de la población hacia cualquier político es muy grave y no se cura con improvisaciones de candidatos ciudadanos, porque vienen a resultar exactamente lo mismo o peor, ahí tenemos el ejemplo de remedo de gobernador que tiene Nuevo León con el supuesto independiente Jaime Rodríguez Calderón, quien ha dado muestras de gran incapacidad en todos los sentidos.

Lo que se trata de salvar, paradójicamente, con los candidatos independientes, es a un sistema de partidos que está muy desgastado y que no puede menos que acudir a instancias novedosas pero que en el fondo no cambian nada.

Ahí está el vergonzoso ejemplo de Vicente Fox, quien debió hacer notar el gran cambio que los mexicanos esperaban, pero todo siguió, durante los aburridos seis años de su mandato, exactamente igual.

Los mexicanos ansiosos de democracia le volvieron a dar su confianza a otro personaje de oscura conducta y con las manos manchadas de sangre, como Felipe Calderón y nada cambió. México volvió a votar por el PRI pero no porque estuviera convencido de que fuera la solución sino para evitar que el PAN siguiera en el poder, como una reacción a la traición de ese partido al pueblo de México.

Ahora el PRI, confiado en que los mexicanos creen que en realidad triunfó en el estado de México se dice fortalecido, cuando en realidad es favorecido por la autoridad electoral que ahora está en entredicho su honestidad más que nunca.

Así, con la complicidad como puente de la impunidad el actual sistema de partidos, con el PRI al frente, se juega su futuro en dos casos que la delincuencia organizada dentro del gobierno, ha provocado la ira de la población, que no puede menos que rechazar, junto con los partidos, los políticos, la justicia, la legalidad, la autoridad electoral.

Es decir, las instituciones que deben estar fuera de la influencia de otros poderes están supeditados a un poder central que sólo puede arrojar descontento e ingobernabilidad.

Más aún si cobramos conciencia de que el PRI no ganó ni en Veracruz, ni en Coahuila, ni en Nayarit, ni en el Estado de México. Legalmente no triunfó, tuvo que recurrir a añejas prácticas del fraude electoral para poder lograr que los números alterados le alcanzaran para aparentar una victoria.

La palabra fraude electoral está asociada al PRI desde hace casi 100 años, es lógico que ahora que la clase política lleva al país a un retroceso, -las reformas estructurales son prueba de ello- las practicas más burdas del pasado vuelvan a imponerse como regla electoral ante la complicidad silenciosa del INE.

Porque la gran complicidad de la autoridad electoral, crea las condiciones necesarias para que otras impunidades tengan su caldo de cultivo, como foco de infección, en la administración pública. Su silencio y omisiones convierten al INE en una oficina que permite que los delitos electorales sigan perpetrándose contra los verdaderos vencedores de las urnas que es la expresión mínima de una democracia digna de serlo.

Permitir un fraude electoral es dar cauce hacia la impunidad de todos los ilícitos que el supuesto vencedor en las urnas puede realizar durante una gestión pública que está usurpando.

Esta es la clase política que permite que dos delincuentes como Ruiz Esparza y Duarte de Ochoa sigan gozando de privilegios uno fuera y el otro dentro de la cárcel, donde seguramente no estará por mucho tiempo, gracias a los buenos oficios de los errores conscientes y voluntarios de sus denuncias, pero sobre todo gracias a la impunidad que les otorga un poder que nadie dice su nombre pero todos saben perfectamente quién es. 

PEGA Y CORRE.- Ahora resulta que la vida de Javier Duarte pasa de la tragedia a la comedia. Su excolaborador Gabriel Deantes, quien fuera secretario del Trabajo, en una audiencia, aseguró que la comediante María Elena Saldaña, “La Güereja”, su cuñada, le donó 2.5 millones de pesos para su esposa. El exfuncionario también involucra a su suegra. Gabriel Deantes es una de las personas más cercanas al exgobernador.