16 de Mayo de 2024

ESTADOS UNIDOS, LA RAZÓN CONTRA LA CONSPIRACIÓN

LEÓN KRAUZE

La situación en Estados Unidos me ha regresado a la secundaria. Creo que fue entonces (pudo haber sido en primaria, pero la memoria me falla) que aprendimos teoría de conjuntos con los famosos diagramas de Venn. Dibujábamos dos universos circulares que contenían ciertos elementos. En la unión de ambos –la intersección– se encontraban elementos en común. Imaginemos que en Estados Unidos hay, ahora, dos conjuntos. En el primero está la mayoría, que reconoce el triunfo democrático de Joe Biden, por más de seis millones de votos, sobre Donald Trump. En este grupo están aquellos que entienden el proceso democrático y se niegan a aceptar la patraña de un fraude electoral para el que no existe evidencia alguna. En el otro conjunto están aquellos que creen exactamente lo opuesto. Por suerte se trata de un grupo más pequeño, pero dentro de él está, crucialmente, el presidente de Estados Unidos. Y no solo Donald Trump. Ahí están también varios senadores republicanos, que no se atreven a romper con el hombre que se ha adueñado de su partido, y varios medios de comunicación (que no de información) empecinados en perpetuar una mentira. Entre estos dos conjuntos no hay elementos en común. La intersección es nula. Se trata de una polarización categórica. La pregunta es si las diferencias serán irreconciliables y permanentes en la casa dividida estadounidense.

En las tres semanas desde la elección presidencial, Donald Trump y su equipo de abogados han insistido en que el triunfo de Joe Biden es ilegítimo. Se han dicho víctimas de un sofisticado fraude electoral. Esto es mentira. Hay que decirlo con toda claridad: no hay evidencia que respalde esta acusación. No solo no la hay en este proceso electoral.

Nunca, en la historia democrática moderna de Estados Unidos, ha ocurrido un fraude electoral concertado y masivo. No hay registro de una confabulación en el sistema de votación contra un candidato presidencial dentro de Estados Unidos, ni antes ni ahora. La falta absoluta de evidencia le ha costado a Trump y sus abogados varias jornadas humillantes en las cortes. Una y otra vez, jueces federales, muchos de ellos nominados por presidentes republicanos e incluso por el propio Trump, han desechado las denuncias de fraude. Hasta hoy, el equipo de Trump ha perdido 32 de 34 casos que ha presentado en las cortes, y los dos triunfos no involucran sospechas de fraude sino de procedimiento.

Por fortuna, esa parte del circo de Trump tiene fecha de caducidad. Los estados ya han comenzado a certificar formalmente sus procesos electorales. Dentro de veinte días ocurrirá el conteo final del colegio electoral y el congreso federal validará el proceso poco después. En otras palabras, como lo explicara en términos de póker el actor Edward Norton en un hilo de Twitter que se hizo viral, las cartas de Trump son débiles, no trae ni un par en las manos. ¿Qué le queda entonces? Muy poco. Como ya parece estar haciéndolo, puede intentar manipular a las legislaturas republicanas para que den la espalda a los votantes y le otorguen el triunfo en los estados clave a través de los electores que designan para el colegio electoral.