11 de Mayo de 2024

Nos dividió la pandemia

 

Ángel Álvaro Peña

Desde la antigüedad las pandemias unificaban no sólo a la población sino a esta con su gobierno. El mundo entero se hermanaba para combatir los males de la naturaleza que la inteligencia no sabía aún domar.

Los gobiernos que habían sido enemigos se unían para combatir solidariamente las enfermedades que laceraban a la especie humana. Ahora la lucha contra la pandemia no hermana a la gente, al contrario, crea intereses, inventa enemigos y busca enriquecerse a costa de la enfermedad.

Esto sucede en México en pleno siglo XXI, que debería ser más civilizado, más sensible, más humano; sin embargo, el país se ha convertido en una especie de enemistad radical a base de reiteradas consignas contra el gobierno federal emanadas de una oposición no sólo irresponsable sino criminal, que trató de obtener capital político apostándole al fracaso de las medidas contra la pandemia, y todavía ahora a casi un año de iniciada la enfermedad mundial, llegan a demandas para que les den números mayores de muertos y contagiados, como si con ello obtuvieran votos.

Pero la oposición no es la única instancia social que divide a los mexicanos, están los comerciantes de los accesorios y servicios que ante la pandemia se convierten en instrumentos de vida o muerte. Pero a esos empresarios de la muerte sólo les interesa medrar a costa de la enfermedad y la muerte.

Para empezar los hospitales privados, por modestos que estos sean, exigen un anticipo mínimo de 30 mil pesos, pero llegan a pedir sólo por entrar a sus instalaciones hasta 300 mil pesos o más. Saben que una vez en sus consultorios y pasillos es más fácil convencer a los pacientes que deben quedarse, aunque sólo sufran de una gripa.

Los hospitales en México corrieron el peligro de volverse un monopolio, ese esquema de comercio que señalan como propio del gobierno federal en materia de vacunas, pero cómo dejar en manos de unos mercenarios de la salud las vacunas que pueden salvar a los mexicanos de la muerte; sin embargo, sabemos que no es nueva la voracidad de algunos propietarios de hospitales.

En el caso de los análisis clínicos es el mismo problema, la prueba de Covid-19 inició costando 2,800 pesos; ahora, en esos mismos laboratorios no bajan de 4 mil. Se aprovechan de la necesidad de los ciudadanos y del exceso de demanda creada por el temor que infunden precisamente algunas instancias que quieren que todo lo que ahora proporciona el gobierno gratis tenga un cargo con beneficio para su bolsillo.

Ese es el caso de las vacunas que ahora quiere la iniciativa privada comprar para venderlas al precio que se les pegue la gana, no las quieren para dejarlas al costo, desde luego.

Por otra parte, las empresas que venden tanques de oxígeno, que también están a punto de convertirse en un monopolio han triplicado su precio original.

En la zona de hospitales del sur de la Ciudad de México decenas de personas van de un lado para otro buscando una recarga de oxígeno para sus familiares contagiados con Covid-19, que están internados en los hospitales privados. Aseguran que en las últimas dos semanas la demanda aumentó y los distribuidores no se dan abasto.

Por si fuera poco, los expendios de oxígeno realizan una labor criminal porque en lugar de llenar los tanques, solo cargan la mitad, pero cobran como si lo llenaran.

Los usuarios de estos equipos denuncian también que los distribuidores de tanques y concentradores de oxígeno están lucrando con la pandemia, porque en el último mes han elevado sus precios al triple.