20 de Abril de 2024

La pesadilla de Romo

Por Francisco Martín Moreno

Hace una semana, ¡qué va!, tan solo unos días, Poncho Romo padeció una de las peores pesadillas de su existencia. El destacado empresario soñaba que López Obrador ganaba las elecciones del próximo 1 de julio y tiempo después, un kilo de tortillas volvía a costar 3 mil pesos, un libro 23 mil y el Metro mil pesos, entre otros ejemplos no menos dramáticos, tal y como había acontecido en México tan solo 35 años atrás. Los gobiernos de Luis Echeverría y de López Portillo, otros populistas suicidas, quienes habían prometido acabar también con la marginación y el hambre, esos manipuladores que se habían comprometido a erradicar la corrupción, en realidad habían quebrado al país, desquiciado el presupuesto público, endeudado salvajemente a la nación, provocado una pavorosa inflación mediante la impresión caótica de billetes, devaluado el peso, lastimado aún más los bolsillos agujerados de los excluidos del progreso, multiplicado cruelmente la pobreza, desencadenado un terrible desempleo y destruido los ahorros y los más caros sueños de los mexicanos. La historia se repetía paso a paso, en ese 2019, un año de verdadero horror impuesto como un fatal castigo propio de un país desmemoriado.

Además de una nueva ruina de la economía mexicana, López Obrador había cumplido al pie de la letra su palabra empeñada a la nación y se había negado a utilizar la fuerza pública en contra del “pueblo”, y como en las mismas filas del “pueblo” también existían los narcos, los secuestradores, los huachicoleros, los integrantes de la “mafia del poder”, los asaltantes de trenes cargados de alimentos, los miles de invasores de predios privados, los contrabandistas y los funcionarios corruptos, pues México se había podrido aún más. La supuesta “Constitución Moral” había fracasado escandalosamente, en tanto “Su Santidad”, AMLO, el Papa Mexicano, se había negado una y mil veces a aplicar las leyes republicanas vigentes y a ejecutar las sentencias emitidas por los tribunales. El desorden era mayúsculo y en el entorno infernal de la impunidad total, los bandidos de la peor ralea lucraban a sus anchas sin pudor ni consecuencia legal alguna. El peso se cotizaba a 38 mil pesos por dólar porque habíamos vuelto a los años aciagos de los tres ceros, además de haber sido derogadas las reformas estructurales ya que Morena contaba con una mayoría aplastante en los recintos legislativos.

AMLO no había expropiado bienes al estilo de Chávez, no, pero existían diferentes estrategias populistas para destruir a un país y el Mesías mexicano lo había logrado con un éxito notable. Sus palabras se habían materializado en hechos incontrovertibles. Pocos políticos cumplían sus promesas de campaña, pero él honraría a cualquier costo su palabra empeñada.

A tantos lugares, restaurantes, bares y clubs de empresarios acudía Poncho Romo en la Sultana del Norte, a lo largo de su asfixiante pesadilla, recibía interminables abucheos, improperios de la peor ralea, reclamaciones airadas acompañadas de agresiones verbales verdaderamente soeces y procaces, algo parecido a los momentos lastimosos padecidos cuando López Portillo se presentaba en público, una vez concluido su catastrófico mandato, y los queridos chilangos los insultaban al lanzar sonoros ladridos ante su fracaso de defender el peso como un perro…

Una de esas noches, Romo despertó abruptamente con la frente empapada, el pulso acelerado y la respiración incontrolable. Se asfixiaba. En cualquier momento el corazón se le escaparía por la boca. Instintivamente arrojó las sábanas a un lado para impedir que lo aplastaran. Desesperado, se dirigió a la ventana como un náufrago en busca de una tabla de salvación. Un frío helado recorría su cuerpo, despertando en su estremecimiento hasta el último de los poros de su piel. Una debilidad postrante le dificultaba mantenerse erguido, mientras una sensación de angustia lo devoraba. El justificado desprecio de los suyos, de la poderosa cúpula empresarial a la que siempre perteneció y honró, le sujetaba la garganta como si se trataran de unas manos de acero inconmovibles y decididas a arrancarle la vida a como diera lugar. Una luna inmóvil lo contemplaba a la distancia. No lograba salir del pesado sopor del sueño ni podía distinguir la realidad de sus fantasías.

La confusión empezó a desvanecerse cuando la tibia luz de la alborada irrumpió sigilosamente en su habitación, haciendo que las sombras huidizas del mal empezaran a desaparecer como si se fugaran despavoridas ante la imponente fortaleza de un nuevo amanecer.

¡Cuánta alegría le produjo constatar que todo había sido una pesadilla!, más aún cuando se percató que todavía estaba a tiempo para modificar su decisión y retirarle su apoyo a un demagogo, a un populista que estaba dispuesto a dar becas para todos, ayudas económicas, subsidios para todos, empleos para todos, casa habitación para todos, créditos, bienestar y seguridad para todos, como si el presupuesto público fuera inagotable y no fuéramos un país pobre. Claro que se necesitaba ayudar a desempleados, a madres solteras, a ancianos, a ninis, a todo mundo, claro que sí, pero, ¿imprimiendo papel moneda como en la época demagógica de Echeverría? ¿Creando una riqueza artificial, falaz? ¿O contratando más deuda pública hasta que el país se volviera a convertir en astillas, como lo hizo López Portillo? ¿Qué más daba? ¡No! Era la hora de detener al “Loco de Macuspana”, a quien, en sus sueños, le había resultado muy sencillo engañar a los desposeídos y perdonar a cuanto rufián se afiliara a Morena.

Cuando aceptó sus errores abandonó su habitación, un cuarto de tortura, y convocó a los medios de difusión masiva para anunciar su deslinde del Mesías, de Su Santidad, o todo junto. Al día siguiente que se presentó en el club de industriales, sus colegas, eficientes constructores del México del futuro, lo recibieron de pie, con sonoros aplausos, en lugar de los terribles insultos escuchados durante su espantosa pesadilla…

PD: por supuesto que el texto anterior, un cuento político, solo responde a la imaginación del autor. AMLO sostiene que Mario Vargas Llosa es un buen escritor, pero un mal político, porque perdió las elecciones presidenciales en Perú. El líder de Modena, (Movimiento de Degeneración Nacional) pierde de vista que él ya perdió en dos ocasiones y espero que vaya por la tercera… Amén…