23 de Abril de 2024

Manuel Zepeda Ramos

Arranca. Después de un tiempo record, nunca antes visto por personas de mi edad, empieza la hora de los resultados, mediatos ciertamente, avisados con tiempo.

Es de asombrarse. Menos de dos años después de que fueron anunciados, ante la incredulidad de propios y extraños -al lado de algunos propios que si creyeron, yo incluido-, la República responde ante el asombro del mundo.

Son reformas de resultados lentos, que nos quede claro. Cambiar lo que ya no servía, sirviendo así durante muchos años, lleva su tiempo.

Es como querer que un carro viejo al que le cambian el motor por uno nuevo, vuele como lo hizo cuando estuvo recién desempacado si antes no le revisas la dirección, los frenos, las llantas y el sistema eléctrico.

Los primeros escarceos se empiezan a dar.

 

Algunos analistas de opinión pública dan a conocer sus primeras encuestas. Sus resultados escandalizan y especialistas los secundan. El Presidente ha perdido popularidad en menos de dos años de gestión.

Para otros, esta pérdida de popularidad fue la estrategia seguida, necesaria, para poder tener buen puerto con las reformas. El repliegue del Presidente como mandatario de la Nación ante el buen funcionamiento del Pacto con los principales partidos políticos con tal de obtener los resultados logrados fue el precio: la pérdida de popularidad.

Peña Nieto hizo mutis ante el reclamo popular inducido por organismos gremiales que perderían posiciones políticas y económicas evidentes con lo que habrían de ser las reformas. Era el tiempo breve de los gremios que se resistían a perder prebendas de muchos años para intentar lo que fuera con tal de que no se aprobaran. El Presidente observó. Peña Nieto se replegó como lo hacen los estrategas.

Las reformas ahí están y han empezado a tomar forma y, con ella, el resultado mediato ofrecido. Es la espera de los beneficios para las mayorías lo que sigue; y se espera con ansias.

Es la nueva etapa en donde el funcionamiento del Presidente es puesto, otra vez, a prueba.

Es el precio de querer construir una nueva nación que vea al futuro.

Los chillidos también surgieron.

Calderón Hinojosa, desde su ostracismo, reclama que no recibió el apoyo de los partidos para hacer las reformas que él creía necesarias cuando estuvo en Los Pinos. Lo que le pasó al segundo presidente emanado del PAN acota la diferencia entre un estadista y un simple administrador de la nación. No tuvo la estatura para convocarla. Sí, para buscar popularidad combatiendo el crimen organizado y sus resultados obtenidos: más muertos que en Afganistán. Los partidos involucrados en sus reclamos le respondieron sin lugar a dudas y lo hicieron bien: Es el precio de no quedarse callado ante evidencias insoslayables que llevaron a su partido hasta el tercer sitio de popularidad.

Los funcionarios que habrán de implementar el funcionamiento de las reformas deben ser de calidad probada y honradez dispuesta. Lo contrario será castigado. Deben ser leales a su Presidente. La palabra empeñada por Peña Nieto es valiente y tiene visión de beneficio mayoritario.

Cuando las clases medias nacionales vean que efectivamente su recibo de luz llegó considerablemente más reducido lo mismo que el pago del gas, que el poder adquisitivo de la familia tiene mayor capacidad que antes y que sus hijos estudiantes de primaria saben leer mejor que cuando no podían, ese día la segunda etapa de las reformas habrá iniciado con muestras evidentes. Los resultados de ella habrán llegado para quedarse y las mayorías habrán de estar satisfechas.

 

Ese día va a llegar.