-Mientras recorres el canal apaciblemente, unas muñecas sucias y tétricas aparecen a la vista, y a lo lejos escuchas una mujer que se lamenta por sus hijos
Por Naldy Rodríguez
A una hora de distancia de los vestigios de los Carmelitas Descalzos, por las aguas del canal de Xochimilco ronda el ajolote, anfibio endémico, que dicen que cura mil y una enfermedades, con su leyenda prehispánica.
Este “pedacito” de la CDMX es hoy en día Patrimonio Cultural de la Humanidad que conserva uno de los sistemas de cultivo más antiguo: chinampa, pequeñas islas en medio del lago donde se siembra 12 diferentes tipos de lechuga, rábano, betabel, quelites y una gran variedad de flores.
A lo largo de ese canal de 180 kilómetros, instalado desde hace 232 años, nace y crece el ajolote, el “alimento de la humanidad” desde la época de los Mexicas cuando de ser un Dios se convirtió en el monstruo del lago por no querer trabajar ni competir contra Teotihuacán y Nanahuatzin.
“Es endémico y ahora escaso, se dice que regenera y es bueno para las vías respiratorias. Ese ser vivo está en los canales de Xochimilco”, explica la antropóloga María Teresa Herrera Ortiz, quien también se encarga de capacitar a las “flores más bellas del ejido”, las jóvenes que representan a cada delegación en un concurso anual y después representan a la Ciudad de México en atrás latitudes.
Pero volvamos a Xochimilco. Con 17 barrios y más de14 pueblos, conserva muchas historias de la época prehispánica y de la fundación de la Ciudad de México, quizá la que más se ha transmitido de boca en boca es la de “La Llorona”.
Mientras se observa la vendimia de elotes, diademas, flores y se escucha la música de marimba, mariachi, salterio y la redova, la mujer vestida con ropa tradicional relata que La Llorona prehispánica no llora solo por sus hijos sino por toda la humanidad.
“La Llorona es deidad de Xochimilco, que quiere decir mujer serpiente, es la creadora del género humano… Llora de impotencia de decir ‘pobres de mis hijos’, por la humanidad que comete errores”, rememora.
La historia de la mamá de xochimilcas fue desvirtuada por los Franciscanos, quienes llegaron a decir que su alma penaba por matar a sus hijos. En lo que sí coincide es que aún se le puede oír por los extensos canales. Si se escucha lejos puede ser presagio de que habrá una gran muerte de personas y si el lamento es cerca, un familiar o ser querido podría perder la vida.
Las más de mil trajineras no paran los 365 días del año, en cualquier horario y además de la diversidad de color, sonidos y sabores, otro atractivo es la “Isla de la muñeca”, con sus sucias y lúgubres caras de niña.
El padre de todas esas figurillas ya murió, dicen que en el mismo lugar donde una pequeña perdió la vida años atrás al caer una trajinera. En ese mismo sitio fue encontrado sin vida en el 2004 don Julián.