29 de Marzo de 2024

De regreso a 1939

Por Fracisco Martín Moreno

Churchill sostenía que la popularidad de un líder político iba en proporción directa al nivel de estupidez del electorado. Las elecciones del 1 de julio pasado estuvieron cerca de cometer un atentado en contra de la República desde que casi se le vuelven a conceder a un jefe del Estado mexicano todos los poderes para conducir al país de acuerdo a sus estados de ánimo sin contrapesos políticos con sus fatídicas consecuencias económicas y sociales. Habíamos dejado de ser “El País de un solo hombre” y construíamos una democracia sin un “Jefe Máximo” ni un “intérprete infalible de la voluntad nacional”.

Sí, pero ¡oh sorpresa!, un electorado justificadamente harto de la corrupción, hastiado de la patética ineficacia de la actual administración, decidió, en su ira, otorgar su voto a una sola persona con facultades omnímodas. Un suicidio político, sea quien sea quien encabece el Poder Ejecutivo federal.

¿No se deseaba votar por Meade porque cargaba con la aplastante losa de un tricolor podrido? ¿No…?

Ahí estaba López Obrador o Anaya. ¿Elegir al PRI a pesar de ser un instituto execrable? Entonces hacerlo por Morena o por el PAN, pero no votar en masa por el mismo presidente y por su propio partido como si los mexicanos no hubiéramos aprendido de los horrores de la “Dictadura Perfecta” ni del putrefacto e ineficiente “carro completo.” En estos días sabremos si AMLO cuenta o no con la mayoría necesaria para modificar la Constitución, con lo cual habrán desaparecido los contrapesos imprescindibles para negociar libre y talentosamente el mejor destino para México sin la imposición del punto de vista de una sola persona, sea quien sea y se llame como se llame.

Volvimos a 1939, cuando nació el PAN como oposición en contra de un partido dominante como lo fue el PRI. Ahora un PAN disminuido y agraviado se enfrenta a Morena de proporciones casi invencibles. Se repite la historia…

¿Cómo Peña Nieto y el PRI no iban a ser aplastados si aquél tenía una aprobación de un escaso 15%? ¿Acaso iban a pasar desapercibidos ante el electorado la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la insultante Casa Blanca, el destrozo del tipo de cambio de 12.96 en 2012 a casi 20 por dólar y el desplome del crecimiento a 1.1% cuando Calderón lo entregó casi a 4%? ¿Y la enervante corrupción, los gobernadores rateros, la sospechosa cancelación del tren a Querétaro y el coraje de los chinos, los empresarios consentidos como OHL y Grupo Higa, el fraude electoral en Coahuila, la Estafa Maestra, el caso de Odebrecht, el irresponsable disparo de la deuda pública, los cien mil muertos, el escandaloso índice de homicidios, los 140 candidatos recientemente asesinados, la irritante quiebra de Pemex, el desplome de las exportaciones de crudo a menos de un millón de barriles diarios, el precio de la gasolina en 2012 a 10.36 pesos el litro y en 2018 casi 20 pesos, la indigerible salida de Carmen Aristegui y de Pedro Ferriz, dos voces silenciadas, la invitación a Donald Trump y la inseguridad pública?

López Obrador ha comenzado con el pie derecho al tranquilizar a los inversionistas mexicanos y extranjeros, a las casas calificadoras y a los mercados. Un sonoro bravo: no se pueden crear empleos productivos sin el concurso de los capitales ni se puede erradicar la pobreza sin la construcción de fuentes de riqueza. La operación cicatriz con los derrotados, con nosotros, los vencidos, quienes nos opusimos con argumentos al arribo de AMLO al poder, debe continuar. Va ser difícil olvidar cuando López Obrador nos llamó “pirruris” a quienes protestamos contra los secuestros durante su gestión como jefe de Gobierno, sin olvidar a los “señoritingos” ni a los “fifís” ni a sus intenciones de derogar la reforma educativa en un país de reprobados.

¿Ya no mandará al diablo a las instituciones ni ordenará rodear al Senado para evitar una votación opuesta a sus intereses ni tratará de recontratar a los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, una cáfila de burócratas extorsionadores y corruptos, ni comprará camionetas para instalar “diablitos” en Tabasco ni seguirá proponiendo el no pago de la energía eléctrica? ¿Ya no organizará marchas callejeras para imponer su voluntad y podrá escapar a las turbias facilidades del nepotismo? ¿Seguirá insistiendo que Fidel Castro, un execrable tirano, destructor de la economía cubana y asesino, “es un gigante a la altura de Mandela”? ¿Insistirá en la construcción de costosas refinerías cuando se fabrican en el mundo autos eléctricos?

Pondremos la lupa en la estrategia para ahorrar los supuestos 500 mil millones de pesos provenientes de la corrupción, en la reducción de los sueldos de los burócratas, objetivo contrario a lo dispuesto por la Constitución. ¿Cómo erradicará a los huachicoleros, a los asaltantes de trenes y al narcotráfico sin recurrir a la fuerza pública? ¿Ya no habrán más “Juanito’s Gate” para burlar abiertamente al electorado de Iztapalapa y se insistirá en el “pase automático” para estimular la mediocridad estudiantil sin violar la autonomía universitaria? ¿Cómo atacar el problema de la economía informal de la que depende la mitad de la población?

Aplaudo el principio “Primero los Pobres”, ¿cómo no estarlo?, sin perder de vista que los chinos llegaron a crear 300 millones de empleos en 15 años, en tanto Lula rescató a 28 millones en tan solo 8 años?

¿Cómo construir un Estado de Derecho con senadores como Gómez Urrutia o Nestora? ¿Por qué desechar la creación de un consejo ciudadano para nombrar al fiscal anticorrupción y garantizar su autonomía sin aceptar “sugerencias” de nadie, en lugar de una terna presidencial a modo sancionable por el Senado?

Bien por Urzúa, el nuevo secretario de Hacienda, cuando habla de “Cero déficit” y de evitar el endeudamiento del país. Buen comienzo del presidente López Obrador. Todos debemos saber que si a él le va mal, a México le irá mal, muy mal. Es la hora de apoyarlo sin abandonar la trinchera de la crítica razonada y constructiva. No lo abandonemos a suerte: México es nuestro.