25 de Noviembre de 2024

Estanflación a la vista

PABLO ICAZA

La semana pasada, The Economist en su portada cuestionaba de manera provocativa, ¿qué pasaría si los mercados financieros colapsan? La pregunta no es ociosa si consideramos la corrección que se registró en las principales bolsas a finales de enero, a pesar de que se reportaron buenos resultados de las empresas al cuarto trimestre, y por las coincidencias cuando se habían reventado burbujas en un pasado.

Sin entrar al detalle, se destacaba que los mercados están altamente sobrevaluados al punto que la razón precio-beneficios del S&P 500 alcanzó 40 veces a principio de enero, valuación no vista desde finales de 1999; que el control del que disponen ahora las autoridades monetarias y reguladoras es menor, ya sea porque los manejadores de activos como BlackRock tienen un mayor peso, así como porque ahora las nuevas generaciones con el uso de las apps pueden ocasionar un caos, como fue el caso de GameStop en enero de 2021. El mercado está altamente digitalizado y se usan plataformas que han reducido el costo de intermediación a cero. Destaca la revista que el volumen de las acciones comerciadas es 3.8 veces mayor que hace una década.

Se comenta que hoy en día el sistema financiero está más descentralizado. Se destaca que el mercado de deuda para funcionar depende ahora de firmas de transacciones automatizadas de alta frecuencia Las inversiones altamente especulativas en criptomonedas, que escapan del control gubernamental, pero que pueden ocasionar grandes pérdidas a algunos inversionistas que no puedan salirse en el momento que sucedan desplomes, y por las enormes operaciones de derivados que representan todo un desafío para los bancos centrales.

Cabe comentar que analistas han llamado la atención por la fuerte correlación que ha tenido la valuación del Nasdaq, donde se concentran las empresas tecnológicas de alto riesgo, y las criptomonedas desde noviembre pasado, y que son altamente sensibles al alza de las tasas de interés.

Aunque The Economist nos tranquiliza haciendo hincapié en que el sistema financiero está en mejor forma que en 2008 cuando los juegos imprudentes de Bear Stearns y Lehman Brothers lo pusieron en riesgo sistémico; el colapso del mercado accionario sería muy perjudicial puesto que de acuerdo a cifras de la revista, hoy en día 27% de la riqueza de los hogares en Estados Unidos (EU) proviene del mercado accionario y 15% de las pensiones, a principio de los 90 respectivamente era 10% y 25%, por lo que el efecto riqueza alienta a consumir más cuando el mercado va al alza, pero sucede lo contrario, cuando se desploma y se vuelve bajista.

Recordemos que, a principios de siglo, ocurrió el colapso de las bolsas por la última gran corrección en marzo de 2000 y que fue tan grande que ocasionó un efecto pobreza y uno de los detonadores de la recesión que se acentuó por la crisis de seguridad a raíz del 11/09. Incluso, algunas grandes tesorerías para ocultar las pérdidas manipularon sus estados financieros, lo que generó los escándalos contables que estallaron en 2002. Sin duda, un desplome de las bolsas tendría un efecto más devastador hoy en día.

Lo que preocupa es que la inflación al consumidor en EU alcanzó 7.5% en tasa anual en enero, y aunque la del productor bajó a 9.7% desde 9.8% en diciembre, se considera que seguirá siendo muy elevada porque las empresas trasladarán el incremento de los costos a los clientes, por lo que el alza de tasas de interés esperada va a ser más agresiva y comenzará con un incremento de medio punto en la de referencia a mediados de marzo, pero los especialistas esperan que se den varios incrementos sucesivos hasta llegar a final de año a 1.25%.

Se cree que la Reserva Federal (Fed) reaccionará más agresivamente (modo halcón), porque está en juego su credibilidad, por lo que el riesgo de que el combate a la inflación pueda generar una recesión se ha incrementado de manera importante. Si bien es cierto que, en gran parte, procede de un choque de oferta por la ruptura de las cadenas de suministro, la apuesta de que ello era un fenómeno transitorio y que se iba a resolver en el corto plazo no se cumplió. La cuarta ola ha generado mayor ausentismo laboral acentuando la estrechez del mercado laboral, por lo que las presiones salariales han incrementado el costo laboral de las empresas, que además han tenido un fuerte impacto del incremento de las materias primas, o de insumos clave como los semiconductores que, ante la escasez, han elevado de manera significativa su precio.