25 de Noviembre de 2024

La violencia en plural

PAOLA FÉLIX

A las mexicanas y mexicanos: De pronto parece interminable el listado de los diferentes tipos de violencia de las que somos objeto las mujeres en los diferentes ámbitos, tanto públicos como privados. En el marco del 8M no fueron pocas las plumas que escribieron sobre el tema, como tampoco lo fueron el cúmulo de acciones públicas y reformas legislativas que se impulsaron, entre las que destacan lo relativo a la violencia vicaria y la obstétrica.

La violencia vicaria desafortunadamente no se encuentra tipificada en nuestro país y recientemente ha sido reconocida públicamente como “la más cruel de las violencias de género”. Esta violencia destruye a las mujeres y causa daños irreparables, ya que el agresor daña a la víctima a través de una tercera persona, que a su vez también se convierte en víctima. Se enmarca dentro de la violencia de género, ya que los casos más habituales son aquellos en los que el padre, padrastro o pareja sentimental agrede, abusa o mata a las hijas e hijos para causar dolor a la madre.

La anterior es una tipología que no es nueva, al contrario, lleva décadas e incluso siglos perpetrándose; no obstante, como lo señalé líneas atrás, su reconocimiento es reciente, tan reciente que no está clasificada y sancionada por la ley.

Igual de añeja es la violencia obstétrica, la cual afortunadamente ya fue abordada en el ámbito legislativo hace unos días al aprobarse la conducente reforma en la Cámara de Diputados, definiéndola en la Ley como “toda acción u omisión de profesionales y personal de la salud en el ámbito público y privado, que cause daño físico o psicológico a la mujer durante el embarazo, parto o puerperio, que se exprese en la falta de acceso a servicios de salud sexual o reproductiva; un trato cruel, inhumano o degradante; un abuso de la medicalización en los procesos biológicos naturales; la práctica innecesaria o no autorizada de intervenciones o procedimientos quirúrgicos; la manipulación o negación de información; y, en general, en cualquier situación que implique la pérdida o disminución de su autonomía y la capacidad de decidir, de manera libre e informada, a lo largo de dichas etapas”.

Aunado a lo anterior se establece que la atención materno-infantil será integral, libre de violencia y con pertinencia cultural hacia la mujer durante el embarazo, el parto y el puerperio, por lo que incluirá la atención psicológica y fomentará la creación de comités de eliminación de la violencia obstétrica en los servicios de salud.

La problemática reviste tal magnitud que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho énfasis en el trato ofensivo e irrespetuoso durante el parto en los centros de salud, donde existe un visible maltrato físico, verbal y psicológico, el cual resulta humillante y atenta contra la dignidad humana y la integridad de las mujeres.

Entre estos abusos, destacan, los procedimientos médicos sin consentimiento, violaciones de privacidad, e incluso la realización de procedimientos coercitivos que incluyen esterilización, además de burlas, ofensas, césares innecesarias, así como omisiones para evitar o prolongar el dolor durante el trabajo de parto, negación del tratamiento y detención de las mujeres y sus recién nacidos debido a la imposibilidad para pagar.

La estadística más reciente del INEGI resultante de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016, reveló que 11% de las mujeres que dieron a luz recibieron gritos o regaños por parte del personal médico o de trabajo social; 10% señaló no haber sido atendida de manera oportuna debido a que el personal médico estimó que se quejaba mucho; y 10% dijo no haber sido informadas sobre necesidad de realizarles una cesárea; mientras que 9% revelaron que fueron presionadas para aceptar un dispositivo anticonceptivo u operación.

La prevalencia de la violencia obstétrica es mayor a 30% de acuerdo a las estimaciones más conservadoras y desafortunadamente ha sido normalizada, de ahí la pertinencia de visibilizarla, nombrarla, definirla y sancionarla, pues es necesario entender que la sentencia bíblica de hace más de tres mil años, “parirás con dolor” no puede ser un principio del sistema nacional de salud en el Siglo XXI.

La violencia hacia las mujeres no puede pronunciarse, pensarse y atenderse en singular, porque no es una, sino muchas las violencias de las que somos víctimas en razón de nuestro género, por lo que la violencia para ser erradicada debe entenderse en plural.