16 de Mayo de 2024

TODOS LOS FANTASMAS SE LE APARECIERON A SHEINBAUM

HÉCTOR DE MAUELÓN

Los fantasmas, todos los fantasmas se aparecieron de pronto en la Ciudad de México.

Uno puede encontrarlos al dar la vuelta en cualquier esquina. Por ejemplo, en Comercio 119, colonia Escandón.

Ahí existe una empresa de venta y recarga de oxígeno medicinal. Entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde, la calle se vuelve intransitable. Hay coches en doble fila.

Franeleros peleando cada metro cuadrado. Vendedores de refrescos, de chicles, de chicharrón.

Hay también una fila de cientos de personas abatidas que llegan a esperar hasta tres horas para recargar un tanque.

“Ni en lo que el gobierno decía que era el pico de la pandemiase ha visto esto como se ve hoy”, me dice un vecino. “Hay momentos en los que sencillamente no se puede pasar”.

Cada persona haciendo fila en esa calle encierra un drama, una tragedia disparada en la ciudad.

Solo en los primeros 12 días de enero se han registrado 44, 577 casos de contagio: 2, 164 fallecimientos. La capital, que se mantiene en semáforo rojo, ha superado las 23 mil 836 defunciones.

Las ambulancias aúllan por las calles de día y noche. Las redes sociales dan cuenta diariamente de gente contagiada y gente que se ha ido. Pululan los enfermos que desesperadamente buscan una cama y las familias que claman por un tanque de oxígeno.

La jefa de gobierno Claudia Sheinbaum advirtió hace unos días que la ciudad se hallaba al borde del colapso hospitalario. El IMSS anunció antier que en solo cuatro días se habían ocupado la mitad de sus camas: según una nota de EL UNIVERSAL, solo le quedaban 42, tanto para atención general como para intubación de pacientes Covid-19.

A las puertas de los hospitales, los pacientes no dejan de llegar —especialmente desde hace un mes. A toda hora hay personas llorando, gritando o esperando informes. Es frecuente ver a otras sentadas en sillas y conectadas a un tanque. “Terrorífico”, es la palabra que mejor describe lo que está ocurriendo.

En esos hospitales, el paisaje de todos los días lo conforman largas filas de autos, estacionados en doble fila, y ambulancias que aguardan, a veces durante horas, a que los pacientes sean recibidos. En muchos sitios, la única forma de conseguir una cama consiste en que muera o sea dado de alta el enfermo que la ocupa. Así de simple, así de brutal.

Los relatos de lo que ocurre al interior de los hospitales, en medio de la saturación, la falta de equipos, la carencia de medicamentos, subrayan la atmósfera de caos, de tragedia, de desastre. La queja generalizada es que “la epidemia se desbordó”.