* Según la tradición, el 29 de septiembre, San Miguel Arcángel les abre las puertas del cielo
Redacción
Naranjos
Aunque hablar del Día de Muertos o Todos Santos nos remite al 31 de octubre o al 1 y 2 de noviembre, de acuerdo a la más pura tradición huasteca el 29 de septiembre es la fecha dedicada a la confección de los primeros altares, aún no tan vistosos, así como a la elaboración también de los primeros tamales, generalmente de calabaza, frijol de chivo y pipián.
Según las creencias, el 29 de septiembre, Día de San Miguel, inicia el regreso de las ánimas a la tierra, ya que es cuando el arcángel les abre las puertas del cielo por primera vez para que bajen a visitar a sus familiares, por lo que en cada hogar deben encenderse dos veladoras para guiar a los difuntos al lugar donde se les espera.
Esta festividad está marcada por varios momentos desde finales de mayo, cuando las familias indígenas compran cerdos y aves para su engorda y posterior venta, o el 29 de junio, en que se lleva a efecto el cultivo de las flores de cempasúchil (cempoalxochitl) y mano de león (mistonmaitl) en las milpas, con las que posteriormente se adornarán los altares.
El 18 de octubre, Día de San Lucas, se coloca una segunda ofrenda, ya con fotografías de los fieles difuntos, imágenes religiosas, chocolate, dulces, pan, refrescos, aguardiente, café y, por supuesto, más tamales. Es además la hora de cortar los racimos de plátanos verdes en espera de que maduren a fin de mes y de moler el cacao necesario para la elaboración del chocolate.
Desafortunadamente, algunas de estas costumbres se han ido perdiendo con el paso del tiempo, aunque en algunas poblaciones aún se siguen llevando a la práctica, como es el caso de las comunidades de Amatlán, Zaragoza y Galeana en Naranjos-Amatlán y localidades de municipios vecinos como Tamiahua, Tancoco, Chinampa, Tamalín, Citlaltépetl, Ixcatepec y Tepetzintla, entre otros.
