Están ahí, explicó, dando todo a cambio de nada, ya que nunca esperan un pago o reembolso, sino que desean servir, y su satisfacción es saber que han salvado vidas y las pertenencias que las personas han acopiado con gran esfuerzo. Arriesgan su propia vida, dijo, para salvar la de otros sin conocerlos siquiera y lo hacen con gusto, porque es su vocación, una misión, su deber.
Recordó el caso reciente de un choque en la carretera a Tampico, donde hubo cuatro lesionados, dos de ellos prensados; el conductor del vehículo estaba grave y con las “quijadas de la vida” lo rescataron, con fractura de tórax y ambas piernas rotas, pero se salvó y tuvo la gentileza, señaló, de ir después de un tiempo a darles las gracias y decirles que nunca olvidará que lo salvaron.
Asimismo, una familia del Distrito Federal, a la que en octubre anterior le salvaron dos niños que estaban en peligro de ahogamiento en la playa, regresaron en diciembre con regalos y alimentos para todo el Cuerpo de Bomberos, expresándoles su eterno agradecimiento por haberles salvado, dijeron, a sus tesoros y esperando resarcirlos un poco por el valor de su trabajo voluntario. Esos gestos de gratitud son su mayor satisfacción, concluyó.
