- A unos años de cumplir tres siglos de construida
Agencias
San Pablo Coapan
En medio del bosque verde que caracteriza la región de San Pablo Coapan, que este mes de octubre también se hace acompañar del color naranja de la flor de cempasúchil, sobresale a lo lejos la torre de la iglesia de Santa María Magdalena.
Construida a mediados del siglo XVIII, cuando la población del mismo nombre se encontraba habitada y en pleno desarrollo, sus ruinas dan cuenta del florecimiento y la decadencia causada por una pandemia que asoló la región en el siglo XIX.
Historias que traspasaron el tiempo en estos casi 300 años, contadas de padres a hijos, aseguran que bajo la iglesia fueron enterrados los cuerpos de las víctimas de la enfermedad.
Los orígenes de San Pablo Coapan
Demy Martínez, habitante de la vecina población de San Pablo Coapan, que hoy cuenta con casi dos mil habitantes, relata que el origen de esta población se ubica en lo que fue Santa María Coapan, que fue atacada por una epidemia de fiebre española.
Los enfermos eran llevados al templo, que hoy se encuentra en ruinas y del que a la fecha sobreviven sus fuertes paredes de piedra y su torre.
Comenta que en aquella época el único remedio para los enfermos era la infusión de hoja de plátano o de higuerilla, con lo que bajaban la temperatura corporal de las personas, pero hasta ahí.
Ante la falta de un método más efectivo, la gente moría y era sepultada en los bajos del templo. En poco tiempo la población fue diezmada y solo dos familias lograron escapar, refugiándose en la vecina San Pablo Coapan: “Nosotros somos parte de esa descendencia de Santa María Coapan”.
Bien conservada
Raymundo Flores López, encargado del mantenimiento de las ruinas de la iglesia, señala que cuando asumió dicho cargo hace diez años, la edificación estaba completamente abandonada, rodeada de monte, y con el apoyo de diez voluntarios se ha logrado su conservación.
“¿Por qué conservarla?, porque es parte de lo que dejaron nuestros antepasados, aquí era un pueblo, nuestros abuelitos nos cuentan que el pueblo se acabó por la enfermedad, se enterró a mucha gente, y todo se acabó, todo se abandonó, por eso hemos venido trabajando con los señores, y está así, conservada”.
No obstante reconoce que año con año hay deterioro y si no se hace nada esta joya arquitectónica se destuirá.
Sin apoyo
Sin embargo reconoce que en todo este tiempo el grupo ha carecido de total apoyo para realizar estos trabajos y el sitio se mantiene bien cuidado a base de “pura faena”.
En tanto que quienes les aportan algunos ingresos son los visitantes o turistas que llegan a este lugar, con 50 o 100 pesos, “por eso nos da gusto que nos visiten, el poquito que nos dejan es para mantenimiento, para componerle tantito aquí, para resanar acá, si no el día de mañana se va a acabar, por eso estamos aquí”.
Flores López comenta que aunque se pidió el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y vino una restauradora, con la llegada de la pandemia de Covid-19 les pusieron muchas trabas, tuvieron que tocar muchas puertas, trasladarse al puerto de Veracruz donde se ubican las oficinas centrales de la delegación estatal, y aunque les decían que si a sus peticiones de conservación, la verdad es que “no nos hacían caso…”.
Segundo festival de la flor de cempasúchil
Por último y con motivo del “Segundo festival de la flor de cempasúchil”, que se llevará a cabo los días 22 y 23, 29 y 30 de octubre, y se esperan cientos de turistas, se envió un oficio al INAH para reforzar la seguridad de los visitantes, así como al ayuntamiento de Naolinco, dependencias que le entregaron sello de recibido.
Esto porque la visita a la iglesia de Santa María Magdalena forma parte del programa de actividades del festival, que incluye un recorrido por los campos de flor de cempasúchil, un espectáculo de Xantolo y representaciones artísticas.