Extraño e interminable mural de horror puro
JOSÉ CORIA
A estas alturas, ¿qué podría proponer de novedoso el universo Marvel? Pues, el horror. Como se ve en el título 28 que lo conforma, Doctor Strange en el multiverso de la locura (2022), filme 16 de Sam Raimi, en su segundo ingreso a Marvel tras la exitosa trilogía El hombre araña (2002, 2004, 2007).
Así, un mínimo elemento, el horror, en el tono y el estilo, domina la razón por la que un hechizo del Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) fragmenta el espacio-tiempo. Junto a Wanda (Elizabeth Olsen) y Wong (Benedict Wong), debe lidiar contra él mismo en el multiverso.
¿Qué surge del multiverso? Es la pregunta que hacen, cómic de Stan Lee & Steve Ditko en mano, los entusiastas guionistas novatos Michael Waldron & Jade Halley Bartlett. La respuesta es un interminable mural de horror puro.
Justo lo que interesa a Raimi. La esencia de esta película, primera que dirige en un decenio, consiste en hacer un mosaico donde cada pieza corresponde al universo alterándose. El hipervisual argumento –sostenido con la pulida fotografía de John Mathieson–, tiene admirables efectos. Parecen derivaciones de conocidas pinturas abstractas o expresionistas.
El caos domina a la narración porque Strange no puede resolver el dilema del multiverso. El conflicto es eso, que nunca antes se había presentado con la potencia de esta cinta, a la que Raimi da solución con idéntica habilidad a la de sus Hombre Araña.
La fase 4 del Universo Cinematográfico de Marvel logra otra cumbre en esta súper producción cuya propuesta –de intrincada dramaturgia–, la hace entretenida.
El aún especulativo concepto del multiverso, basado en cosmología física y filosofía teórica, es un fabuloso espectáculo en manos de Raimi; un sofisticado caramelo visual que mantiene al espectador con los ojos pegados a la pantalla.