2 de Mayo de 2024

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Debemos estar muy orgullosos de tener entre los fotógrafos mexicanos que surgen hacia 1928-30 a don Manuel Álvarez Bravo, cuya mirada poética, a la vez que, de reflexión, nos deja en su legado fotografías sobre la esencia de lo profundamente mexicano que, como en el caso del escritor Juan Rulfo, se convierte en universal por su narrativa.

No soy crítica de arte ni nada de eso, me rindo ante la fuerza manifiesta de la fotografía a partir de su descubrimiento (1826) y por ende de su historia. Me sigue asombrando que el fenómeno físico-mágico de la “cámara oscura”, aunado al ingenio del hombre para capturar, mediante la técnica, las imágenes de la realidad, haya avanzado a pasos agigantados hasta convertirse en indispensable como testigo de la realidad, para unos, y para otros como una expresión artística a partir de la realidad que frente a nosotros a veces no miramos, pero que artistas como Manuel Álvarez Bravo son capaces de concretar en una sola composición fotográfica para conmovernos con imágenes que tocan el corazón, o como dicen, nos levantan el tapete, nos enchinan el cuerpo y permanecen en nuestra memoria.

Una de mis fotos favoritas de este gran artista de la cámara, memorable y conmovedora, que me permito publicar en esta ocasión, es la titulada “El ensueño”, Ciudad de México, 1931, gracias a la generosidad de su hija Aurelia, quien mantiene el archivo de su padre vigente al formar el “Archivo Manuel Álvarez” del cual hablaré en mi siguiente colaboración, después de la visita que haré al acervo.

Manuel Álvarez Bravo conoció y fotografió a importantes artistas mexicanos; se relacionó y fue amigo de grandes fotógrafos extranjeros que vinieron a México como Tina Modotti, Edward Weston, Henri Cartier-Bresson, Paul Strand, S. Einsestein, por mencionar algunos.

En su biografía, aparecida en el libro titulado Manuel Álvarez Bravo, de la autoría de Brigitte Ollier, publicado en 1999, curiosamente, nos cuenta que el joven Manuel se presentó en la categoría de “amateur”, en el año de 1928, en el “Primer Salón Mexicano de Fotografía” al que convocó el diario El Universal Ilustrado y le fue muy bien. Con el tiempo don Manuel se consolidó como uno de los más grandes fotógrafos mexicanos.

Su obra se ha difundido en innumerables libros y en exposiciones fotográficas alrededor del mundo. Antes que otros, algunas de sus obras fueron adquiridas y exhibidas en la sección de fotografía, por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, más o menos desde los años sesentas.