Ucrania va a cambiar al mundo
ENRIQUE BERRUGA
Rusia tiene la llave de una guerra en Ucrania. Los argumentos de Moscú nos pueden parecer muy sensatos o francamente descabellados, pero debemos tener bien claro que solamente el gobierno de Vladimir Putin puede iniciar un conflicto armado. La OTAN, Estados Unidos y la propia Ucrania tienen un papel reactivo en el plano bélico, no así en el diplomático.
La demanda principal de Rusia es que la OTAN se comprometa por escrito a que Ucrania jamás formará parte de la Alianza Atlántica. Si bien esta demanda es violatoria de las decisiones que de manera soberana puede tomar Ucrania, es también cierto que para Rusia representa una amenaza latente que Occidente pudiera emplazar misiles en su vecindario más inmediato. Lo ha dicho Putin con toda claridad: tampoco Estados Unidos aceptaría que México o Canadá fueran aliados militares de Moscú. De hecho, ese fue precisamente el punto de quiebre cuando en 1962 los soviéticos intentaron emplazar misiles en Cuba. La reacción de Washington es de todos conocida.
Pero hay más telón de fondo en esta historia. En 2014 Rusia anexó la península de Crimea sin que nadie en el mundo pudiera hacer algo para evitarlo. Occidente impuso sanciones económicas a Moscú que fueron a todas luces insuficientes para forzar una retirada rusa. Así las cosas, ahora Ucrania se encuentra “en medio” de dos porciones de lo que Rusia considera que es Rusia. A Moscú le vendría muy bien alcanzar la continuidad territorial tomando toda o parte de la superficie ucraniana. El escenario se agrava porque Putin y un buen número de rusos considera que Ucrania ha sido históricamente parte de la madre patria porque al igual que Rómulo y Remo fundaron Roma, la mitología rusa indica que el pueblo ruso nació en lo que se denomina Kyiv Rus, la actual capital de Ucrania. Ni más ni menos. Y cabría añadir que muchos próceres rusos en realidad eran ucranianos, desde León Trotsky y el escritor Mijail Bulgákov hasta el premier soviético Nikita Khruschev que nació en la frontera actual de Ucrania.
El riesgo para el mundo es que este diferendo puede generar un conflicto armado de consecuencias incalculables. Las dos potencias nucleares más grandes del mundo han jugado sus cartas de tal manera que se están metiendo en un callejón sin salida. Si Washington no accede a las demandas rusas, Moscú buscará justificar una invasión bajo el argumento de que la OTAN lo ha provocado. Si Estados Unidos accede a las exigencias rusas, Ucrania vendría a convertirse en un satélite de Moscú y los países Bálticos y Polonia se sentirán amenazados como los siguientes en la lista de supermercado de Rusia.
Ahora bien, el verdadero juego de ligas mayores son las implicaciones de este conflicto para el equilibrio de poderes entre las tres grandes potencias del mundo: Rusia, China y Estados Unidos. Si Rusia gana la guerra diplomática y Occidente cede a las pretensiones de Moscú, China tomará nota y podría impulsar sus reclamos históricos en el Pacífico. Washington estará literalmente a dos fuegos, perdiendo posiciones globales y, además, con un país profundamente dividido. Si a esto le sumamos la dependencia energética de Europa frente a Rusia, podrá comprenderse que Estados Unidos empieza a vivir uno de los desafíos de política internacional más grandes de su historia.