La revolución rusa, como muchas otras, tiene dos líderes: el ideólogo y el caudillo. El primero abre el camino para inspirar el derrocamiento del régimen imperante y el segundo se impone por la fuerza y preserva el poder aun a costa de sus aliados.
En los primeros años de la convulsa revolución rusa, una vez derrocada la monarquía Romanov, inició la lucha interna por el poder, que llevó irremediablemente a la confrontación entre sus líderes, las purgas, exilios siberianos y finalmente al exterminio de opositores.
León Trotsky fue uno de los principales artífices del éxito de la revolución bolchevique al comandar el ejército rojo que condujo a la victoria del proyecto leninista.
Pensador, escritor y elocuente orador, la fuerza de su personalidad ilustrada contrastaba con el recio carácter de Stalin. Su participación en el grupo diplomático que logró el histórico tratado Brest-Litovsk en 1918, dio por concluida la participación rusa en la Primera Guerra Mundial y contribuyó decisivamente a la victoria ante la contrarrevolución.
El modelo de gobierno de Trotsky proponía una dialéctica dinámica de la revolución proletaria a nivel internacional, expuesta en el libro La Revolución Permanente, publicado en 1929.
A la muerte de Lenin, la pugna por el domino político sustentada en las divergentes interpretaciones doctrinarias de la ideología marxista originó una confrontación irreconciliable entre Joseph Stalin y León Trotsky.
Destituido de sus cargos y después de la reclusión obligada por Stalin en Kazajistán, Trotsky fue exiliado y viajó a Turquía, y desde Constantinopla (hoy Estambul) divulgó escritos de contundente impacto.
Rechazada su solicitud de asilo en Alemania, su éxodo lo llevó a vivir en Francia unos años y en Noruega hasta 1936. La persecución no cesaba.
Fue entonces que el presidente de México, general Lázaro Cárdenas, dio el beneplácito para otorgar el asilo a Trotsky y a su esposa, Natalia Sedova. En esos tiempos se pensaba que la afinidad ideológica del general Cárdenas con el Kremlin atenuaría las hostilidades contra el distante exiliado.
En esos años los liderazgos y modelos de gobierno en boga contrastaban entre un capitalismo que se recuperaba de la Gran Depresión, el fascismo que emergía en Europa y el socialismo ruso.
La presencia de Trotsky en México tuvo impacto en los círculos culturales y políticos de izquierda. La relación con Diego Rivera y Frida Kahlo ha sido ampliamente conocida, así como las diferencias con David Alfaro Siqueiros que, alineado con el régimen de Stalin, participó en un atentado del cual Trotsky salió ileso.
Las amenazas ordenadas desde Moscú no cesaron. Fue el 20 de agosto de 1940 que el misterioso personaje Ramón Mercader logró abrirse camino entre los allegados a Trotsky para asesinarlo.
A su muerte, sus ideales quedaron truncos, pues proponía que el socialismo sin democracia es imposible. La Dictadura del Proletariado sólo quedó en dictadura. La Unión Soviética no volvería a ser la misma y el mundo de entonces, tampoco.