25 de Abril de 2024

POPULISMO Y RESENTIMIENTO

SOLANGE MÁRQUEZ

Dictadores y autócratas ha habido muchos en la historia mundial. Sacrificar a los ciudadanos con tal de mantenerse en el poder es su denominador común y las estrategias no cambian demasiado: encontrar un culpable, un enemigo que permita a la gente común unirse frente a él. Los extranjeros, los ricos, los conservadores, los comunistas, los neoliberales, los socialistas. El signo es lo de menos porque los autócratas vienen en todas las formas y colores.

Así, cada palabra, cada mensaje, cada gesto y, mucho más importante, cada decisión tomada en el gobierno de López Obrador está cimentada en el resentimiento social. Un día contra los conservadores, al otro contra el neoliberalismo, los medios de comunicación y los extranjeros. Cada día hay un culpable de todos los males que aquejan a la sociedad mexicana. Cada día hay un pretexto, un culpable (viejo o nuevo) por los malos resultados.

El México de 2018 no era perfecto. El voto por López Obrador fue justificado por, como digo a mis alumnos en clase, uno de los peores gobiernos que nuestro país había tenido hasta entonces, el de Peña Nieto. Gobierno superfluo, cínico y corrupto como el que más.

La inequidad social mostraba los dientes, la violencia del crimen organizado, fuera de control desde el gobierno de Calderón, seguía campando a sus anchas. Y sólo unos cuantos, se beneficiaban del poder. Cierto que el pasado tiene una gran responsabilidad en el estado de cosas. Innegable.

Como innegable también es la destrucción del Estado que hoy se lleva a cabo en nuestra cara y sin que, al parecer, podamos hacer mucho al respecto. Esas instituciones, que costó tanto trabajo construir hoy son vilipendiadas por el propio gobierno que las acusa de conspirar contra el pueblo bueno. Desde la Suprema Corte de Justicia, el Instituto Nacional Electoral, el Instituto de Transparencia, los órganos reguladores en materia de energía. Todos, en manos de los “conservadores” que, según el discurso oficialista, se siguen enriqueciendo de ellos a costa de “la gente” (lo que sea que “la gente” signifique).

En dos años, López Obrador ha diezmado a cualquiera que se le enfrente y el discurso facilón siempre es el mismo: los conservadores, neoliberales, extranjeros. Todos caen en la bandeja del enemigo que ha demostrado ser ancha, azuzando el resentimiento social; acusando a los “ricos” (incluida la clase media) de todos los problemas del pueblo. La polarización de la sociedad hoy queda a la vista. Los buenos son los pobres que trabajan para tener un par de zapatos, los malos son los que tienen más de un par.

El resentimiento social es un arma muy destructiva que puede conllevar a la destrucción completa de las instituciones. Y es claro que hacia allá apunta el discurso presidencial. No importa si el tema hoy es el INE, los medios de comunicación o quienes producen energía renovable (empresas internacionales pero también nacionales). Lo que importa es que, para el Presidente y sus voceros, todos tienen la intención de seguir atentando contra el pueblo bueno. Aunque el que lo hace es él, destruyendo empleos e instituciones.

Acabando con la investigación y la ciencia; reduciendo la crítica y sacrificando lo poco de democracia que había en México por su propia vanidad.