Agencias
Esto
Fueron tantos los goles que Santiago Giménez anotó en el Feyenoord Stadium que algo en el ambiente parecía propicio para que mexicano marcara su primer gol con el Milan, en Champions. La visita a su antiguo equipo, apenas tres semanas después de su traspaso, alimentó la narrativa que supone la famosa ley del ex y esas cosas que tiene el futbol y que tanto enamora a los fanáticos. Lamentablemente, la noche soñada para atacante quedó en el terreno de la especulación y quedó lejos de marcar la diferencia, no tanto por él, sino porque el Milan batalló para imponer su juego y responder al gol tempranero de Paixao, el que marcó la diferencia en la ida de los playoffs y puso el 1-0 a favor del Feyenoord.
Cuesta trabajo mirar la alineación del Milan y no sorprenderse. En la fugacidad del mercado invernal, el conjunto rossonero le dio brillo a su plantilla y nombres como el Kyle Walker, Joao Felix complementaron a figuras como Rafael Leao y Christian Pulisic. La llegada de Gimenez también puede contemplarse en ese apartado de bombazos, porque el mexicano llegó al Milan con un cartel y con el potencial de ser un jugador de impacto inmediato.
Por lo mismo, no sorprendió su titularidad. El “Bebote” ya había dado asistencia y marcado un gol en los pocos minutos que le habían dado y el escenario reclamaba su presencia. No fue un partido fácil, sin embargo, porque el Milan se vio sorprendido por el dinamismo del Feyenoord y porque una lluvia inclemente hizo de los primeros minutos un volado.
La localía, o la atmósfera, impulsó a los neerlandeses. El vértigo que supone los desbordes de Paixao por la punta izquierda es capaz de meterle miedo a cualquiera. Incluso a Walker, tan acostumbrado a las grandes batallas. Fue en una de esas que el brasileño encaró y sacó un disparo envenenado. Era el minuto 3, cuando más fuerte caía la lluvia. El balón iba raso y el bote descolocó a Maignan, que no pudo controlar el esférico y vio cómo la suerte le jugaba en contra.
El tanto cayó tan rápido que el Milan tardó un tiempo en enchufarse. Ni Leao ni Pulisic ni Felix lograban generar desequilibrio y Santi parecía perdido en un desierto. Muy solo al frente, a la espera de un balón. Fue hasta la media hora que los italianos espabilaron, no con demasiada fuerza, pero sí lo suficiente como para incomodar. El más activo en esa misión fue Rafael Leao, un futbolista tan veloz como impreciso. El poitugués encaró en par de ocasiones pero andaba desajustado en el tiempo y sus disparos siempre fueron contenidos por la zaga. La más clara supuso un mano a mano que tardó en definir y desperdició la carrera de Gimenez, que acompañaba la jugada, aunque no con mucha fe.