Periodismo que vale
SANDRA ROMANDÍA
Hace no muchas semanas atrás recibí un mensaje directo por Twitter de una amiga mía: “¿Me pasas en PDF tu columna de EL UNIVERSAL, por favor? es que no estoy suscrita”. Sin pensarlo mucho, y en modo multitasking como a veces andamos, le respondí que pagara por leerla. Así de fácil. Segundos después de enviado el mensaje reflexioné si no habría sido muy abrupta mi respuesta. Entonces con más calma y más conciencia tomé el celular y le expliqué: “El periodismo necesita vivir de algo y los modelos de negocio de antaño no son suficientes. Para que yo tenga un salario digno, así como mis demás colegas, es necesario que la gente pague por lo que hacemos, una disculpa si me expresé de modo agresivo”.
No tuve respuesta.
Unas horas más tarde, vía whatsapp mi amiga, quien es catedrática de la UNAM y el Tec de Monterrey, me respondió: “Tienes razón, ya me suscribí y ya pude leerla, gracias”.
La industria de los medios de comunicación y especialmente del periodismo duro enfrenta desde hace años y a nivel global un constreñimiento que ahoga a muchas de las empresas y, por tanto, a sus trabajadores.
Una encuesta de la Sociedad Interamericana de Prensa realizada a trabajadores de 350 medios de comunicación publicada este mes revela que el 27% de los empleados ve probable que su compañía cierre en menos de dos años; el 44% dijo que no tienen modelo para monetizar su contenido, y un porcentaje similar que no cuenta recursos para invertir.
Según el Digital News Report 2021, del Reuters Institute, en nuestro país solo 18% de las personas que consumen noticias ha pagado por ellas o han accedido a un servicio en línea pagado.
En el caso de México y de América Latina donde no existe una cultura de pagar por las noticias que consumimos, ni por las investigaciones o columnas de opinión; los modelos de negocio que durante décadas se centraron en los convenios publicitarios de los gobiernos federales y locales quedaron agotados. Y esto es, verdaderamente, un paso para bien del periodismo y un salto en su proceso de maduración. Pero eso no quiere decir que por arte de magia las finanzas estén sanas y los honorarios puedan fluir para todos los reporteros y reporteras, editores y editoras, diseñadoras y diseñadores, y los inmersos en la cadena de producción de esta industria.
Que hay publicidad de la iniciativa privada, podrían decir, es verdad. Pero ésta aún no es suficiente para sostener la estructura salarial de todos los que están en la cadena.
En mi caso, que me dedico al periodismo de investigación y de opinión, y tengo la fortuna de poder liderar dos equipos sobre ambas vertientes, sé perfectamente el tiempo y esfuerzo que supone sacar a la luz un reportaje. Detrás de esas cuartillas, video o audio están días, a veces semanas o meses, de los desvelos, idas y venidas, salidas a campo, horas dedicadas a revisar expedientes, entrevistas, traslados, copias, comidas o cafés con fuentes, gasolina, esfuerzo intelectual, y más... ¿Quién paga todo ello detrás del simple “click”? Muy pocos.
Recientemente mi colega Laura Manzo escribió en Opinión 51 una pregunta pertinente: “¿Cree usted que podemos ser un mejor país si los ciudadanos financiamos mejores investigaciones periodísticas?”
Apostar por el trabajo de un periodista o un medio de comunicación de su confianza para suscribirse y apoyar como sea posible es también una acción en pro de la democracia. El periodismo vale. Todas y todos debemos encontrar la manera de apoyarlo.