16 de Abril de 2024

Djokovic, líder negativo

PAOLA ROJAS

Este fin de semana se fue finalmente de Melbourne. Un tribunal autorizó la cancelación de la visa del tenista serbio Novak Djokovic y su deportación. Perdió así la oportunidad de conquistar su décimo triunfo en el Abierto de Australia y de convertirse en el más exitoso del mundo con 21 Grand Slams.

Desde que llegó a ese país la semana pasada empezó la polémica, y es que entró sin estar vacunado contra Covid-19. Le otorgaron la autorización con el argumento de que, como recientemente tuvo la enfermedad, contaba con anticuerpos. Sin embargo, nadie tiene acceso a ese privilegio en Australia. Si no estás vacunado, no entras y punto. Las medidas han sido estrictas, por lo que la excepción generó mucha indignación entre la población que estuvo confinada durante meses y que teme que las restricciones regresen ante el brutal aumento de los contagios generados por ómicron.

El asunto puso en el centro del debate la obligatoriedad de la vacunación. De hecho, ese fue uno de los argumentos de las autoridades australianas para deportarlo. Alex Hawke, representante del Ministerio de Inmigración en el proceso contra el tenista, dijo que su permanencia era “una amenaza a la salud y al orden públicos porque, además de avivar el sentimiento antivacunas, podía alentar a la gente a imitarlo en la violación de las medidas contra el Covid.”

Vacunarse no es forzoso en todo Australia, pero el Departamento de Salud planteó que “los estados y territorios pueden establecer que la vacunación sea obligatoria en determinadas circunstancias. Por ejemplo, para algunos tipos de empleo y para algunas actividades comunitarias.” Hay muchas personas que han perdido sus empleos por negarse a ser inmunizados; hay quienes han cerrado sus negocios porque no les rentan locales; hay los que han dejado de frecuentar a amigos y familiares porque la sociedad excluye a los no vacunados. Todo eso ha generado inconformidad, protestas y manifestaciones, que crecieron con este caso.

Además de alimentar la polarización a nivel global en un momento tan complicado de la pandemia, Novak Djokovic mintió. No solo registró información incorrecta en el formulario para acceder a Australia, también ocultó que estaba contagiado de Covid cuando otorgó una entrevista a L’Equipe en Belgrado. No tuvo ningún reparo en poner en riesgo la salud del reportero y de todo el equipo del medio francés que lo acompañó. De ese tamaño es su irresponsabilidad.

El tenista número uno del mundo puede argumentar que él es libre de decidir si se vacuna o no, pero ¿puede plantear que es libre de dar una entrevista estando contagiado sin advertírselo a nadie? La libertad tiene un límite. Conversar con un reportero sin mascarilla en esas circunstancias es exponer a muchas personas a adquirir una enfermedad que puede ser letal. Se trata de un atropello cuyas consecuencias se multiplican al tratarse de un icono mundial del deporte.

“Estoy muy decepcionado”, dijo Djokovic al irse de Australia. No es el único de que se siente así. También muchos de los que seguimos atentos su ascenso en el tenis nos sentimos muy decepcionados. Es triste ver que un ídolo como él no está a la altura fuera de la cancha.

Su ejemplo puede llevar a muchos a actuar con la misma irresponsabilidad. Todo líder debe saberlo y actuar en consecuencia. Es imposible saber cuántas vidas costará su necedad.