De la Academia de Platón a la Universidad de Stanford
ULRICH RICHTER
Lo primero que te preguntarás es ¿qué tiene que ver la Universidad de Stanford con la Academia de Platón? Veamos: Platón, cuyo verdadero nombre fue Aristocles, fundó en 387 a.C. la Academia, en la cual no sólo se enseñaba filosofía, sino también matemáticas, astronomía y ciencias físicas. Platón creía que la geometría mantenía verdades sagradas que describían la naturaleza básica de la realidad. A la entrada de la Academia de Atenas se encontraba un cartel que supuestamente decía: “Que nadie ignorante de la geometría entre aquí”.
“Los alumnos estudiaban geometría plana y sólida, la astronomía y los armónicos. Platón fue conocido como el ‘fabricante de los matemáticos’ y entre los graduados de la Academia se incluyen muchos de los grandes matemáticos del mundo clásico, entre ellos Eudoxo y Euclides”.
A mi juicio, la Academia tuvo a uno de los mejores alumnos y sabios que han existido; entre sus aportaciones están la lógica, la ética, la metafísica y la política, esta última imprescindible para todo ciudadano. Como sabrás, me refiero a Aristóteles.
Las matemáticas formaban el centro del plan de estudios, ocupando los primeros diez años del curso de 15. Dicha escuela dio excelentes alumnos; sus enseñanzas o postulados tuvieron un impacto en aquellos tiempos, y, por qué no decirlo, lo siguen teniendo. Lo anterior nos lleva a elegir entre muchas universidades cuál podría asemejarse a ésta. De acuerdo con el espíritu griego el lugar de donde han salido los matemáticos puros es Stanford.
La universidad, cuyo nombre completo es Universidad Leland Stanford Junior (Leland Stanford Junior University), fue fundada en 1890, de ahí se han graduado Larry Page y Sergey Brin, los fundadores de Google, e incluso podemos decir que la idea de la empresa Google nació en las aulas y paredes de esa legendaria institución. El lema oficial de la universidad, seleccionado por los Stanford durante la formación de la institución, es “Die Luft der Freiheit weht”, que en español significa “Sopla el viento de la libertad”. Se trata de una cita del reformador Ulrich von Hutten.
Esta nueva Academia de Platón es pionera en estudios de la inteligencia artificial, que transformará el mundo, lo cual ha esbozado Kian Katanforoosh, profesor adjunto del Programa Especializado de Coursera “Deep Learning” y asistente de enseñanza para estudiantes de posgrado en el Departamento de Ciencias de la Computación y el Instituto de Ingeniería Computacional y Matemática de la Universidad de Stanford.
De antemano sé que es polémica esta comparación de Stanford con la Academia, pero es parte de la tradición de bautizar como “Liceo” a un sinnúmero de universidades, igual que la instituida por Aristóteles.
No sólo tenemos a esta universidad, también ha habido nuevos proyectos para impulsar la era tecnológica; como ejemplo de uno de los que no lograron consolidarse como se esperaba está la Universidad de la Singularidad, bautizada así por la ambiciosa idea de que alguna vez los humanos se fusionarían con las máquinas. Esta institución recibió inicialmente el apoyo del nuevo pitagórico Larry Page y del futurista Ray Kurzweil, pero hace unos años la empresa del pitagórico suspendió el financiamiento que había otorgado.
Podrás preguntarte: ¿qué pasó con este avance filosófico y matemático? ¿Dónde se perdió? ¿Qué sucedió con los filósofos y matemáticos? ¿Qué ocurrió con los pitagóricos? ¿Qué aconteció con la cultura numérica? Bueno, las civilizaciones también tienen sus crisis, y la transmisión de esta “cultura numérica” se entorpeció cuando se introdujo en los oscuros pasillos de la Edad Media. La Iglesia católica hizo una clara distinción entre las diferentes concepciones filosóficas del mundo y los principios inamovibles que conformaban su doctrina.
El tema central en la Edad Media fue el enlace de la filosofía y la teología; la prueba de ello es un episodio que refleja esta transición de una filosofía antigua a una medieval y cristiana: la lamentable clausura por parte del emperador Justiniano en el año 529 de la Academia platónica. “En ese mismo año se fundó la primera gran orden monacal, la orden de los benedictinos, y a partir de entonces los monasterios pasan a ser las instituciones didácticas y los centros espirituales”.
Siglos después, poco a poco ha ido reviviendo esta cultura numérica. Así es que estos discípulos de la Academia que no se equivoquen ya tienen un compromiso con la humanidad y podrían ser llamados a cuentas ante sus verdaderos maestros y no sobre sus cuentas matemáticas, sino sobre su legado pitagórico.