22 de Septiembre de 2024

Tradición de casi un siglo

Desde las primeras décadas del siglo anterior, los productores del ejido y la comunidad Juana Moza ofertan sus cosechas

MA. CELIA ÁLVAREZ

Tuxpan

 

A pesar de la competencia que pueden representar para los locatarios del Mercado Municipal “Enrique Rodríguez Cano”, los productores de frutas y verduras provenientes de los ejidos Juana Moza y Zapotal Santa Cruz, los ambulantes continúan expendiendo su mercancía todos los domingos en el muelle tuxpeño, actividad que constituye su única fuente de ingresos. Mas para lograrlo tuvieron que acudir a instancias de Xalapa e incluso del Distrito Federal cuando, hace poco más de una década, las autoridades municipales intentaron quitarlos de esa zona.

Ahora agrupados en la Sociedad de Vendedores de Frutas y Legumbres del Río Tuxpan, refieren que su ocupación data de muchas décadas atrás, casi un siglo, “cuando aquí todavía había casitas de madera con techo de palma” y venían los barcos desde Tampico para llevarse los plátanos que se producían por toneladas en la región, habiendo pasado de una a otra generación la costumbre de cultivar diversos frutos y verduras que riegan con agua de pozos artesianos y vienen a ofertar al malecón de Tuxpan cada domingo.

Les ha costado algunas batallas defender sus puestos en el muelle, refiere don Salvador Cruz Martínez, pero lo han logrado y siguen expendiendo una variedad de productos del campo que van desde lichis, plátanos de varias especies como dominico, castilla, morado, bárbaro o cuadrado; naranjas en sus variedades “Mónica”, chata y “Reina”, papayas, caña, zapotes, carambolos, mandarinas, toronjas, cocos y cocadas, nopales, chayotes, chonacates que son una especie de cebollitas, camote y chile seco, hasta capulines para preparar atole, hojuelas, blanquillos de gallinitas campestres, pan de rancho ya sea dulce o salado, plantas, hierbas medicinales, flores e inclusive tierra de hoja o composta.

Refiere que desde las décadas de 1920 a 1930 del siglo pasado, desde los ejidos circundantes venían los productores de plátano a traer sus cosechas en barquitas de remos, para expenderlas a los barcos que llegaban de Tamaulipas, añadiendo más tarde otros productos a su vendimia, como los cítricos, hasta que tiempo después llegaron los revendedores y puestos de comida a aposentarse frente al mercado y esto fue lo que molestó a los locatarios fijos, motivando que las autoridades municipales intentaran desalojarlos, sin embargo consiguieron documentos que amparan su actividad por un total de 30 años.

“Este lugar fue creado especialmente para que nosotros vendamos lo que producimos”, indica doña Emilia Martínez Olivo, quien explica que allá por los años 50-60 del anterior siglo vino de paseo un funcionario de Hacienda federal y vio a los productores de los ejidos cercanos vendiendo sus productos en un lugar terroso, literalmente sembrado de conchas de ostión, y entonces gestionó con el apoyo de una ingeniera local que se construyera el muelle donde actualmente ofrecen sus mercancías. Asegura que fue ella quien intervino, cuando recientemente precisaron conseguir documentos que amparasen la legalidad de su actividad comercial para que no les prohibieran su tianguis dominical.