8 de Mayo de 2024

El embrutecimiento de México

Por Franciasco Martín Moreno

El embrutecimiento de México (una expresión tan explosiva como perfecta), comenzó cuando los “conquistadores”, en realidad invasores europeos del siglo XVI, se apoderaron de México por medio de la viruela, entre otros instrumentos y estrategias devastadoras. Como parte de la llamada conquista espiritual sustituyeron los Calpullis mexicas, organizaciones agrícolas y sociales muy eficientes, por la encomienda, inmensos territorios entregados como recompensa económica a los españoles. Entre las grandes diferencias de este atropello perpetrado por medio de la fuerza, encontramos una verdaderamente significativa: las escuelas existentes en cada Calpulli, como parte de la política educativa prehispánica, fueron sustituidas por iglesias y el resultado de semejante atentado cultural no pudo ser otro más que el analfabetismo de las masas indígenas, al extremo que con la llegada de Iturbide al poder en 1822, casi 100% de los mexicanos no sabían leer ni escribir. El clero católico, en cambio, según Lucas Alamán, llegó a poseer el 52% de la propiedad inmobiliaria de la colonia. ¿A qué horas estos siniestros mercaderes espirituales que Jesús expulsó del templo llamándolos “raza de víboras”, iban a educar a los aborígenes, si estaban dedicados al acaparamiento de riqueza, violando sus votos de pobreza y de castidad?

Los niños privilegiados que pudieron asistir a las aulas fueron “educados” apegándose al dogma, es decir, apartados de la razón y la razón, precisamente la razón, es lo que nos distingue de los animales… ¿Cómo renunciar a ella? El clero, enemigo de la crítica filosófica, empezó a forjar generaciones de supersticiosos manipulados por una supuesta culpa, nos convirtió en un país de cínicos a través de la confesión y, a continuación, por la venta de indulgencias, en lugar de crear intelectuales lúcidos, amantes de las ciencias, de la demostración empírica de los hechos, estudiosos abiertos a todas las corrientes, pensadores opuestos a los artículos de fe, en fin, defensores feroces de los procesos racionales. ¿Está claro el inicio del proceso de embrutecimiento resumido en estas apretadas líneas? ¿Un país analfabeta no es un país embrutecido? ¡Claro que Juárez ganó afortunadamente la Guerra de Reforma financiada, además, por el clero católico con las limosnas pagadas por el pueblo de México! ¿Y si el Benemérito hubiera sido derrotado…?

¿Dónde continuó el embrutecimiento de México? ¿Dónde…? ¡En la escuela!, aunque parezca increíble. Cuando la sociedad mexicana permitió la burocratización de la educación sin crear masivamente planteles privados con maestros capacitados y bien remunerados, el desastre social se expandió como una pavorosa metástasis en el organismo nacional. Hoy en día somos un país de reprobados y en un país de reprobados no podríamos aspirar más allá de contar con más de 50 millones de mexicanos sepultados en la pobreza, casi la mitad de la población, porque simple y sencillamente no tuvieron acceso a las aulas o las abandonaron. Ocupamos el último lugar entre nuestros socios de la OCDE en materia educativa, sin perder de vista que la mitad de los niños que ingresan a las escuelas, por lo general, no concluyen ni la primaria. ¿Cómo no estar de acuerdo cuando Obregón y Vasconcelos empezaron a construir mil escuelas al año a partir de 1920? Claro que hubiera sido un drama social todavía mucho mayor si no se hubiera iniciado con ellos el proceso educativo aun cuando burocrático, sí, pero la sociedad mexicana jamás se tendría que haber desentendido de la suerte de la nación, tanto en el ámbito político como en el educativo. ¿Qué tal si mil empresas mexicanas hubieran invertido en mil TEC o en una Stanford o Harvard?

¿Quién más se suma al embrutecimiento de México? La televisión nacional: ese colosal medio de comunicación masiva, con sus debidas y muy contadas excepciones, por lo general no forja ciudadanos, no orienta, no educa, no alerta, no construye por medio de programas culturales, subliminales o no, al público necesitado de explicaciones de diferente naturaleza. Basta encender el televisor para comprobar cómo la programación está diseñada, en su inmensa mayoría, para personas que escriben su propio nombre con faltas de ortografía, por más que la afirmación anterior parezca, como lo es, un exceso, por cierto, relativo….

El niño que viva la tragedia de asistir a una escuela religiosa y sea “educado” con dogmas estúpidos que no resisten el menor análisis crítico, difícilmente podrá echar mano de recursos racionales para construir su futuro y el de su familia, sin prejuicios y sin la poderosa salud mental que proporciona la ciencia. Quienes accedan a las escuelas públicas, otra vez, con sus contadas y valiosas excepciones, tendrá planteado un futuro insalvable y deplorable si es que llegan a concluir los ciclos escolares. Basta con salir a la calle para comprobar lo anterior. ¿Que las escuelas privadas son superiores a las públicas? ¡Falso! Sobran las evidencias para demostrar la ineficacia de semejante argumento. La educación mexicana fracasó escandalosamente con sus temibles consecuencias.

¿Un resumen? En la iglesia católica se embrutece con dogmas a la nación y ha sido incapaz de lograr la construcción ética de los feligreses. ¿Cuántos feligreses, funcionarios públicos o no, respetan el “no robarás”, cuando se les ve comulgando y exigiendo el perdón eterno por sus fechorías? En la mayoría de las escuelas se embrutece a la nación. En la televisión se embrutece a la nación y sucede que los ciudadanos, por lo general, o van a la misa o fueron a la escuela o ven la televisión.

¿Es claro el proceso de embrutecimiento? ¿Los representantes populares no fueron a la escuela ni asistieron a los sermones dominicales ni vieron o ven a diario televisión…? ¿También vamos a culpar a Trump…?