19 de Abril de 2024

Sergio González Levet

Para Mar, mi hija, en sus más-menos 21

Paz el grande, Octavio el de siempre, nos dio su arte y nos dejó su modelo para decir cosas y decirnos cosas. Sí, Piedra de Sol es de todos y se presta para todo… hasta para cosas nimias y groseras como nuestras elecciones. De ahí su grandeza:

un candidato de cristal, un diputado de agua,

una alta elección que el viento arquea,

una encuesta bien plantada mas danzante,

un caminar de distrito que se curva,

avanza, retrocede, da un rodeo

y no llega siempre:

 

un caminar tranquilo

de priista o primavera sin premura,

aspirante que con los párpados cerrados

mana toda la noche promesas,

unánime presencia en oleaje,

ola tras ola hasta cubrirlo todo,

tricolor soberanía sin ocaso

como el deslumbramiento de los discursos

cuando se abren en mitad de la asamblea,

un caminar entre las espesuras

de la elección futura y el aciago

fulgor de la derrota como un ave

petrificando el bosque con su voto

y las despensas inminentes

entre los apoyos que se desvanecen,

horas de luz que pican ya los asesores,

presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un mitin súbito,

como el opositor cantando en el incendio,

una consigna que sostiene en vilo

al mundo con sus casillas y sus sufragios,

cuerpo de luz filtrada por un ágata,

votos de luz, vientre de luz, urnas,

roca electoral, boleta color de nube,

color de voto rápido que salta,

el mapache centellea y tiene cuerpo,

el ganador ya es visible por tu cuerpo,

es transparente por tu transparencia.

voy entre galerías de slogans,

fluyo entre los perifoneos resonantes,

voy por las candidaturas como un ciego,

un sufragio me borra, nazco en otro,

oh bosque de votantes encantados,

bajo los arcos de la casilla penetro

 

los corredores de una victoria diáfana”