28 de Marzo de 2024

UNA HUMAREDA COSTOSA

HÉCTOR DE MAULEÓN

Obregón llevaba unos meses en el cargo cuando el ministro Alberto J. Pani le informó: “En septiembre se cumplen cien años de la promulgación del Plan de Iguala, que determinó nuestra Independencia”. José Vasconcelos relata en El Desastre que Pani, ministro de Relaciones Exteriores, llevaba tiempo intentando convencer al gabinete de que la fecha era más importante que la del centenario del Grito, que el porfirismo “había celebrado con boato”.

“Se trata de algo más importante: se trata de la consumación”, insistía el ministro.

Un día, en una junta, los miembros del gabinete se dieron cuenta de que Pani había logrado convencer al caudillo. “Nunca me expliqué cómo un hombre de juicio tan despejado como Obregón se dejó llevar a fiestecitas”, escribió Vasconcelos.

En todo caso se formó un Comité de las Fiestas del Centenario, que el propio Pani presidió. La idea era usar los festejos como un vehículo de propaganda que presentara ante el país y el mundo la estabilidad del gobierno obregonista.

Periódicos como Excélsior y EL UNIVERSAL organizaron desde marzo de 1921 una serie de concursos tendientes a exaltar lo nacional, “lo mexicano”. Hubo certámenes de pintura, literatura, baile, fotografía. EL UNIVERSAL lanzó el concurso “La india bonita”, mediante el cual se buscaba hallar al más bello entre los “rostros fuertes y hermosos de infinidad de indias que pertenecen a la clase baja del pueblo”: la ganadora, María Bibiana Uribe, de 16 años, se convirtió en reina de las fiestas y presidió uno de los carros alegóricos que desfilaron aquel 27 de septiembre.

Los diarios abrieron concursos de ensayo, a fin de que se discutiera “la obra civilizatoria de los españoles”, y si acaso debía ser reivindicada la figura de Iturbide. Excélsior proponía incluso realizar un baile en honor del consumador de la Independencia, semejante al que se había llevado a cabo en la ciudad cien años antes. Despertaron tal repudio estas propuestas que, llegado el día, todo terminó en un concurso de baile popular: el concurso sobre la obra de los españoles no recibió un solo trabajo.

Vasconcelos estaba a punto de fundar la Secretaría de Educación Pública. Exigía que el dinero de las fiestas se invirtiera en escuelas: proponía que se abriera una cada día. Pero lo que importaba entonces, sin embargo, era que todo mundo nos viera: lograr un centenario brillante y con carácter eminentemente popular, para contraponerlo a las fiestas en que once años antes se había lucido la aristocracia porfiriana. Por esta causa, se buscó darle a todo un toque indigenista.

La ciudad aún estaba arrasada por las bombas de la Decena Trágica. En las calles quedaban todavía los hoyos causados por los bombardeos de 1913, y en muchas zonas existían fachadas y muros que habían quedado “cacarizos” a consecuencia de la metralla.

Se inició un programa de mejoramiento urbano. Para sufragar los gastos, Obregón quitó a las secretarías parte de su presupuesto y decretó un “impuesto del Centenario” que obligaba a entregar al gobierno entre el 1 y el 4% de los ingresos.

Al fin arrancaron los festejos y duraron todo el mes de septiembre.

Pani logró que representaciones de 24 países acudieran a las fiestas. Vinieron las recepciones en Palacio, las kermeses en el Parque Lira, las corridas de toros en el rancho de Anzures, las fiestas florales en Xochimilco, las guerras de confeti en Chapultepec.