El secuestro misterioso de Jacobo Razón
HÉCTOR DE MAULEÓN
El pasado 28 de noviembre fue hallado en el Ajusco el cadáver de Jacobo Razón Avayou, miembro de la comunidad judía y presidente de la Comisión Nacional de Emergencias, una asociación civil dedicada, entre otras cosas, a brindar auxilio a la población en caso de accidentes y desastres.
Su cuerpo apareció en el kilómetro 17.5 de la carretera Picacho-Ajusco, un sitio sin cámaras de vigilancia, en el que en otras ocasiones han sido hallados cadáveres de mujeres.
Comenzó así una historia inquietante y extraña.
Razón había salido de su domicilio en Cuajimalpa para ratificar una denuncia contra la delegada de la Comisión en Sonora, a la que había acusado de malversación de fondos. No llegó. No volvió a su domicilio. Su desaparición fue reportada el 25 de noviembre.
El rastreo de cámaras del C-5 reveló a agentes investigadores que el Hyundai negro de Razón era seguido, desde que este salió de su domicilio, por un Mazda negro en el que viajaban dos personas.
En Avenida Stim ocurrió algo desconcertante. Una patrulla de la SSC, la MX-728-P2, que se había sumado al seguimiento, se aproximó al Hyundai y le marcó el alto. Eran las 8:49.
Dos elementos descendieron de la patrulla. Más tarde se sabría que eran el suboficial Ricardo Daniel Torres y el policía segundo José Pedro Aguilar. Un tercer agente, el suboficial Rubén García Arista apareció también en esa esquina.
Según las imágenes captadas por la cámara, del Mazda negro que seguía a Razón bajaron otras dos personas: el exagente de la SSC Humberto Felipe Sánchez Reyes y (su novia) Joselin Nava Montañez. Ambos portaban uniformes policiacos.
Todos cruzaron palabras durante varios minutos. Hoy se sabe que Razón le hizo una llamada a una persona que poco después salió del país –un empresario inmobiliario, Avi Raphael Sitton–. Luego, Sánchez Reyes y Joselin se lo llevaron en su propio auto. El Mazda en el que iban quedó estacionado en la calle en la que había ocurrido el plagio.
No queda claro qué pasó entre las 9:07 y las 10:50, en que la última cámara captó el paso del auto rumbo al sur, en la carretera Picacho-Ajusco.
Sánchez Reyes y Joselin eran clientes habituales de las cabañas Taati Keri, ubicadas en el Ajusco. Un lugar familiar para fiestas y eventos. Ahí llevaron a Jacobo Razón. En ese sitio debieron interrogarlo, torturarlo y obtener la llave electrónica de su departamento en Santa Fe. Su cuerpo presentó señales de asfixia.
Durante todo el proceso, Sánchez Reyes estuvo en contacto, por medio de mensajes de texto y de audio enviados por WhatsApp, con el hombre que le había “puesto” el secuestro: Eugenio Manuel Fernando Salazar Treviño, un vendedor de cartuchos de tretrahidrocannabinol (THC) que, para ampliar su boyante mercado, había cambiado de residencia, de Tlajomulco, Jalisco, desde donde enviaba los cartuchos por mensajería, a la Ciudad de México, donde podía entregarlos personalmente, en sobres amarillos.
Le apodaban, precisamente, El Cartuchos. Aunque el periódico Reforma afirma que Salazar Treviño forma parte del Cártel Jalisco Nueva Generación, una versión ofrecida a esta columna por personal de inteligencia de SSC señala que El Cartuchos actuaba de manera independiente, aunque tenía nexos con hampones y “chacales” dedicados a mover Uzis y otras armas.
En intervenciones realizadas por las autoridades, se oye al Cartuchos dirigir más tarde a Sánchez Reyes hacia el departamento de Jacobo Razón y darle la clave de la puerta: “Si van como oficiales no tendría por qué haber detalle”.
La cámara del elevador captó al exagente y a su novia subiendo al departamento. A ella se le identificó más tarde por el tatuaje de serpiente que tiene en uno de los brazos. “Vas a ver ahí las maletas y en la maleta ahí está el recurso”, dijo El Cartuchos.
Una vez que Sánchez Reyes avisó que llevaba el dinero, el otro ordenó: “Tal vez tienen que terminar la misión y tirar la basura”.