8 de Mayo de 2024

Por Yuriria Sierra

Una noche antes, millones de estadunidenses se despidieron de Barack Obama en el que fue su discurso de despedida previo a la investidura de Trump. Aplausos y lágrimas para despedir a uno de los presidentes más carismáticos de las últimas décadas. Como los Obama, muy pocos, porque no sólo era él, sino también ella, Michelle, la primera dama. Pero esto ocurrió una noche antes de que presenciáramos la que desde hoy llamo la era de la poscongruencia, de la posracionalidad, de la posintegridad y de la poscordura.

Así califico a lo que vimos el pasado miércoles como el primer performance público de Donald Trump tras haber resultado electo presidente. Y es que poco podemos decir de quien asumirá como presidente de Estados Unidos que no sepamos ya, y sin embargo, nada de cómo responderá una vez que se encuentre sometido a la presión y a la responsabilidad de dirigir a la todavía primera potencia del mundo. Pero, por lo pronto, ayer no vimos a un estadista ni a un hombre que entienda de diplomacia o de separación de poderes o de transparencia y rendición de cuentas. Vimos al mismo hombre pendenciero que alarmó al mundo en la campaña. Por pendenciero sí, pero también por incongruente y por impredecible. El pasado miércoles, por ejemplo, habló maravillas de nuestro país y de nuestro gobierno (expresó que era “fantástico”), pero de igual forma aseguró que desde el día uno de su gobierno ordenará que el polémico muro fronterizo sea una realidad. Y que nosotros, que “abusamos de su país”, pagaremos el costo del mismo. Tal como lo publicó CNN hace un par de semanas, éste se construirá a la brevedad, pero será después cuando nuestro país, de una forma u otra, pague por él, aseguró. Fue por esta información que Trump corrió a Jim Acosta, periodista de CNN, no sin antes decirle “tu organización es terrible”, y la acusó de nueva cuenta de generar noticias falsas, tal como lo ha hecho las últimas semanas con cualquier medio que divulgue información que no le guste. Sobre lo filtrado, supuestamente por Rusia, de su comportamiento sexual, Trump jamás negó nada, se limitó a decir que todo no era más que una noticia falsa… que no debió darse a conocer. O sea, ¿cómo? Y es que en lugar de decir categóricamente “no”, afirmó que él piensa que en Rusia hay cámaras por todos lados, así que más le conviene portarse bien. Eso, señor Trump, no es una negación de un hecho. Y respecto al asunto de los conflictos de interés, tema que en México nos es conocido, el Presidente electo expresó que “tiene la impresión” de que no existe ninguno. Lo que nos confirma que él y su esposa son unos plagiarios consumados. Ya sólo le falta que él le ordene a un amigo que lo investigue.

Su conferencia estuvo plagada de contradicciones. En tiempo récord, Trump soltó una cantidad enorme de retahílas. Qué importa la coherencia, si lo que es importante para Trump es el show. Pasó de lo increíble que le parece el gobierno mexicano a que de alguna forma, seguramente una tributaria, pero pagaremos por el muro. No cupo duda, si es que la había, el empresario es la quintaesencia del hombre de Estado, de la alta diplomacia y la oratoria deslumbrante… del siglo XIX.

Hace unas semanas indicó George RR Martin que Trump le hacía pensar en Joffrey Baratheon en la edad adulta, aquí mismo dedicamos este espacio para analizar la analogía, tal vez sólo nos habrá faltado decir que lo de adulto es sólo por la edad. Aunque el otro problema que llega con Trump son los millones de personas que salieron del clóset de la supremacía, de aquellos que sí creen que hay razas superiores, de aquellos que creen en la violencia.

Trump es un megalómano irredento, y llevará esa cualidad suya al Salón Oval de la Casa Blanca. A mí me está costando mucho trabajo aceptar que ésta es una realidad, pero también por lo difícil que me resulta pensar en esos electores que apoyaron el proyecto de un hombre que, antes que un político u hombre de Estado, cosa que jamás ha sido, ni será.