El cambio de año no altera, en esencia, los sucesos y fenómenos que se observan desde hace tiempo en distintas partes del mundo. Sin embargo, como es usual, el calendario nos invita a hacer un corte de caja, un balance panorámico, de pronto unir hilos o visualizar algunas cosas de las que poco hablamos. Advierto que este tipo de ejercicios son naturalmente incompletos. Buscamos solo poner el foco en algunos de los temas internacionales que, a mi parecer, estarán presentes a lo largo del año que inicia.
A diferencia de los últimos tres años, esta vez la pandemia ha disminuido como tema prioritario en muchos países. No obstante, basta echar un ojo a lo que está sucediendo ahora mismo en China, para recordarnos que no se trata de un asunto que ya finalizó, o que se puede eliminar de la agenda por completo. Además, habrá que estar pendientes de su evolución, nuevas variantes y otros brotes.
Aún así, quizás el tema mayor en la agenda 2023, el que está moviendo a muchos más, es la competencia-rivalidad-confrontación entre las superpotencias. Este rubro tiene distintas vertientes que se seguirán manifestando durante el año que inicia. La más evidente y cruda es, sin duda, la guerra en Ucrania, el conflicto de mayor dimensión entre Estados-Nación de las últimas décadas, una guerra que tiene que ver no solo con Ucrania, sino con factores que, desde la óptica de Moscú, van mucho más allá de Ucrania. De ello hemos escrito ya mucho, y la predicción es que lo seguiremos haciendo por bastante tiempo más. Esa guerra ha entrado en su cuarta fase—desgaste, congelamiento, pocos avances territoriales de las partes, bombardeos continuos sobre ciudades ucranianas, menor atención mediática y el constante intento de Kiev por romper esa dinámica—una fase que podría durar al menos las siguientes ocho a doce semanas. Si esta situación dará pie a una quinta fase—de nuevas ofensivas o contraofensivas—eso será algo que probablemente se asomará apenas hacia fines de febrero o marzo. No se prevén, por ahora, condiciones para negociaciones (serias) de paz, dado que tanto Moscú como Kiev, consideran que necesitan y/o pueden seguir peleando para lograr una mejor posición a fin de conseguir términos aceptables antes de finalizar las hostilidades. Hay más que decir sobre todo ello; lo estaremos haciendo en las próximas semanas.
Pero como dije, Ucrania no es sino una manifestación más de esa conflictividad entre las potencias. Otros temas relacionados—aunque no siempre los veamos—seguirán en la agenda a lo largo del año. En cuanto a Rusia-Estados Unidos, por ejemplo, está la ciberguerra y la guerra informativa, las importantísimas y estancadas conversaciones sobre control de armas (y la carrera armamentista que sigue su curso), los despliegues militares en países miembros de la OTAN, la situación de otros países del espacio postsoviético, la competencia que ambas potencias están librando por zonas de influencia en sitios como África o en América Latina, entre otros asuntos.
En cuanto a la confrontación China-Estados Unidos, llama la atención un intento hacia fines del 2022 por parte de Xi y de Biden por estabilizar la relación, entendiendo los muchísimos temas que enfrentan a ambas potencias, pero al mismo tiempo, buscando mecanismos de comunicación y distensión al más alto nivel. Habrá que ver si es que ese diálogo sobrevive y logra alguna eficacia dado que, por ahora, los temas mayores de conflicto siguen todos ahí. Estos incluyen también una ciberguerra y una guerra informativa en curso, la carrera armamentista, la guerra comercial y la guerra tecnológica que no dan señales de disminuir, la expansión china en sus mares colindantes, la competencia por espacios de influencia no solo en Asia sino en otros continentes (incluido el nuestro por supuesto), los cambios en la política de seguridad china sobre Hong-Kong, y por supuesto, el tema más sensible para Beijing: Taiwán. Es decir, a pesar de la intención que mostraron Biden y Xi hace pocas semanas, las propias dinámicas de esa serie de cuestiones, especialmente Taiwán, parecen apuntar hacia un crecimiento en la confrontación entre esas potencias. Esto no implica que China haya tomado la decisión de invadir Taiwán en este momento (y probablemente no en este año o varios más); lo que sí parece haber decidido Beijing, es su determinación a proyectar cada vez mayores niveles de fuerza cuando considere que EU o sus aliados están cruzando ciertas líneas rojas. Del lado de Washington, hay también presiones acumuladas para no mostrar debilidad y, al contrario, proyectar determinación al uso de la fuerza, lo que contribuye a la espiral que hemos observado.
Esos dos temas mayores—la confrontación entre EU con Rusia y con China—con sus múltiples vertientes y repercusiones (como la guerra en Ucrania), combinadas con aquellas generadas por una pandemia que no ha terminado (y sigue afectando por ejemplo la producción en China), están produciendo una serie de crisis paralelas que continuarán teniendo consecuencias en 2023. Esto incluye, por ejemplo, la crisis alimentaria, la crisis energética, los problemas a las cadenas de suministro y las afectaciones en la escasez y los costos de la vida en todo el planeta. Dejamos el tema de las predicciones económicas para muchas personas expertas en esa materia. Lo que acá apuntamos es que, dado que los conflictos señalados no se van a extinguir prontamente, la presión que esos conflictos generarán seguirá ahí.
Por ejemplo, seguiremos observando protestas y manifestaciones en todo el globo, una tendencia que se ha acentuado a lo largo de los últimos años. Es decir, las alzas en los energéticos, las presiones fiscales sobre los distintos gobiernos (lo que les obliga a eliminar subsidios o incrementar impuestos), o la escasez de alimentos y productos básicos—o bien, quizás otras secuelas como recesión o altos niveles de desempleo (y en especial desocupación juvenil)—funcionan como detonantes que se suman a añejos agravios políticos o a las desigualdades en muy distintos países, lo que ha resultado en el aumento de ese tipo de protestas en todos los continentes. Por supuesto que casos como Colombia, Líbano, Sri Lanka, Irán o China son muy diferentes entre sí, pero el contexto global, sumado a la era de comunicaciones que vivimos, están operando como facilitadores para el brote y expansión de manifestaciones paralelas en sitios distintos y distantes. Muy probablemente esto seguirá ocurriendo durante 2023.
Además de las repercusiones económicas y sociales por los temas arriba señalados, estamos entrando al 2023 con una considerable disminución de la confianza en el sistema de arreglos e instituciones multilaterales para resolver los conflictos entre los países. Esto está orillando a un sentimiento cada vez más generalizado de que solo el robustecimiento de la fuerza propia, el aumento en los presupuestos militares, y de los despliegues militares (por ejemplo, en Europa o la zona Asia Pacífico) garantizarán la seguridad internacional. Es muy probable que esos rasgos sigan marcando al 2023.
Adicionalmente, hay una gran cantidad de conflictos locales y regionales irresueltos, muchos de los cuales a veces reciben poca atención mediática, pero que no por ello tienen un significado menor. Este rubro por sí solo, merecería un texto completo. Sin intentar sintetizarlo todo, permítame colocar acá algunos ejemplos: la guerra siria (hoy manifiesta en al menos 4 sub conflictos latentes) sigue viva; de igual modo, la guerra en Yemen que entró a su octavo año, se mantiene como escenario de confrontación interna, y como escenario de choque entre potencias regionales y globales. Afganistán, ya en su segundo año en manos de los talibanes, seguirá siendo tema en el año. Las negociaciones nucleares entre Irán y las potencias se mantendrán como uno de los mayores asuntos a monitorear, dado el potencial explosivo que su fracaso podría exhibir. El conflicto Armenia-Azerbaiyán permanece irresuelto y ha estado mostrando nuevos estallidos, como también lo estamos observando en los Balcanes, en parte como subproductos de la guerra en Ucrania y la situación que vive Rusia. La situación entre Israel y Palestina, la península coreana, las rivalidades China-India, e India-Pakistán, se mantendrán también como temas en la agenda. El golpe de Estado en Myanmar sigue cobrando víctimas. El terrorismo, que después de haber disminuido durante varios años, volvió a aumentar en los últimos tres, tiene todo el potencial de seguir creciendo durante 2023. Esto incluye no solo el perpetrado por organizaciones extremistas islámicas, sino la cada vez más notoria violencia del extremismo de derecha. El conflicto libio sigue vivo. Etiopía se debate entre un incipiente proceso de paz, y la violencia que continúa en distintas zonas del país. Otros temas en África como el Congo, el Sahel y sus múltiples golpes de Estado, seguirán en la agenda también. Si volteamos hacia nuestro continente, hay muchos otros casos como Venezuela, Haití, Cuba o ahora mismo, Perú, que seguirán en nuestra mira. Y estarán ahí también, todos los procesos migratorios que se manifiestan como resultado de varios de los puntos que señalo.
No puedo dejar de mencionar, a pesar de todo lo anterior, que sigue habiendo mucho espacio para la cooperación internacional, lo cual necesita ser explotado al máximo en un año como el que inicia. Es decir, en el seno de la complejidad que caracteriza al momento histórico que vivimos, se tejen todos los días metas y terrenos comunes, incluso entre los mayores rivales del planeta. Moscú y Washington pueden estar enfrentados hasta los dientes, pero con todo, ambas potencias saben que está en su interés el retomar agendas como el Ártico o el control de armas. Las economías china y estadounidense son altamente interdependientes y por más que se hable de la “desvinculación” o “desaparejamiento” entre ellas, la realidad es que los lazos tejidos a lo largo de décadas no se van a destejer por ahora, lo que produce intereses compartidos. Hay agendas comunes en temas de economía y comercio, en temas salud, de energía, o por supuesto, temas ambientales, las cuales, a pesar de todo lo que puede enfrentar a muchos países, tienen el potencial de hacerles cooperar. El relativo éxito de la COP de Biodiversidad en diciembre es una muestra de ello.
Estas son apenas unas pistas de asuntos internacionales que tienen alta probabilidad de encontrarse en la agenda el año que inicia. Esperamos que haya también motivo para escribir de noticias positivas en 2023. Por encima de todo, deseamos de manera sincera que cada persona que nos hace el favor de leernos, tenga un año pleno de salud, fortuna y cosas buenas para usted y los suyos.