Ebrard: tormenta perfecta
MARIO MALDONADO
A poco más de dos años del proceso electoral que definirá el relevo de Andrés Manuel López Obrador, el escenario político y geopolítico ha delineado lo que podría considerarse una tormenta perfecta para Marcelo Ebrard, quien enfrenta con poco margen de acción una serie de conflictos internacionales que amenazan con lapidar de una vez por todas sus aspiraciones presidenciales.
El canciller tiene encima los altercados con Estados Unidos y España, ambos generados en mayor o menor medida desde la conferencia de Palacio Nacional encabezada por un cada vez más irascible López Obrador. Además, se enfrenta a un escenario de guerra en el que le corresponde ser protagonista por formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU, y en el que ya ha sido señalado por la embajada de Ucrania de mostrar una postura débil y poco clara. Finalmente, ayer Ebrard condenó la intervención rusa en Ucrania.
En tan sólo dos días, el canciller dio muestras fehacientes de una inadecuada y confusa política exterior mexicana al enfrentar las voces externas que claman justicia y protección para los periodistas y víctimas de la delincuencia organizada, y que, en contraste, cuidó no romper por completo una relación con el régimen que decidió tomar una “acción militar” contra su país vecino.
En el caso de Estados Unidos, en la Casa Blanca saben de las bravatas que López Obrador suele hacer en sus discursos mañaneros —tuvieron por cuatro años un perfil muy parecido en su presidencia con Donald Trump—, pero sin duda fue una sorpresa la carta enviada por el que se supone es el diplomático, en la que acusa prácticamente a Norteamérica de ser responsable de los asesinatos de periodistas, por ser los fabricantes de las armas y no inhibir su tráfico ilegal.
Tampoco deja una buena impresión la intención de mantener relaciones con Rusia y el gobierno de Vladimir Putin. Contrario a lo que podría pensarse, este desprestigio pega más a Ebrard en la población nacional que en la comunidad internacional.
Los sucesos alejan todavía más al otrora súper secretario de una eventual candidatura a la Presidencia, por lo menos por el partido gobernante Morena. La posibilidad de una candidatura por alguna coalición opositora sigue abierta, aunque con muy pocas posibilidades de triunfo. Ebrard era el candidato de diversos sectores de la población que saben que en 2024 es muy factible una victoria de un incondicional del presidente López Obrador y que desean un perfil más moderado.
Mientras tanto, está confirmado que su rival, Claudia Sheinbaum, dejará en los próximos meses la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México para recorrer el país por recomendación del propio AMLO, quien desea que su hija política conozca de primera mano a la gente de otros estados y viceversa.
Los números de conocimiento que Sheinbaum trae en provincia no son nada buenos, según su equipo de trabajo, por lo que la renuncia podría darse sorpresivamente antes de 2023.
En un escenario en el que Morena y el Presidente pierden puntos de aceptación, será la última llamada también para que Sheinbaum amarre la candidatura. En Bucareli, el secretario de Gobernación aguarda pacientemente un posible golpe de timón que permita lanzar al ruedo a otro candidato de todas las confianzas del Presidente: su paisano Adán Augusto López.
Se sabe en la 4T que AMLO prometió a Sheinbaum la candidatura, pero como ella misma lo ha expresado: lo más importante es el movimiento y las cosas pueden cambiar porque aún falta tiempo.