23 de Noviembre de 2024

 

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El sorpresivo avance de la ultraderecha en Argentina, que se colocó a la cabeza de las recientes votaciones presidenciales en la primera vuelta, con un 30% del total de los votos emitidos, representa un fenómeno que aún no tiene una explicación del todo clara en el país sudamericano. Algunos analistas y estudiosos hablan del hartazgo de los argentinos, sobre todo los de clases bajas y media baja, por la enorme inflación y el deterioro de la economía familiar, como una de las razones para el crecimiento de este líder carismático que promete castigar a la clase política “parasitaria, chorra e inútil” y dolarizar la economía de su país, aunque otros especialistas dicen que es más bien producto de una tendencia mundial de avance de las derechas extremas con Donald Trump en EU, Bolsonaro en Brasil, José Antonio Kast en Chile, Santiago Abascal en España y Giorgia Meloni en Italia.

Pero más allá de las explicaciones teóricas o políticas, lo que es un hecho es que este ultraderechista radical, que ofrece “achicar al Estado benefactor” y desaparecer secretarías de gabinete como la de la Mujer, Educación, Salud, Ciencia y Desarrollo Social, también representa la vuelta del péndulo político en una Argentina atribulada y enojada por las penurias económicas, que acumula ya dos fracasos financieros de dos gobiernos, primero de derecha, con Mauricio Macri, y luego de izquierda con el actual gobierno peronista de Alberto Fernández, cuyos candidatos y alianzas, la conservadora Patricia Bullrich, de la alianza opositora Juntos por el Cambio y el oficialista Sergio Massa con su Unión por la Patria, fueron superados con dos y hasta tres puntos de ventaja por Milei.

Javier Milei supo hábilmente catalizar y capitalizar el rechazo de los argentinos a los políticos tradicionales y a una moneda devaluada, que tan solo el día después de las votaciones primarias del pasado 13 de agosto se devaluó un 18%, con lo que acumula ya una depreciación del 50% en este 2023 y se cotiza en el tipo de cambio en 365 pesos por dólar, aunque en la calle se llega a vender al doble, unos 720 pesos. Si a eso se añade la inflación del 113% y una caída drástica en el poder adquisitivo de los argentinos, se entiende por qué las propuestas extremas del candidato que se declara “anarco capitalista”, que cree que el cambio climático es “una farsa”, que promete recortar el gasto público, incluso por arriba de lo que pide el FMI, y que dice en sus discursos que “la justicia social es una aberración”, sorprendió a todos con 7.1 millones de votos en las pasadas primarias y se enfila como uno de los favoritos a la segunda vuelta electoral en la Argentina, que tendrá lugar en el mes de noviembre próximo.

Y ahí es donde el fenómeno Milei en la Argentina conecta con el resurgimiento en México de lo que conocemos históricamente como la “ultraderecha”, pero que ahora se autodenomina como la “nueva derecha” mexicana. En la agenda y el discurso de Milei, que creció su votación entre los varones jóvenes y penetró en las clases más bajas, está la llamada “agenda antiprogresista” que proclama una disputa abierta con los movimientos feministas y los derechos de género, la diversidad sexual y la penalización del aborto, entre otros temas. “No voy a pedir perdón por tener pene”, es una de las frases controvertidas del candidato del movimiento Libertad Avanza, que también se proclama partidario de la libre compra venta de armas y la venta de órganos humanos.

En México, a partir de la fusión electoral del PAN con el PRI y el PRD, ha tomado forma un nuevo movimiento de derecha extrema que dice representar el verdadero pensamiento conservador. La llamada “nueva derecha” dice actualizar los postulados de esa corriente ideológica y representar “la jubilación de la vieja derecha, que era globalista, hincada ante el gran capital, belicosa, liberal o incluso atea”. Este movimiento, que tiene como principal figura y ahora también aspirante presidencial al actor y productor de cine, Eduardo Verástegui, se declara abiertamente “religiosa, de valores, que pone a Dios como centro de la vida y a la familia como centro de la sociedad”. Según el doctor Raúl Tortolero, uno de los principales ideólogos del movimiento ultraderechista, la “nueva derecha no se hinca ante el dinero; combate al socialismo, al supremacismo progresista, la ideología de género y al globalismo”.

El nuevo movimiento de ultraderechismo cobró notoriedad a partir de 2022 cuando se realizó en México la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), al que acudieron dirigentes de los principales movimientos de derecha extrema en el mundo y en donde se proclamó el proyecto de buscar una candidatura presidencial encabezada por el tamaulipeco Verástegui, a quien ya ha mencionado un par de veces Donald Trump como quien “podría convertirse en el próximo presidente de México”; también en ese encuentro internacional, se definieron las 7 prioridades de una “agenda conservadora” en México y el mundo: la defensa de la fe, de la vida (desde la concepción), de la familia natural, de la propiedad privada, de la patria, de las libertades y de los derechos universales.

En varios de esos puntos el movimiento ultraderechista mexicano concluye perfectamente con la ideología de Vox en España, con el trumpismo estadunidense y también con la agenda antiprogresista de Javier Milei en la Argentina. Y aunque la “nueva derecha” mexicana no tiene aún expresión electoral y enfrenta las dificultades y obstáculos de impulsar una candidatura independiente, también tienen expresiones combativas como el llamado Ejercito Cristero Internacional (ECI) creado en México por iniciativa de Raúl Tortolero y que ya tiene presencia en 12 países, una organización que se propone acciones como la “Contrarrevolución cultural, frente al marxismo moderno” y “Nueva Derecha, el retorno de Dios a la Cultura, ante el supremacismo progresista”, dos de los libros publicados por Tortolero en México.

Y en su lógica de cuestionar a los partidos tradicionales, el ultraderechismo critica por igual al gobierno de López Obrador, de quien cuestiona un plan para perpetuarse en el poder para imponer “una dictadura del socialismo blando” en México, que, a la principal aspirante del opositor Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, a partir, dicen, “que ella misma se ha definido como marxista, y es pro aborto, feminista y cercana al falso arcoiris. Así que el 2024 es sólo un pleito entre izquierdas”.

¿Qué tantas probabilidades tienen de crecer un movimiento político de extrema derecha como la mencionada “nueva derecha mexicana”? En el escenario actual no muchas y eso se demuestra con las dificultades que enfrentan para dar forma a una candidatura presidencial independiente y con la falta de una plataforma partidista que los respalde. Pero lo mismo pensaban en Argentina hasta antes de que emergiera con tanta fuerza el fenómeno de Javier Milei y su Libertad Avanza, que encontró en el coraje y la desesperanza de los argentinos, por su profundo deterioro socioeconómico, el motor con el que impulsó a su movimiento de ultraderecha que hoy encabeza las preferencias de los votantes. Tal vez hoy la derecha extrema mexicana no tenga un líder carismático que la impulse con toda su agenda conservadora y antiprogresista, pero en el ambiente de polarización y división que hoy se respira en el país ¿qué tal si aparece en los próximos meses o años un Milei mexicano?