29 de Marzo de 2024

Sobre los desmembrados de Insurgentes

Por Alejandro Hope

Hace un par de días, en la Avenida Insurgentes, fueron encontradas unas bolsas de plástico con un contenido macabro: varios cuerpos desmembrados y transformados en bulto. Según las autoridades, el asunto estaría vinculado a un conflicto entre la llamada Unión Tepito y una banda rival. ¿Es cierto eso? No se sabe, pero sí se intuye que aquí hay algo nuevo y nada bueno. ¿Qué? Van algunas preguntas y respuestas para tratar de dilucidar el tema:

Pregunta: ¿El hallazgo de cadáveres desmembrados en plena Avenida Insurgentes es una muestra del arribo de la delincuencia organizada a la Ciudad de México?

Respuesta: Digan lo que digan las autoridades capitalinas, la delincuencia organizada siempre ha estado presente en la Ciudad de México (basta con una visita a Tepito o ciertas zonas de Iztapalapa para darse cuenta), como siempre había estado presente en Ciudad Juárez, Tijuana o Reynosa. El punto no es dónde se encuentren, sino cómo se comporten. Es posible tener presencia amplia del crimen organizado sin niveles exorbitados de violencia (y viceversa).

Pregunta: ¿Pero la decapitación y desmembramiento de víctimas, así como el uso de cadáveres como herramientas para enviar mensajes, son señales de que han arribado a la capital los métodos y las formas que la delincuencia organizada utiliza en otras regiones del país?

Respuesta: Son una muestra de que en el delito, como en otras actividades, las prácticas eficaces terminan por ser adoptadas por todos los participantes, sobre todo cuando no implican costos o riesgos adicionales. Y sí, las expresiones públicas de brutalidad son prácticas de eficacia probada: inhiben a los rivales, intimidan a las víctimas potenciales y ayudan a preservar la disciplina interna. Y no, por lo regular no acarrean costos o riesgos adicionales: la probabilidad de captura por parte de las autoridades o de represalia por parte de los rivales no aumenta realmente si se decapita, mutila, desuella o calcina a una víctima. Lo que sorprende no es que los delincuentes capitalinos opten por esas prácticas, sino que no lo hagan más a menudo.

Pregunta: ¿Es preludio de que la Ciudad de México está por vivir una situación como la que han vivido en diversos momentos Ciudad Juárez, Monterrey, Tijuana, Acapulco o (más recientemente) León?

Respuesta: Probablemente no. Aquí hay demasiados policías, soldados y marinos como para que se produzca un quebrantamiento del orden público similar al que se ha experimentado en otras regiones.

Pero eso no significa que no se vayan a multiplicar escenas como las de esta semana (decapitados, calcinados, mutilados, desmembrados, desollados, etcétera).

Pregunta: ¿Se puede frenar la expansión de la brutalidad pública y teatral en la Ciudad de México?

¿De qué depende?

Respuesta: Depende del mensaje que envíen las autoridades (federales y capitalinas). Si los gobiernos mandan el mensaje claro, explícito y reiterado de que se la dará un tratamiento prioritario a este tipo de homicidios y que ese tratamiento prioritario va a incluir no sólo dedicar más recursos a la investigación, sino también una sanción colectiva a la organización que cometa el ultraje (cerrándole narcotienditas o giros negros, por ejemplo), tal vez los delincuentes dejen de hacer este tipo de cosas. Y si no, pues no: van a seguir por el camino de la salvajada.

Pregunta: ¿Cuál es el principio básico para prevenir este tipo de barbaridades?

Respuesta: Las personas responden a incentivos. Todo lo demás es comentario.