28 de Marzo de 2024

El debate puede esperar

Por Ángel Álvaro Peña

Cada debate fuera de los programados por el INE representa una publicidad que los candidatos hacen al anfitrión. Los debates no son el fin sino el medio para que las grandes empresas puedan publicitarse con el pretexto de la presentación de sus propuestas, aunque desde hace muchos años en los debates no hay propuestas sino descalificaciones e insultos.

Basta con que uno de los candidatos muestre una cartulina con algunas encuestas para que el público crea que esos datos son ciertos, el contendiente descalificado queda desarmado, sin forma de defenderse. Los datos son contundentes aunque se hayan elaborado en las oficinas de cualquiera de los candidatos.

Ante la inminente derrota y la posibilidad de desgastar al enemigo el candidato al que le habían puesto el sobrenombre del mejor preparado, ahora reta a sus contrincantes como si se tratara de enemigos a muerte con un vocabulario digno de las mejores peleas callejeras de barrio bajo. Ahora solo le falta alburear al que quiere un México chingón.

La realidad es que ahora el tercer lugar solo deberá rescatar su competitividad a través de descalificaciones a Andrés Manuel y a Ricardo Anaya, no puede competir con argumentos y menos aún con propuestas porque su gran proyecto es la continuidad, él mismo lo aseguró orgulloso, porque no importa que sea o no priista, la esencia de la privatización del país la lleva en sus venas, de ahí que surja de un equipo de funcionarios públicos que tienen como génesis el ITAM y su líder es Luis Videgaray, quien colocó a varios de sus pupilos en puestos clave. Otro ejemplo de la estrategia de Videgaray es su alumno y amigo Armando Ríos Píter, quien desde una aparente independencia, fortalece al gobierno federal, al PRI y a la continuidad.

Hasta la fecha no hay una invitación que hayan tomado en cuenta en las casas de campaña de quienes sí quieren un debate fuera del PRI. A quienes no les importa hacerle el caldo gordo a alguna empresa privada. Lo mismo puede ser un hotel, un restaurante o una televisora, en todos los casos el logotipo de ese lugar lucirá más grande que el de los partidos políticos cuyos candidatos buscan un puesto importante de elección popular.

Así, para la iniciativa privada puede haber tantos debates como acepten los candidatos, así sean 10 al día, mismos que realizarán sin ningún miramiento. Para los candidatos que van perdiendo les resulta igual estar todo el día frente a los reflectores que ninguno. Los resultados electorales son los mismos. Ahora, su labor en tiempos de silencio consiste en llamar a pelear a Andrés Manuel López Obrador, quien se ajusta a asistir sólo los debates oficiales y no tiene por qué asistir a otros cuyas invitaciones se multiplican.

Pero desde la perspectiva del más preparado candidato, el que no debate no es hombre. Así, la virilidad para algunos se mide por el número de debates que asiste y podrán servir para ellos como una pastilla de Viagra si aceptan todos los debates a los que las diferentes empresas privadas los convocan.

La seriedad del debate se pierde cuando se trata únicamente de desgastar al contrincante. Pero también se extravía la intención central y se desgasta la imagen de los candidatos que llegan a su encuentro con los guantes de boxeo puestos. Los programas de gobierno quedan en segundo término cuando de atacar al otro se trata.

El ejemplo que dieron en los debates entre los dirigentes de los partidos en el programa de Joaquín López Dóriga,  anunció la inconsistencia de los que vienen, al  volcarse contra la lideresa de Morena, situación en la que se basa López Obrador para presumir que le echarán montón.

La verdad si alguno de los otros dos candidatos a la Presidencia de la República fuera puntero con amplio margen en las intenciones del voto, tampoco asistiría a los debates no obligatorios. Pero mientras esto sucede y el INE deja en libertad a los candidatos para que elijan los foros que les convenga para debatir, el blanco de los ataques será López Obrador acusándolo de poco hombre, de que le saca, en fin de un sinnúmero de adjetivos que al parecer el más preparado los aprendió en las universidades privadas de Estados Unidos.

Ahora hasta los medios que han comenzado a invitar a los candidatos le llaman a López Obrador, temeroso, entre sus vocingleros y las odas al libre mercado se le trata de azuzar al candidato de Morena para que asista. El gobierno federal tiene en algunos medios electrónicos a su brazo fuerte, son como una especie de secretaría de Estado y más aún en tiempos electorales. De ahí que la guerra sucia no solo proviene de las casas de campaña de los contrincantes sino de los medios que sin lugar a dudas apoyan al PRI.

En los debates los candidatos exponen sus ideas pero también exponen su prestigio. Y los encuentros desgastan, sobre todo porque se han visto como si se tratara de la transmisión de un partido de futbol, donde debe haber un ganador, y en raros casos, empates. La televisión solo ha servido en México para difundir figuras deportivas porque no ha creado conciencia social ni motivado la participación de la sociedad, simplemente son diversión y deporte.

Ante este mal hábito que ha impuesto la televisión en México, vemos con bastante decepción que siempre que hay un debate entre candidatos los comentaristas políticos hacen del debate una reseña deportiva. Los términos utilizados luego del debate son de pena ajena.

Como si la vida de los mexicanos la rigieran los deportes, los comentaristas hablan de ganadores, vencedores, noqueados, en la lona, hit, gol, autogol, cuando se trata de discutir el futuro del país.  

PEGA Y CORRE.- El gobierno de Veracruz busca recuperar algo de lo mucho que Duarte se llevó. Demandó en la corte estatal de Florida, con el argumento de que el dinero utilizado ilegalmente por Javier Duarte fue invertido en propiedades, incluida una mansión de estilo mediterráneo en Coral Gables cuyo último precio de venta en 2014 fue de 7.7 millones de dólares. Hay más propiedades, de menor precio, pero todas tienen un valor, el valor que ahora tienen esas casas es un valor electoral.