28 de Abril de 2024

Ser mujer en Latinoamérica

Por Lucía Mora

Hoy en día, nacer siendo mujer representa un verdadero riesgo. A nivel mundial, aún no existen condiciones de igualdad en los planos laborales, judiciales, familiares y políticos, entre otros. En algunos países del mundo, nacer siendo niña significa estar destinada a la discriminación y la violencia. Según datos de la UNICEF, una de cada cuatro adolescentes en el mundo ha sufrido algún tipo de maltrato. Una de cada cuatro adolescentes de entre 15 y 19 años del planeta han sido víctimas de violencia física y cada diez minutos, muere una por ello. 120 millones de jóvenes de menos de 20 años en el mundo han sido víctimas de abusos sexuales, y el 50% de estas agresiones, las sufren menores de 16. Estas son sólo pocas de las muchas estadísticas que demuestran el largo camino que hace falta por recorrer en materia de derechos de la mujer.

Tan solo en América Latina, al analizar la evolución de los derechos de la mujer, es evidente el rezago y la deuda histórica que existe hacia las mujeres. Prueba de esto, está en el hecho de que hoy en día, ser mujer en Latinoamérica todavía representa una gran desventaja en términos sociales, económicos y culturales. Según el Observatorio para la Igualdad de Género en América Latina y el Caribe de la CEPAL, esta región presenta las tasas más altas de feminicidio en el mundo, siendo El Salvador, Honduras y Guatemala, aquellos con niveles más altos.

Respecto a los avances y esfuerzos hechos en esta región en pos de la igualdad jurídica de las mujeres, de acuerdo con datos de la  Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), apenas hace 40 años se celebró la Primera Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina, que abrió un espacio de intercambio regional después de la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer. Este espacio apostaba por que las demandas sociales en favor de los derechos de las mujeres y la igualdad de género que empezaban a cruzar los países se convirtieran en compromisos gubernamentales. En aquella ocasión se acordó el Plan de Acción Regional para la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina, que fue la primera hoja de ruta que tuvo la región para avanzar hacia el reconocimiento del aporte de las mujeres a la sociedad y para hacer visibles los obstáculos que enfrentan para mejorar su situación.

El último gran paso que se ha dado a favor de los derechos de las mujeres en la región latinoamericana, es la aprobación por parte de los Gobiernos de la región, en la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, de la Estrategia de Montevideo para la Implementación de la Agenda Regional de Género en el Marco del Desarrollo Sostenible hacia 2030. Esta Estrategia es un paso hacia adelante ya que toma en cuenta los nuevos desafíos que se presentan en el contexto actual desde la puesta en marcha de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y al mismo tiempo, está siendo adaptada a las realidades nacionales y los Gobiernos de la región la utilizan como una herramienta para establecer diagnósticos, definir prioridades y formular políticas públicas de igualdad de género como parte de las estrategias de desarrollo sostenible.

Con lo expuesto anteriormente, es evidente el necesario y urgente cambio cultural, no sólo normativo, tanto a nivel mundial como regional, para lograr incidir real y profundamente en la obtención de la igualdad de género. No se trata de lograr que estas ideas queden plasmadas en leyes y Constituciones, sino de lograr un cambio profundo en las prácticas y normas sociales arraigadas que rigen el comportamiento entre hombres y mujeres. Sirve recordar la frase de Anna Caballé, destacada escritora, crítica literaria y profesora española: "¿Por qué hablar de la misoginia ahora? Porque queda todavía mucho trecho por recorrer y el camino es insidioso".