25 de Abril de 2024

CONDENADOS POR LA MEDIOCRIDAD LEGISLATIVA Y POLÍTICO-ELECTORAL

ÓSCAR MARIO BETETA

Dos desgracias envuelven y arrastran a México. Una apunta a ser temporal, la otra parece permanente; de una podremos salir, en la otra más nos podemos hundir.

Los daños que dejará la pandemia, que de algún modo y en cualquier situación algún día serán superados, son incomparablemente menores respecto de las desgracias que seguirán azotando a México con, y por la clase político-legislativa que hace todo para recrearse y perpetuarse en el poder, como lo ha hecho siempre.

La macrocrisis económico-sanitaria, que ha derivado en múltiples vasos comunicantes como microcrisis que se manifiestan en todas las esferas de la vida nacional, y que por fortuna en algunas ya hay indicios de recuperación, al final arrojará pésimos saldos generales que en el porvenir serán considerados datos de una mala época, a la manera como los registra la historia.

En cambio, los gobernantes que por generaciones han estado en el escenario no para servir a la sociedad, como pontifican, sino para servirse de ella, constituyen un fenómeno y un problema estructucultural cada vez más desnaturalizado que se evidencia con mayor crudeza día tras día, mirando únicamente al objetivo de acceder a, mantenerse en, y preservar el poder público indefinidamente para su exclusivo beneficio.

La realidad político-electoral que vive el país ahora y que apenas deja ver la descomposición que en estos tiempos se expresa en los extremos, pero que los tocará en todas las formas durante los días que faltan para las elecciones, se aprecia nítidamente en la vergonzosa actuación de los legisladores que, en su mayoría, se exhiben ignorantes, toscos, impreparados y negados a defender las causas por las que fueron elegidos. No usan la potestad que les fue delegada para defender la soberanía popular que encarnan; la esgrimen mirando solamente a su conveniencia.

Esos falsos representantes del pueblo, que atienden ciegamente a los actores y factores a los que deben el cargo y a los que servilmente procuran complacer siempre, son una lápida que seguirá cargando la sociedad después de los próximos comicios.

Ellos y los burócratas, cuya suerte laboral depende de su capacidad de obediencia y de abyección al superior, son parte de la miseria política y la degradación nacional que se expresa en múltiples direcciones, se refleja en toda su dimensión y cancela cualquier posibilidad de mejorar, en un proceso involutivo que hace de la democracia mexicana una pésima obra teatral.

Ese espectáculo se gesta ya por la ambición de la mayoría de los diputados que ahora forman la LXIV Legislatura quienes, sin mérito ni crédito, pretenden reelegirse con el impulso del partido al que muchos arribaron sin el menor rubor, traicionando ideología, principios y propósitos que habrían tenido en otros partidos.

Su continuismo se posibilitará por todas las prácticas políticas conocidas, ante lo cual la ciudadanía se halla, por ahora, en estado de impotencia, indefensión y frustración, pero a lo que deberá buscar un cambio, exigiendo transparencia real y absoluta rendición de cuentas.