23 de Noviembre de 2024

Torre Latinoamericana emblema icónico

-Cumple 60 años la obra que es hito de la arquitectura del siglo XX; el proyecto de renovación requiere de más de 200 mdp

DE LA REDACCIÓN

Catalogada como inmueble con valor artístico por el Instituto Nacional de Bellas Artes, la Torre Latinoamericana que este sábado 30 de abril cumple 60 años de haber sido inaugurada, desde su origen fue considerada única por lo que representó como construcción en el suelo fangoso de la ciudad.

“Ha dado la sorpresa de que en el subsuelo de nuestra capital pueda desplantarse sin temores un gran rascacielos con todas sus galas”, publicó el 29 de abril de 1956 EL UNIVERSAL en un suplemento que destacaba la creación de la nueva edificación en el aniversario 50 de la compañía de seguros La Latinoamericana. Poco más de un año después, la obra pasó “su primera prueba” al resistir los embates del llamado Terremoto del Ángel

Ubicada en el perímetro A del Centro Histórico, en Madero y Eje Central, en medio de edificios coloniales y neoclásicos, la Torre Latinoamericana es un rascacielos único en la zona, con 44 pisos, tres sótanos, sin estacionamientos y sin aire acondicionado, y más bien apoyada en su sistema de ventanas que le da una iluminación privilegiada. Era muy contrastante en una época en la que eran pequeños los edificios y predominaba el concreto. Llegó como una obra ligera, un modelo de arquitectura híbrido, una estructura que, a la manera de una pirámide, guardaba mayor peso en la base y se hacía estrecha en los pisos superiores.

El proceso de ingeniería que se aplicó en la Latino fue pionero en el mundo al integrar teorías de construcción que siguen siendo la base de todas las edificaciones que se construyen en México. El ingeniero residente de la Torre Latinoamericana, Víctor Hugo Ariceaga Paredes, explica las tres teorías que se unieron en la construcción, las cuales antes se aplicaban por separado:

“La flotación: ante la existencia de agua ésta se aprovechó para que hiciera las veces de casco del barco y que, de esa manera, flotara el edificio. La segunda es el apoyo directo: si tenemos estratos resistentes entre los estratos débiles (unos de grava y otros de arcilla) había que apoyarse en los resistentes. La tercera es la compensación de masas: se hizo una excavación y el peso de esa masa que se retiró se compensó con el peso del edificio”.

El ingeniero señala que hoy, cualquier rascacielos en la ciudad, tiene este mismo principio. “Fue la primera vez que se combinaron en el mundo esas teorías. La torre es un parteaguas en ingeniería en el mundo”

Sobre esta historia abunda el arquitecto Lorenzo Álvarez, nieto del arquitecto constructor de la obra Augusto H. Álvarez: “Leonardo Zeevaert (uno de los ingenieros constructores) invitó al ingeniero Nathan M. Newmark como consultor; después de la torre, Newmark se convirtió en la referencia mundial en construcción de suelos sísmicos. Se demostró que con la metodología de Newmark se podía construir en ese tipo de suelo y por eso se le agregaron otros pisos, primero iba a ser de 27 y luego quedó en 44. La torre fue la demostración de que la teoría de cálculo de Newmark funcionaba”.

Ocupada en un 90%, de acuerdo con el director de la torre, Pedro Fossas Alcocer, los primeros siete pisos del edificio son propiedad de Carlos Slim; del 8 al 15 son de La Latinoamericana Seguros; del 16 al 35, de Inmobiliaria Torre Latinoamericana, y del 36 hasta el 44, de Inmobiliaria Miralto, donde está la parte turística.

Hasta el piso 36 operan oficinas de abogados, arquitectos, empresas de celulares y computación, un salón de belleza, dos dentistas, consultorios médicos, un banco, un gimnasio, dos pisos de oficinas compartidas (coworking).

Del 36 hasta arriba, en la llamada área turística, existen dos museos: el de la Ciudad de México, donde se exhiben fotografías de momentos clave en la historia de la capital junto a piezas prehispánicas encontradas durante la excavación del sitio; un segundo museo, del Bicentenario, contiene una colección de imágenes y objetos alusivos a la Independencia, el siglo XIX y la Revolución, entre estos una espada de Agustín de Iturbide; la colección de este museo es de Rodrigo Amerlinck, presidente del consejo de la Torre. Allí también opera un restaurante, el mirador y el telepuerto.

“El mirador recibe al año más de 500 mil visitantes. La torre tiene cerca de dos mil personas diarias en promedio, sin incluir a los visitantes al mirador; la población de empleados es de 700 personas. En el mirador podemos llegar a tener en un día tope cinco mil visitantes, el récord se marcó en un día de la Semana Santa pasada: 5 mil 100 personas en el mirador”, comenta el director. El origen de los visitantes es: 20% turistas extranjeros, 40% de otros estados de México y 40% son residentes de la ciudad.

La conservación. La Latinoamericana no es el edificio más alto de México, desde 1972, con el entonces Hotel de México (hoy WTC) dejó de serlo. Sí es el más emblemático, fotografiado e icónico, dice el director Fossas: “Es un edificio icónico, un emblema en esta ciudad y del país. Un punto de referencia. Nació icónico y sigue siendo icónico. Llegamos a los 60 años con mucho orgullo”. 

La torre está lejos de ser de los más cotizados en su renta; dice el director que el costo por metro cuadrado es de $170, cifra distante de la que llegan a tener edificios del corredor Reforma o de Santa Fe, que llegan a U$36.