Cuando aborda temas políticos mexicanos la gran prensa de Estados Unidos no muestra simpatía por la 4T y ni por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a quien simplemente etiqueta de populista, aunque sin definir el concepto. En el New York Times o el Washington Post los juicios sobre AMLO suelen ser superficiales —“ataca a la prensa” dicen— y dejan de lado el contexto histórico social y político que explica su contundente triunfo en 2018 y un sostenido respaldo ciudadano pese a tener en contra a los grandes intereses creados a lo largo de casi un siglo de autoritarismo.
Sin embargo, sería un error desechar la riqueza de datos e interpretaciones que ofrecen los periódicos norteamericanos cuando de tarde en tarde abordan temas mexicanos de fondo y los exploran en y desde su propio terreno, pues ahí si ahondan en las áreas, intereses y actores de su país que dan forma a las políticas mexicanas de Washington. Un ejemplo es el largo reportaje de Tim Golden publicado el año pasado por el New York Times (NYT) en torno al sorpresivo arresto en octubre de 2020 en Los Ángeles del exsecretario de la Defensa de México, el general Salvador Cienfuegos, y a su igualmente inesperado desenlace pues para noviembre el general ya estaba de vuelta en México. El gobierno mexicano logró arrancar al prisionero de manos de la mismísima DEA y del Departamento de Justicia y frustrar así un esfuerzo de años de la poderosa agencia antidrogas norteamericana que acusó al militar de complicidad con el narcotraficante Héctor Beltrán.
El reportaje no llegó a pronunciarse en torno a la veracidad de las acusaciones basadas en escuchas telefónicas y en declaraciones de un exfiscal de Nayarit acusado también de ligas con narcotraficantes. Como sea, lo interesante es que la investigación del NYT dibujó bien el modus operandi de la DEA, una gran maquinaria burocrática que, como el FBI, goza de mucha autonomía, dispone de amplios recursos y se permite actuar en asuntos de “alta política internacional” con relativa autonomía, es decir, sin tomar mucho en cuenta al Procurador General, al Departamento de Estado o al embajador en México y mucho menos al gobierno de México.
En “el caso Cienfuegos” menospreciar al gobierno de AMLO fue un serio error de la DEA pues al final sería justamente vía la presión mexicana sobre los responsables del Departamentos de Justicia y de Estado que AMLO logró doblar a la poderosa DEA.
El trabajo de Golden es ejemplo del tipo de investigación de la prensa vecina del norte que al final es muy útil para México porque revela las personalidades y el modo de actuar de las agencias norteamericanas y la cantidad y variedad de la información y de la red de fuentes que agencia como la DEA tiene en nuestro país y lo sofisticado de su sistema de escuchas, contactos y penetración tanto en el mundo de los carteles como en el del gobierno de México.
La falta de espacio impide abordar otro trabajo similar publicado en el Washington Post (12/12/22) sobre un almirante mexicano ya retirado, Marco Antonio Ortega Siu, y un grupo de marinos que, a ojos de la DEA, representan a los colaboradores militares ideales, por duros, para desempeñar el rol que le conviene a Estados Unidos sin parar mientes en posibles violaciones a los derechos humanos.
Finalmente, pero igualmente importante, es que con los propios reportajes de la prensa norteamericana se muestra la ineficacia de los grandes aparatos burocráticos en el combate al narcotráfico. Un opioide sintético, el fentanilo que viene del sur ha podido burlar todas las barreras puestas por la DEA y ha inundado el mercado al punto que el fentanilo confiscado en 2022 —379 millones de dosis— sería “suficientes para matar a toda la población norteamericana”. Y lo peor, esa cantidad quizá solo equivale al 5% de ese contrabando (Washington Post, 20/12/22).
En suma, no es necesario asumir los juicios de valor del periodismo norteamericano para apreciar el valor y el uso de su información.