En marzo o abril de 2017, Cuauhtémoc Blanco, entonces alcalde de Cuernavaca, Morelos, llamó por teléfono al presidente municipal de Yautepec, Agustín Alonso Gutiérrez. La llamada tenía como fin invitar a Alonso a una comida en la Parroquia de la Asunción, en Yautepec.
En ese sitio, el párroco Juan Alvarado se reunía dos veces por semana con políticos, empresarios y otras personalidades del estado.
Alonso halló una mesa larga en la que departían, dice, más de 20 comensales. Entre estos se hallaban el senador Ángel García Yáñez y el secretario particular de Blanco, Edgar Riu.
Ahí estaba también el líder del Cártel Jalisco en el estado de Morelos, Raymundo Castro Salgado, El Ray. Lo acompañaban dos jefes criminales que por entonces tenían menor rango: Homero Figueroa Meza, El Tripa, e Irving Eduardo Solano Vera, El Profe.
Alonso afirma que desde hacía años había visto empoderarse al Ray en Yautepec. “Desde que me lancé como candidato, El Ray intentó contactarme”, dice. Como no hubo respuesta, un día le balacearon la puerta de su casa. Cuenta Alonso que denunció la agresión y que entonces le enviaron un segundo mensaje para decirle “que le bajara”.
Cuando tomó posesión del cargo, El Ray en persona lo abordó en un restaurante. Le dijo: “Ya te mandé tocar la puerta y ni así hiciste caso”. Agregó que quería el 5 por ciento del presupuesto municipal para mantener Yautepec en paz, y de paso garantizar la seguridad del alcalde y su familia.
Le comenzaron a dejar cuerpos y cabezas y narcomantas.
Más tarde se sabría que no hubo municipio de la zona oriente que no entrara en el acuerdo. De hecho, El Ray se hacía llamar El Presi, porque encarnaba el verdadero poder en la región.
Alonso viajó a la Ciudad de México para pedir apoyo al entonces titular de la Comisión Nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia.
El funcionario lo escuchó y envió agentes de inteligencia a Yautepec. Se hizo incluso un operativo para detener al narcotraficante durante un partido de futbol, pero un pitazo lo puso sobre aviso y alcanzó a salir antes de la llegada de los federales.
Le envió a Alonso un mensaje: “Ya sé que fuiste tú”.
Fue entonces cuando Cuauhtémoc Blanco le llamó, relata Alonso al columnista, para invitarlo a una comida con el padre Juan “y ponerse de acuerdo para arreglar el pedo en Morelos”.
El diputado dice que se sorprendió al ver a Raymundo Castro Salgado sentado a un lado de Cuauhtémoc Blanco. Pero El Ray no se inmutó. La comida transcurrió en calma.
En un momento dado, “Cuauhtémoc me llamó a un cuartito que se hallaba a un lado del comedor. ‘Agustín, ¿puedes venir?’, me dijo. Yo me levanté. Iba con mi esposa y le pedí que me esperara”.
En aquella habitación estaban El Ray, Cuauhtémoc Blanco y su asesor y hombre de confianza, José Manuel Sáenz.
Blanco, prosigue Alonso, dijo que la reunión era “para ver cómo se arreglaban”. El Ray habló: “Tres millones de pesos al año y se calma el pedo. Ahí muere la bronca”. Según Alonso, dijo también que convenía arreglar el problema, porque “tenemos un proyecto grande para más adelante”.
No quedó claro cuál. Lo único cierto es que Blanco se lanzó como candidato a gobernador al terminar su gestión al frente de Cuernavaca.
Alonso afirma que el día de la comida en la Parroquia de la Asunción fue tomada la polémica foto que se dio a conocer más tarde (enero de 2022), y en la que Cuauhtémoc Blanco apareció al lado del Ray, del Profe y del Tripa.
El exfutbolista juró no recordar en qué momento se captó la imagen, y aseguró que no conocía a los personajes que posaron a su lado. Dijo que él no pactaba con delincuentes y que todo mundo le pedía fotos.
En conversación con el columnista, Alonso admite que pagó la extorsión durante 2017 y 2018, así como durante los primeros meses de 2019. Pagó religiosamente hasta el día de abril de ese último año, en que fuerzas federales aprehendieron al Ray.
El narcotraficante fue enviado al penal estatal de Atlacholoaya, en donde se le recibió con alfombra roja y se le brindaron todas las comodidades.
En octubre de ese año, durante un supuesto motín, El Ray fue decapitado. A su cadáver, en el que se encontraron 23 heridas provocadas por instrumentos punzocortantes, los asesinos le prendieron fuego.
La Comisión de Derechos Humanos de Morelos determinó que, para poder llegar hasta él, sus verdugos habían tenido que atravesar tres filtros; que no había forma de alcanzar el punto en el que El Ray se encontraba, a menos que alguien les facilitara el acceso.