24 de Abril de 2024

UN POLÍTICO COMO TÚ

ESTEBAN ILLADES

Este fin de semana se llevaron a cabo las elecciones legislativas de El Salvador. El partido Nuevas Ideas, impulsado por el presidente Nayib Bukele, parece haber conseguido la mayoría necesaria para concretar cambios constitucionales. No sólo eso: conforme al marco legal salvadoreño, tampoco tendrá mayor problema para nominar a cinco integrantes de la Corte Suprema de Justicia. En pocas palabras, la nueva fuerza política salvadoreña está a nada de hacerse de los tres poderes del país.

Según diversos reportajes a ras de suelo en el país centroamericano, la popularidad de Bukele estriba de varios factores: habla como una persona común y corriente, es un maestro de las redes sociales y ha perfeccionado el enfoque de “nosotros contra ellos”. El eslogan que lo llevó a la presidencia es efectivo y sencillo: “Devuelvan lo robado, El Salvador lo necesita”. ¿Devuelvan quiénes? Ustedes los corruptos. ¿Quién lo necesita? El país, el pueblo.

No importa que bajo su mandato, que comenzó a mediados de 2019, el presidente haya sido duramente criticado por sus métodos –hacinar a reos de pandillas distintas en las mismas celdas; llevar fuerzas armadas al Congreso para exigir un mayor presupuesto; ignorar la ley electoral que prohíbe hacer campaña el día de la elección–, su aprobación está por los cielos. Ningún mandatario en el continente es tan querido por sus ciudadanos.

Al mismo tiempo, una nueva ola de políticos conspiracionistas ha tocado tierra en Estados Unidos. Si bien es cierto que Donald Trump perdió la elección presidencial de noviembre pasado, su movimiento logró colocar a varios extremistas en el Congreso. Marjorie Taylor Greene, representante del distrito 14 de Georgia, es su quintaesencia: ha negado las matanzas de Sandy Hook –donde un tirador solitario asesinó a 20 niños de entre seis y siete años– y es ferviente seguidora de QAnon, el movimiento masivo cuyos integrantes piensan que existe una red internacional de canibalismo originada en su propio gobierno. Sus credenciales para militar en el “nosotros contra ellos” son simples: es una persona que fue dueña de un pequeño negocio de renovación de casas; en tiempos más recientes se ha dedicado a ser “influencer” de CrossFit, un estilo de ejercicio de gran popularidad.

En primera instancia, parecería que Taylor Greene y Bukele tuvieran poco que ver entre sí. Pero el ascenso de la representante estadounidense coincide con el crecimiento de Nuevas Ideas en El Salvador: en ambos casos se trata de políticos que se presentan como comunes y corrientes, y que tienen una habilidad innata para conseguir publicidad gratuita en los medios. Bukele lo hace a través de su uso de Facebook, TikTok y Twitter: sus mensajes son replicados sin tener que pagar por amplificación. Taylor Greene utiliza una estrategia incluso más orgánica: hace unos días habló desde la tribuna de la Cámara de Representantes con un cubrebocas negro que decía: “Esta máscara es tan inútil como Joe Biden”. Cobertura regalada a raíz de unas letras pintadas en un cubrebocas.

Ambas maneras de interactuar son notables –por más que sus mensajes sean nocivos–. No requieren de dinero o inversión de algún tipo; son expresadas de forma tan sencilla que dan la impresión de que cualquiera podría hacer lo mismo. Y he ahí el punto toral: al dar la impresión de que cualquiera puede hacer lo que ellos hacen, dan la impresión de que cualquiera puede ser político. Cualquiera puede tener ese nivel de aceptación y ser así de admirado. Pero funciona al revés también: si cualquiera puede ser como ellos, ellos pueden ser como cualquiera. Pueden ser ciudadanos ordinarios en el gobierno, que entienden lo que “el pueblo” quiere. Es la fantasía de que la ciudadanía toma el control de la política.

Nada más lejano de la realidad: ambas son máquinas de publicidad que buscan avanzar sus propios intereses. Sea el caso del dominio absoluto de los tres poderes –El Salvador– o el del avance de la derecha fascista en la política –Estados Unidos–. Pero el manto de la “política ciudadana” los protege.