20 de Abril de 2024

Taiwán: ¿Qué podría salir mal?

BRENDA ESTEFAN

Tras las repetidas advertencias de Pekín a Estados Unidos, previas a la visita de Pelosi a Taiwán, era evidente que el viaje de la legisladora estadounidense tenía enorme potencial para traer serios problemas geopolíticos.  

Cuando los comunistas tomaron el poder en Pekín, en 1949, lo que quedaba del gobierno y defensores de la República de China huyeron a refugiarse en Taiwán. Desde entonces, de facto, existen dos estados chinos: la República Popular China y la República de China, que todavía se llama oficialmente así, pero es conocida internacionalmente por el nombre de la isla en la que se encuentra: Taiwán.  

En 1979 Washington otorgó a Pekín el reconocimiento oficial que hasta entonces tenía Taiwán. Pero en paralelo, el Congreso estadounidense aprobó la “Ley de Relaciones con Taiwán” a través de la cual Washington se comprometió a seguir apoyando las capacidades de defensa de la isla, considerada por Pekín como una provincia rebelde.  

Desde finales de la década de los ochenta Taiwán ha evolucionado de una dictadura a una democracia vibrante. La isla es una de las democracias políticamente más estables de Asia, situación que preocupa a China, que lo considera un desafío a su control político. 

El director de la CIA, William Burns, señaló hace algunas semanas que “no se trata de si China va a invadir Taiwán sino de cuándo lo hará”. No hay duda de que ese riesgo ha aumentado significativamente durante el gobierno de Xi Jinping, que aspira a obtener un mandato adicional, de 5 años, en el marco del XX Congreso del Partido Comunista Chino a celebrarse en unas cuantas semanas. El poderoso líder ve la “reunificación” como una “misión histórica” y ha señalado que esta sucederá en la actual generación.  

China obliga a cualquier país que quiera tener relaciones diplomáticas con Pekín a no tener contactos oficiales con Taiwán. Se habla del “Principio de una sola China” de la cual Pekín se erige como único representante legítimo. Bajo la presión del gobierno chino, Taiwán fue expulsado de la ONU y actualmente solo catorce países mantienen relaciones diplomáticas con la isla. 

Con fines de disuasión, Estados Unidos históricamente ha mantenido una política de “ambigüedad estratégica” respecto a cómo reaccionaría a una posible intervención china en territorio taiwanés, pero Biden ha hecho declaraciones que van más lejos, calificando de “obligación” la defensa estadounidense de Taiwán. 

El general Douglas Mac Arthur describió alguna vez a Taiwán como el “portaaviones insumergible” de los Estados Unidos. Está claro que si Taipei cayera en manos de Pekín, Washington perdería credibilidad entre sus aliados estratégicos de la región como Japón y Corea del Sur o incluso con aquellos del Pacifico como Australia y Nueva Zelandia. Mientras que para Pekín, Taiwán simboliza no solamente una deuda con la historia sino también un componente importante en la expansión de su poder hacia el Pacífico.  

Contrario a lo que diversos analistas auguraban hace algunos años, el poder chino se ha consolidado en el mundo sin que ello haya venido aparejado de un camino a la democracia, Hoy es muy claro que las grandes potencias no son forzosamente democráticas y que el liberalismo occidental no es la vía que todos terminarán por seguir. Visiones divergentes gobiernan a los gigantes de la política global, regresando al mundo un tufo de guerra fría en el cual la geopolítica ha vuelto a ocupar un lugar central del debate público.  

Pero la decisión inicial de la inoportuna visita de la líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a Taipei se inspiró más en motivos personales que en un balance de la situación geopolítica global. Un tercio del electorado de la congresista es asiático-estadounidense, la mayor parte de ellos pro Taiwán, y enfrentarse a China ha sido para la demócrata parte de su identidad política durante años. Al planear la visita, Pelosi priorizo su “legado” y elevó la tensión entre las dos grandes potencias en un momento sumamente inoportuno. Una vez que, desde Pekín, se multiplicaron las advertencias respecto al viaje, el gobierno de Biden no tuvo otra opción que cerrar filas en torno a la presidenta del Congreso, no podía dejar que China, su gran adversario, marcara una línea roja al actuar de la líder del poder legislativo. Pero no cabe duda que este viaje no estaba en los planes de la Casa Blanca y no ha hecho más que traerle a Biden dolores de cabeza. 

Las reacciones de Pekín no se hicieron esperar. Tras un sinnúmero de mensajes de oposición al viaje, el gobierno de Xi Jinping tenía que mostrar firmeza. Se registraron ciberataques importantes a los sitios del gobierno taiwanés; enormes maniobras militares, simulando un bloqueo de Taiwán, comenzaron el jueves y si bien debían terminar el domingo se han extendido hasta el momento de escribir este artículo aumentando los riesgos de confrontación militar accidental. Pekín también impuso sanciones a más de un centenar de productos taiwaneses, así como a Pelosi y a su familia, y suspendió una serie de negociaciones y mecanismos de cooperación entre China y Estados Unidos, en particular en materia de cambio climático. 

Xi Jinping busca fortalecer el apoyo a su proyecto al interior del Partido Comunista Chino porque si bien nadie duda que obtendrá un tercer mandato, se ha desatado un debate sobre si podrá hacerlo con sus aliados al interior del partido o si tendrá que incluir a algunos de sus “detractores” para lograrlo. De manera que la presión que vive el líder chino para mantenerse firme de cara a Estados Unidos respecto a Taiwán es más fuerte que nunca.  

Nada bueno vendrá del paso de Pelosi por Taipei. Aunque poco probable, un enfrentamiento en Taiwán tendría repercusiones colosales, se trata de la economía número veintidós a nivel global, industrialmente bien desarrollada y fuertemente entrelazada con la economía mundial. Más del 50% de los escasos semiconductores, componentes básicos en la era digital, provienen de la isla. Pero más allá de ello, la crispación de las relaciones sino-estadounidenses no ayuda en nada a la estabilidad y la prosperidad del mundo. 

Este viaje no ha sido un acto de equilibrio de fuerzas entre Estados Unidos y China sino una complicación más en un momento de enorme tensión geopolítica global.