28 de Septiembre de 2024

Imprescindible preservar tradiciones

-Todos Santos, un festejo que data de cientos de años

Por MA. CELIA ÁLVAREZ

Es preciso conservar las tradiciones que caracterizan a los pueblos de la Huasteca Baja, indicó el Historiador Gabriel Cruz Reyes, quien añadió que la llegada de hábitos extranjeros como el “Halloween” no ha hecho mella en el arraigo con que Tuxpan celebra a sus difuntos desde hace cientos de años, habiendo sido la tribu Tének la encargada de traer del Norte esta costumbre y expandirla entre sus vecinos otomíes, totonacos y nahuas, porque la relacionaban con el calendario agrícola desde la era anterior a Jesucristo.

“Recordemos que el calendario agrícola o astrológico comprendía siete ciclos, empezaba con la llegada de Pijchal (la serpiente o arco de colores del cielo) y con el inicio de la vida o la fertilidad, del 18 al 24 de marzo, y terminaba con la partida del mismo o llegada de la muerte o desolación, entre el 29 de octubre y el 4 de noviembre, y era en esta etapa cuando la relacionaban con sus muertos”, indicó el promotor cultural de la Huasteca Baja.

Por eso, agregó, los altares llevan un arco y van adornados con flores, en honor al nacimiento, y con la luz en honor a la muerte, porque la precisa todo difunto que ande en la oscuridad, y a aquellos que no tienen quien los recuerde se les hace un altar pequeño, afuera o dentro de la casa, al que llaman Ánima Sola, no debiendo faltar el incienso, velas encendidas y adorno de hojas de palmilla y rosas de muerto o cempasúchil, frutas y alimentos de temporada.

 

Las fiestas del primer día inician con la llegada de los niños que murieron, señaló, y los dos siguientes son para recordar a  los adultos, llevando los altares típicos, llamados de vida, cuatro tallos de guácima, otate o jilote, siete cortes de varitas en la parte superior que representan los siete días de ofrendas que deberán hacerse y finalizar con el “ochavario”, y también un arco adornado con hojas de palmilla o plantas de limonaria y flores de cempasúchil amarrado con hilos de ixtle, del que se cuelgan frutas y pan como ofrendas.